La ultraderecha alemana sueña con el fin del cordón sanitario, pero topa con el ‘no’ rotundo de los democristianos
Friedrich Merz, favorito en las encuestas, dice que “estaría vendiendo su alma“ si pactase con AfD, envalentonada por el apoyo de Musk y el éxito de la extrema derecha en Austria
La extrema derecha alemana, envalentonada por las buenas perspectivas ante las elecciones generales del 23 de febrero, cree que es cuestión de tiempo y paciencia. No ocurrirá ahora. Pero un día u otro, caerá el cortafuegos, como llaman en Alemania al cordón sanitario que les mantiene fuera del poder. Entonces dejarán de ser los apestados del hemiciclo. Y podrán gobernar en coalición, como cualquier otro partido. Y tocar poder.
“No ocurrirá mañana. No ocurrirá en estas elecciones”, declara a EL PAÍS Beatrix von Storch, vicepresidenta del grupo parlamentario de Alternativa para Alemania (AfD) en el Bundestag. “Pero esperamos que quizá esto suceda en 2029″, añade, en alusión a la fecha de las siguientes elecciones legislativas.
En AfD, que según los sondeos será la segunda fuerza, con más de un 20% de votos, ven señales alentadoras para ellos. Una son las negociaciones en la vecina Austria entre los democristianos y el Partido de la Libertad (FPÖ) para hacer canciller a Herbert Kickl, líder de este partido de extrema derecha. Si en Viena la derecha moderada austriaca da el poder a una formación de esta órbita, ¿por qué no en Berlín también?
La otra señal de esperanza para el partido antiinmigración alemán es el apoyo entusiasta que le ha brindado Elon Musk, el hombre más rico del mundo y aliado del presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump. Si los representantes de la primera mundial no tienen ningún inconveniente en hablar con este partido, ¿qué obstáculo hay para seguir manteniéndolos fuera del campo democrático?
Este es el razonamiento en el partido de extrema derecha alemán. Pero en la Unión Democristiana / Unión Socialcristiana bávara (CDU/CSU), formaciones de centroderecha hermanadas con el PP español y destinatarias de los cantos de sirena para romper el cordón sanitario, ni Austria, ni Musk, ni el ascenso en los sondeos de AfD son razones suficientes para acabar con el aislamiento de la extrema derecha. Al contrario.
“No trabajamos con un partido que es xenófobo, que es antisemita, que tiene a radicales de derechas en sus filas y que tiene criminales en sus filas, un partido que coquetea con Rusia y que quiere salir de la OTAN y de la Unión Europea”, dijo este fin de semana, en una entrevista con la televisión pública ARD, el candidato democristiano a la cancillería, Friedrich Merz. “Si lo hiciésemos, estaríamos vendiendo el alma de la CDU, y no tengo ninguna intención de hacerlo”. Merz, favorito como candidato de la CDU/CSU para suceder en la cancillería al socialdemócrata Olaf Scholz, respondió a la pregunta sobre la vigencia del cordón sanitario: “Ligo mi destino como presidente de la CDU a esta respuesta. No permitiré que esto ocurra”.
Alemania es cada vez más una excepción en Europa, donde en la última década los partidos nacionalpopulistas han ganado posiciones. En Italia, en Países Bajos, en Escandinavia, estos partidos participan en el juego del poder, o directamente gobiernan. En España, Vox ha formado parte de gobiernos regionales con el PP.
No ha ocurrido lo mismo en Alemania, donde no ha habido coaliciones con la extrema derecha ni a escala federal ni regional. Una breve excepción sucedió en 2020, cuando un liberal, Thomas Kemmerich, fue investido presidente del Estado federado oriental de Turingia con el apoyo conjunto de los diputados democristianos y de extrema derecha. El escándalo fue tal que de inmediato Kemmerich dimitió. Y unos días después también le costó el cargo a Annegret Kramp-Karrenbauer, la presidenta de la CDU y favorita para suceder a la entonces canciller, Angela Merkel. La lección fue rotunda: cualquier aproximación más o menos voluntaria con AfD resultaba tóxica.
