Björn Höcke, el hombre más temido de la política alemana que quiere llevar a los ultras a un gobierno regional
El líder más radical de AfD es el ideólogo en la sombra de un partido que podría conseguir más del 30% del voto en las elecciones de Turingia de este domingo
Con sus poco más de dos millones de habitantes, Turingia es uno de los Estados más pequeños de Alemania. Pese a su tamaño, este land oriental podría convertirse este domingo en el epicentro de un terremoto con potencial para llevarse por delante al Gobierno en Berlín. Un carismático político de 52 años, antiguo profesor de instituto, es ahora mismo el hombre más temido del país. Se llama Björn Höcke, es el representante más radical de la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD) y quiere ser el próximo primer ministro de Turingia.
Si las encuestas no se equivocan, será el candidato más votado. Su partido tiene un 30% de intención de voto, por delante de los democristianos de la CDU, con alrededor del 22%. Höcke lidera al partido en Turingia, que, como en Sajonia ―el otro land de la antigua República Democrática alemana que renueva su parlamento este domingo―, está clasificado oficialmente como “extremista de derechas” por la Oficina Federal para la Protección de la Constitución, el servicio de inteligencia interno alemán.
Höcke apenas se deja ver en Berlín. Sus dominios están en Turingia, donde sus simpatizantes le reciben en las plazas de las pequeñas ciudades como a una estrella de rock. Pese a que nunca ha ocupado los principales puestos en el partido, es su figura más conocida. Se presenta a los mítines sonriente, con vaqueros y camisa blanca, y carga las tintas contra “los partidos del establishment”, una “élite” que está “destrozando a Alemania”. El “pueblo alemán”, la “patria” están “en peligro de muerte”, repite frente a audiencias de varios centenares de personas que aplauden y asienten ante las promesas de deportar a todos los inmigrantes ilegales o que la igualdad y la diversidad sexual dejen de enseñarse en las escuelas.
Más popular que los copresidentes del partido, Alice Weidel y Tino Chrupalla, y a la vez más enigmático, Höcke apenas da entrevistas y evita los debates. Este miércoles iba a celebrarse uno, pero horas antes anunció a través de un portavoz que se retiraba de los actos de campaña “por razones de salud”, un argumento que los medios alemanes enseguida pusieron en duda. Horas después anunció en redes sociales que sí participará en un evento público el viernes.
En Sömmerda (19.000 habitantes), este fin de semana, volvió a usar el atentado yihadista de Solingen para pedir el voto. “La ciudad celebraba sus 650 años de historia con el llamado [haciendo el gesto de las comillas con los dedos] festival de la diversidad. El hombre del cuchillo que mató a tres personas aparentemente tenía poco interés en este tipo de diversidad”, dijo con sorna.
Mientras los seguidores de Höcke le esperaban en la plaza, a pocos metros se concentraban los manifestantes que suelen contraprogramar sus apariciones. “Björn Höcke es un nazi”, se leía en una de las pancartas. En el centro de Erfurt, capital de Turingia, aparecieron la semana pasada carteles con su imagen y la de Adolf Hitler sobre fondo negro y un mensaje: “Ha vuelto”. Politólogos, expertos en extrema derecha y periodistas tratan estos días de desentrañar el misterio de Höcke. ¿Qué haría si llegara al poder? ¿Es un peón de un movimiento más amplio, el de las llamadas nuevas derechas?
Dos grandes revistas alemanas le han dedicado sus portadas recientemente. Der Spiegel le muestra junto a la líder ultra francesa Marine Le Pen y el candidato a la presidencia de Estados Unidos Donald Trump y sentencia: “Así empieza el fascismo”. Stern lleva una foto suya en blanco y negro, mirando a cámara e inquiere: “¿Quién vota a este hombre?”. “¿Cómo de peligroso es este hombre?”, se preguntaba un reportaje de la televisión pública esta semana.
“Höcke no es un pragmático, sino exactamente lo contrario. Es un ideólogo”, explica el periodista Ulrich Sondermann-Becker, que sigue a AfD para la televisión pública MDR. “Lo vimos desde sus primeras intervenciones en el parlamento estatal. No buscaba puntos de encuentro con otras fuerzas, sino que se comportaba agresivamente con todas y especialmente con la CDU”. Höcke despegó como líder cuando Alemania acogió a más de un millón de refugiados sirios, en el invierno de 2015-2016, atacando ferozmente a la canciller democristiana Angela Merkel. “Veías cómo disfrutaba en el escenario como una especie de mesías, dándose baños de multitudes”, recuerda el periodista.
Se sabe que Höcke capitanea el ala más extrema, xenófoba y ultranacionalista del partido. Al principio era una voz bastante marginal y hubo intentos de expulsarlo. Como cuando provocó un intenso debate en todo el país al calificar el monumento que rinde homenaje las víctimas del Holocausto del centro de Berlín como “memorial de la vergüenza”.
Con los años ha conseguido imponer su ideario y ha sido él quien, por la vía de los hechos, ha expulsado a los miembros más moderados de un partido cada vez más radicalizado. Höcke lleva años protagonizando polémicas con declaraciones xenófobas o que instan a revisar las políticas de memoria histórica de Alemania. Aunque suele calcular al milímetro lo que dice y cómo lo dice, de forma que bordea el límite de la legalidad sin llegar a cruzarlo, en los últimos meses se ha enfrentado a varios juicios por emplear eslóganes nazis en sus arengas públicas.
Si en la anterior campaña electoral de Turingia, cuando AfD obtuvo el 23,4% de los votos, usó el lema “Multiculturalidad significa multicriminalidad”, esta vez ha moderado su discurso. No ha repetido la frase que le ha costado dos condenas: “Alles für Deutschland” (todo por Alemania), un conocido lema de las SA, la formación paramilitar del régimen nazi, que sus miembros llevaban inscrita en los cuchillos reglamentarios.
Ser la fuerza más votada el domingo en Turingia supondría un salto cualitativo para AfD, al que el resto de formaciones aplican un —hasta ahora— inquebrantable cordón sanitario. El partido está empezando a tocar poder, pero solo había conseguido colocar a sus representantes en Ayuntamientos y distritos rurales. Es improbable que Höcke pueda gobernar; necesitaría un socio, y no hay nadie dispuesto a ir de la mano, o incluso a tolerar, a Alternativa para Alemania.
Ni siquiera Alianza Sahra Wagenknecht (BSW), la formación de izquierda populista que comparte con los ultras consignas antiinmigración y cercanía con Rusia y que, con un 17% de intención de voto, podría matemáticamente aupar a Höcke. Nadie quiere que se repita la situación de 2020, cuando la elección del candidato liberal con los votos de AfD provocó un terremoto que acabó con la carrera de la sucesora de Merkel, Annegret Kramp-Karrenbauer, entonces presidenta de la CDU.
Si las encuestas aciertan, el lunes empezará un periodo de incertidumbre con negociaciones para formar un gobierno viable. Sin Höcke. La candidata de BSW en Turingia, Katja Wolf, fue muy clara la semana pasada ante un grupo de corresponsales extranjeros en Erfurt: “No va a haber ninguna colaboración con AfD”.
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