El enigma Alice Weidel, las múltiples caras de la líder de la ultraderecha alemana
La candidata de AfD mantiene un discurso que contradice su vida personal pero que le está dando réditos ante un electorado preocupado por la inmigración
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La candidata a canciller de Alternativa para Alemania (AfD), Alice Weidel, es la antítesis de todo lo que uno imagina de un líder de extrema derecha. Su partido defiende la familia tradicional creada por un hombre y una mujer, pero ella vive en pareja y cría a dos hijos con otra mujer. Cuando se sube a un escenario, lanza un discurso nacionalista alemán y clama por el cierre de fronteras y contra la globalización, pero vive la mayor parte del tiempo ―o prácticamente todo― en otro país. AfD quiere deportar en masa a miles de extranjeros, pero la esposa de Weidel, la productora de cine Sarah Bossard, es originaria de Sri Lanka.
Si algo define a la candidata Weidel, de 45 años, son esas contradicciones y el modo en el que hace malabares para conjugar públicamente su vida política con su vida personal. Nada en ella es típico de un partido cuya base electoral está formada sobre todo por hombres conservadores, procedentes de la antigua Alemania Oriental y de bajos ingresos. Ella, admiradora confesa de Margaret Thatcher, es lo que en teoría desprecian esos votantes: una exbanquera pija criada en el Oeste, cosmopolita y políglota, cuyo perfil no desentonaría en esos partidos que AfD considera los causantes de todos los males que aquejan a Alemania.
Weidel lleva desde 2017 ocupando puestos de liderazgo en AfD. Pero “para la mayoría de la gente sigue siendo un enigma”, asegura Julie Kurz, periodista de política de la televisión pública ARD que la ha seguido a ella y al partido los últimos cinco años. También para ella, pese a haber coincidido en decenas de ocasiones con la líder ultra, con la cámara encendida y apagada: “Es una persona con múltiples capas, y las va usando según le interese. Es distinta en una entrevista que en una charla informal. A veces intenta seducirte; otras parece que está actuando”.
Las múltiples caras de Weidel intrigan en un país poco acostumbrado a líderes atípicos como ella. ¿Quién es realmente? ¿Cuáles son sus motivaciones?, se preguntan los documentales y las semblanzas que se publican estos días en Alemania.
La líder de AfD se crio en Harsewinkel, en el Estado de Renania del Norte-Westfalia, una pequeña ciudad entre Münster y Bielefeld. De sus años adolescentes se conserva el anuario de su instituto de Versmold, en el que sus compañeros definen a Lille, su apodo en 1998, como una chica de “carácter dominante” y a veces “explosiva” a la que le gustaba montar en bicicleta. Un reportaje emitido el pasado domingo en la cadena pública ZDF se detenía en la frase que escribió sobre ella, con un estilo rebuscado entre irónico y admirativo, uno de sus amigos: “Nunca he visto a nadie que diga una mentira con una imperturbabilidad sonámbula como la tuya, sin mostrar la más mínima señal de inquietud”.
Después de estudiar Economía y Comercio en Bayreuth, donde posteriormente se doctoró, Weidel inició una carrera internacional que la llevó a vivir en el extranjero (pasó seis años en China trabajando para el Bank of China). También fue analista en Fráncfort para firmas como Goldman Sachs y Allianz. En 2013 entró en la recién fundada Alternativa para Alemania (AfD). En su único libro, publicado en 2019, relata que fue su pareja la que la animó a militar en un partido porque estaba constantemente criticando la marcha de Alemania y quejándose de su clase política.
Así llegó a AfD, un partido entonces liberal y euroescéptico, que con el tiempo ha ido radicalizándose y evolucionando hacia el rechazo a la inmigración. Pero ¿cómo se convirtió una exbanquera con una relación homosexual con una mujer nacida en Sri Lanka en la figura clave de AfD? La dirigente del partido Beatrix von Storch da alguna pista cuando dice que Weidel demuestra que son un partido “supertolerante”. “No tenemos problemas con su forma de vivir. Nosotros somos tolerantes con ella y ella con nosotros. La aceptamos”, asegura.