¿Y a escala local? A fin de cuentas, es en los municipios donde más probable resulta la cooperación entre contrarios, por tratarse con frecuencia de cuestiones poco ideológicas omo las infraestructuras. En un estudio publicado el pasado septiembre y titulado (con una mezcla de alemán e inglés) Brandmauer is still alive! (El cortafuegos todavía vive!), tres politólogos analizaron 2.452 sesiones de consejos municipales y locales en los Estados del este de Alemania entre mediados de 2019 y mediados 2024. Los autores concluían que, si bien a escala local el cortafuegos presentaba “algunas grietas”, en general era “más estable” de lo que cabría suponer.
“Hay que reconocer que el cortafuegos existe y que funciona”, resume por teléfono el politólogo Wolfgang Schroeder, coautor del estudio y catedrático en la Universidad de Kassel. “Y esto significa”, añade, “que también hay casos en los que no funciona”. Pero son las excepciones que confirman la regla. El profesor explica que la vigencia del cordón sanitario en Alemania está relacionado con la Historia. El nunca más. Es decir, los años del nacionalsocialismo que inmunizaron en la posguerra a la República Federal ante cualquier regreso al pasado y también los previos, en los que hubo partidos conservadores que creyeron poder domesticar a Hitler pactando con él. Hay en Alemania una tradición “antifascista” y “democracia militante”. Es decir, una democracia que se protege ante quienes pretenden aprovecharse de los mecanismos democráticos para acabar con la democracia.
Schroeder sostiene que la fortaleza del cortafuegos se entiende también por “la radicalidad particular” de AfD, un partido que ha seguido el camino inverso que otros como el Reagrupamiento Nacional en Francia. En vez de intentar moderarse o “desdiabolizarse” como la formación de Marine Le Pen, AfD se ha vuelto más radical. Se vio este fin de semana en la ciudad sajona de Riesa, donde celebró su congreso. La candidata a la cancillería, Alice Weidel, echó mano en su discurso, y ante el entusiasmo de la sala, de un concepto como “remigración” que algunos ideólogos de la extrema derecha han usado para reclamar deportaciones masivas de extranjeros. Weidel dijo que se trataba de aplicar la ley actual, pero es una retórica que espanta a los otros partidos.
Existe otro factor decisivo para mantener el cordón sanitario, según Schroeder. “La clave para la exclusión de AfD es la CDU”, dice. Los democristianos alemanes son lo que aquí se conoce como un Volkspartei, un partido del pueblo o partido popular que abarca distintas clases sociales y corrientes ideológicas. “Como partido popular, [la CDU] se remonta al Partido del Centro del siglo XIX que incluye desde obreros a grandes agricultores, desde curas a intelectuales liberales”, recuerda. “Y la CDU no es sencillamente un partido conservador. En Europa, entre los partidos conservadores es algo más de izquierdas y algo más abierto.”
“Ideológicamente, la CDU está con Los Verdes, y por eso no quieren trabajar con nosotros”, acusa la diputada Von Storch, de AfD. “No es todo el partido, sino los líderes, y, en este momento, especialmente Merz” En los pasillos del congreso de Riesa, se hablaba casi tanto del apoyo de Musk a Weidel como del ejemplo austriaco, donde el partido hermano de la CDU podría estar a punto de hacer canciller a un amigo de AfD. “En Alemania, lo vamos a ver en un tiempo”, vaticina Von Storch.
Merz ve precisamente el caso austriaco como el ejemplo del peligro de hace coaliciones con la extrema derecha pensando que “se la domesticará”. En Austria ya ha habido gobiernos con el FPÖ como socio menor de los democristianos, y ahora el FPÖ es el partido más fuerte. Lo mismo, en su opinión, podría suceder en Alemania si se rompiese el cortafuegos. El candidato democristiano en la citada entrevista televisiva aludió al año en que Hitler llegó al poder, 1933, y a la posibilidad de que sea en 2033 cuando, si cae el cordón sanitario, AfD acabe gobernado: “Con un 33 ya tuvimos suficiente en Alemania”.
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