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Björn Höcke, el ideólogo de la ultraderechista AfD que Alemania sentará en el banquillo por usar un lema nazi

El controvertido líder del ala más radical del partido se enfrenta por primera vez a un proceso judicial a un año de unas cruciales elecciones en el Estado oriental de Turingia en las que parte como favorito

Elena G. Sevillano
El líder de Alternativa para Alemania (AfD) en Turingia, Björn Höcke, durante un acto de campaña en Gotha.
El líder de Alternativa para Alemania (AfD) en Turingia, Björn Höcke, durante un acto de campaña en Gotha.MICHAEL DALDER

Ocurrió durante un discurso, en un acto de campaña electoral de Alternativa para Alemania (AfD), el 29 de mayo de 2021 en Merseburg, en el Estado federado de Sajonia-Anhalt, en el este de Alemania. Björn Höcke, líder del ala más radical y poder en la sombra dentro del partido, acabó así su alocución: “Todo por nuestra patria, todo por Sajonia-Anhalt, todo por Alemania”. Enseguida saltaron las alarmas. La última frase es un conocido lema de las Sturmabteilung, las SA, la formación paramilitar del régimen nazi. Conocido, y prohibido, como lo están en Alemania todos los lemas, objetos, canciones e imágenes que remiten a la infausta era del nacionalsocialismo.

Tras la correspondiente denuncia, el tribunal regional de Halle (Sajonia-Anhalt) ha admitido la acusación de la Fiscalía, así que Höcke se sentará en el banquillo para tratar de defenderse y probablemente negar que fuera consciente de estar usando un símbolo de una organización inconstitucional. El proceso amenaza con enfangar la precampaña electoral de unas elecciones cruciales para el futuro político del país. El año que viene se renueva el Parlamento de Turingia, el land del este alemán donde Höcke lidera a la formación de ultraderecha. Las encuestas indican que AfD sería el partido más votado, con más del 30% de los votos.

Aunque a Höcke, de 51 años, no se le vea tanto como a los copresidentes de AfD, Tino Chrupalla y Alice Weidel, su influencia en la formación es ampliamente conocida. Capitanea el ala más extrema, xenófoba y ultranacionalista, y con los años ha conseguido imponer su ideario y expulsar a los miembros más moderados de un partido cada vez más radicalizado.

El lema de las SA es, como el de las SS, “Mi honor es la lealtad”, una de las frases más repulsivas que pueden pronunciarse hoy en día en Alemania, donde legalmente están al mismo nivel que símbolos como la esvástica o el saludo hitleriano. Al menos uno de los jerarcas nazis ejecutados tras los juicios de Núremberg —Wilhelm Keitel, excomandate del ejército— la gritó durante sus últimas palabras en el patíbulo.

La clave, la intención

La clave es la intención. La responsabilidad penal depende de si la persona que pronuncia la frase en cuestión sabe que está usando simbología nazi. Los tribunales han hecho diferentes interpretaciones en los últimos años. En el juicio a un joven neonazi en 2006, los magistrados concluyeron que el eslogan es “generalmente conocido” y lo condenaron. En otros casos han dado por buena la excusa del desconocimiento que han alegado los acusados. Höcke asegura que no estaba pensando en las SA ni en el nazismo cuando lo usó como cierre de su mitin, según un escrito que su abogado ha hecho llegar a la Fiscalía.

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Es probable que el tribunal tome en consideración que, antes de dedicarse a la política, Höcke fue profesor de historia. Tampoco obviará que no es la primera vez que su partido emplea el “Todo por Alemania” con una intencionalidad como mínimo sospechosa. Ulrich Oehme, colega de Sajonia, hizo imprimir carteles con el eslogan durante la campaña electoral federal de 2017. Tras las denuncias y el escándalo mediático, los retiró. Hace unos días la Policía confiscó carteles con el mismo lema y las siglas de AfD en Passau, en Baviera, que celebra elecciones regionales el 8 de octubre. La dirección regional del partido asegura que no sabe de dónde han salido, y que quizá fueron idea de algún candidato local.

Höcke lleva años abonado a las polémicas por sus declaraciones xenófobas y que piden revisar las políticas de memoria histórica de Alemania. Suele calcular al milímetro lo que dice y cómo lo dice para bordear la legalidad sin llegar a cruzarla. “Multiculturalidad significa multicriminalidad” fue uno de sus lemas en la anterior campaña electoral de Turingia. Antes había provocado un intenso debate en todo el país al calificar el monumento que rinde tributo a las víctimas del Holocausto del centro de Berlín como “memorial de la vergüenza”. Entonces era una voz bastante marginal en el partido y llegó a discutirse internamente si debía ser apartado; ahora se le sitúa en el centro de poder de AfD y nadie en su formación, al menos en público, le ha afeado la última barbaridad.

El resto de partidos contienen la respiración ante el empuje de AfD, que se alimenta de las crisis de la coalición de Gobierno, de las malas perspectivas económicas del país, la inflación persistente y las incertidumbres de la transición ecológica. Las encuestas colocan a la formación de ultraderecha en segundo lugar si se celebraran elecciones federales, con un 22% de los votos. El partido, al que el resto de formaciones aplican un hasta ahora inquebrantable cordón sanitario, está empezando a tocar poder. De momento, solo en el ámbito local y comarcal, al haber conseguido colocar a sus representantes en los primeros ayuntamientos y distritos rurales.

A Höcke le esperan más sustos judiciales. El comité de justicia del Parlamento de Turingia le levantó la inmunidad hace unos días para despejar el camino de otra acusación, esta vez de la fiscalía de Mühlhausen (Turingia). Le atribuye un delito de incitación al odio por una publicación en la red social Telegram. Es la séptima vez que se le levanta la inmunidad desde que consiguió por primera vez su escaño, en 2014. Como en las otras ocasiones, saludó la noticia con su habitual discurso victimista y dijo en la red social X (antes Twitter) que existe “un club judicial contra los disidentes”. Hasta ahora Höcke había salido indemne: ninguna de las acusaciones había cristalizado en un proceso judicial.

El juicio por el lema de las SA podría traducirse en su primera condena, que si además se produce cerca de las elecciones regionales sin duda impactará en la campaña. Aunque jamás podría formar Gobierno, una victoria de Höcke en Turingia enviaría un contundente mensaje de refuerzo de las posiciones más radicales en un partido que los servicios de inteligencia alemanes consideran sospechoso de extremismo. En Turingia, de hecho, los servicios secretos regionales ya han clasificado a la formación como “extremista de derechas” y como tal la están vigilando. Al propio Höcke se le tilda habitualmente de “fascista” en la prensa alemana. Sin temor a querellas. Un juez dictaminó en 2019 se le puede definir así, porque lo es.

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Sobre la firma

Elena G. Sevillano
Es corresponsal de EL PAÍS en Alemania. Antes se ocupó de la información judicial y económica y formó parte del equipo de Investigación. Como especialista en sanidad, siguió la crisis del coronavirus y coescribió el libro Estado de Alarma (Península, 2020). Es licenciada en Traducción y en Periodismo por la UPF y máster de Periodismo UAM/El País.

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