“Remigración”
Von Storch tiene sobre la mesa de su pequeña oficina del barrio berlinés de Prenzlauer Berg una figurita de Javier Milei empuñando una motosierra donde se lee “Viva la libertad, carajo”. Se declara fan del presidente argentino, que según ella está “dando un ejemplo a todo el mundo”. “Ha reducido un tercio el gasto del Gobierno y su apoyo popular está creciendo”, asegura. Reducir el tamaño del Estado es uno de los objetivos de AfD, aunque son sus políticas migratorias las que copan los titulares. Últimamente, Weidel está siendo más clara que nunca en los mítines, gritando la palabra “remigración” (devolver a los migrantes a su lugar de origen, un concepto política e históricamente connotado en Alemania) como solución a los problemas de inseguridad del país.
La periodista Kurz se pregunta desde la redacción central de ARD, situada en la ribera del Spree y con vista directa del Reichstag, por qué Weidel no abandonó el partido, como han hecho la mayoría de sus fundadores, a medida que se iba radicalizando. Es una pregunta retórica. “Lo que realmente le motiva es el poder”, asegura. “Creo que vio una oportunidad para escalar a lo más alto”. “No estoy aquí a pesar de mi homosexualidad, sino por mi homosexualidad”, declaró la líder ultra en 2017.
Tampoco cree Kurz que el discurso duro antiinmigración de los últimos tiempos sea algo nuevo o forzado por las circunstancias. “Su crítica al islam viene de lejos. Ya en 2018 atacaba en el Bundestag la inmigración, que según ella ha traído a Alemania los burkas, las ‘chicas con velo’ y los ‘hombres con cuchillo”, expresiones con connotaciones muy negativas. Su relación con Björn Höcke, el polémico líder de la formación en Turingia y el más radical de sus líderes, también ha cambiado con el tiempo. En 2017 quiso expulsarle del partido; hoy lo ha normalizado hasta el punto de dar mítines a su lado.
Weidel intenta normalizar al partido mientras lo radicaliza aún más, una pirueta que le está dando rédito. Las últimas encuestas le dan a su formación hasta un 22% de los votos en las elecciones del próximo domingo, lo que la colocaría en segundo lugar. No gobernará; el resto de partidos mantienen el cortafuegos o cordón sanitario contra la extrema derecha. Algo “necesario” en Alemania, dijo Olaf Scholz la semana pasada en respuesta al vicepresidente estadounidense, J. D. Vance, que había llamado a colaborar con los ultras. “AfD es un partido desde cuyas filas se trivializan los crímenes cometidos por los nazis. El compromiso con el ‘nunca más’ no es conciliable con el apoyo a AfD”, dijo el canciller.
“Muy inteligente, muy capaz, valiente”, define Von Storch a la candidata. “Se puede hablar con ella; tiene sentido del humor”, añade, en respuesta a la pregunta sobre cómo es cuando no está dando un mitin. Reservada podría ser otro de los adjetivos que la definen, aunque su pareja ha publicado en redes sociales vídeos de ambas bailando en el coche o en actitud relajada que nada tienen que ver con su imagen pública.
Cuando lleva el discurso preparado, dice Kurz, Weidel se muestra segura y confiada. En las entrevistas, en cambio, cuando tiene que improvisar, se la nota incómoda. Lo estuvo sin ir más lejos este lunes, cuando en un programa en directo varios ciudadanos le preguntaron por la incoherencia de ser lesbiana en un partido homófobo. Se la veía molesta.
También se tomó mal las preguntas de David Gebhard para el documental de ZDF. El periodista la acompaña a Überlingen, en el lago Constanza, donde tiene su distrito electoral y, en teoría, reside. Pero no puede decir cuántos habitantes tiene su distrito, ni siquiera aproximadamente (son 250.000), y varios lugareños aseguran que nunca la han visto por allí. Weidel mantiene que vive a caballo entre Suiza, donde cría a sus hijos con Bossard, y esta ciudad alemana, lo que es relevante porque un cargo electo debe residir en el país. El periodista le insiste en cuántas noches cree que ha pernoctado allí en el último año, a lo que Weidel responde airada: “No voy a contestar a lo que me está preguntando”. Y se marcha visiblemente molesta por la orilla del lago.
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