China se prepara para una segunda batalla con Trump por los aranceles
Pekín ha asegurado que defenderá sus “intereses nacionales” y considera que las barreras comerciales perjudican a las dos superpotencias y al resto del mundo
La aparente calma era solo el preludio del primer garrotazo. Los aranceles anunciados para este sábado por el presidente estadounidense, Donald Trump, golpearán con un 10% a China, encendiendo la mecha para una segunda batalla comercial con el gigante asiático, después de la que ya impulsó el magnate durante su primer mandato. El republicano ha justificado la medida, teledirigida contra los tres principales socios comerciales de Washington (Canadá y México, además de la República Popular), al considerar que el trío contribuye al flujo de fentanilo en territorio de EE UU, donde más de 100.000 personas al año mueren por el consumo de este opiáceo.
China lleva meses anticipando el movimiento. El portavoz del Ministerio de Comercio chino, He Yadong, ya respondió el 23 de enero que los eventuales gravámenes perjudicarían tanto a China como a EE UU, así como a la economía mundial. “Creemos que no hay vencedores en una guerra comercial o arancelaria, y defenderemos firmemente nuestros intereses nacionales”, replicó también la portavoz de Exteriores Mao Ning después de que Trump asegurara tras su investidura que los aranceles podrían llegar este 1 de febrero.
Mientras Pekín prepara la previsible réplica, los medios estatales chinos, han recogido este sábado la respuesta de algunos expertos: “Se trata de una escalada del proteccionismo estadounidense sin una justificación económica clara, que eleva los costes para los consumidores y las empresas al tiempo que altera las cadenas de suministro mundiales”, opinaba Zhou Mi, investigador principal de la Academia China de Comercio Internacional y Cooperación Económica, en el diario oficialista Global Times.
Analistas próximos al Gobierno chino consideran que el país está en esta ocasión mejor preparado para recibir los cañonazos. Es previsible que se anuncien contramedidas en las próximas semanas. El año pasado, Pekín ya indicó un posible camino a seguir, al frenar las exportaciones de materiales críticos como el germanio, el galio, el antimonio y el grafito a EE UU como respuesta a las sanciones tecnológicas de la Administración de Joe Biden. Estos elementos son clave en la fabricación de semiconductores y baterías, de modo que una posible ampliación de las restricciones podría servir de palanca.
“Pekín está dispuesta a contraatacar con dureza si Trump va a por China”, aseguraban los analistas de Trivium en un reciente boletín. Entre otras medidas, las autoridades chinas sopesan recortes arancelarios unilaterales sobre las importaciones procedentes de socios comerciales no estadounidenses, recogían en Trivium. “Sería una medida brillante”. La idea es impulsar la inversión extranjera y el comercio con Europa y otros países asiáticos. “No solo beneficiaría a la economía china, sino que también le compraría a China algo de buena voluntad global en un momento en que la política comercial de EE UU da un giro proteccionista”. Pekín buscaría a la vez socavar las alianzas estadounidenses y posicionarse como líder global.
Desde el primer mandato de Trump, Pekín ha tratado de diversificar sus relaciones con otros rincones del planeta, en particular con el sudeste asiático. Y ha seguido acelerando la maquinaria exportadora. En 2024, China registró un superávit comercial gigantesco que rozó el billón de dólares, el mayor de la historia; mientras, la descompensada balanza se ha convertido en fuente de problemas en otras regiones, como la Unión Europea, que ha alicatado también un muro de medidas proteccionistas frente a determinados productos chinos, como el coche eléctrico.
Trump justifica su decisión esta vez como un freno a la crisis del fentanilo. Washington lleva años denunciando que el gigante asiático, el mayor productor de productos farmacéuticos del mundo, es el origen de los precursores usados para elaborar la potente droga sintética. El Ministerio de Exteriores chino ha asegurado en numerosas ocasiones que China es uno de los países más duros del mundo en la lucha contra los estupefacientes, y que se coordina con EE UU en este campo. La cooperación para frenar el tráfico de fentanilo fue uno de los pocos avances que publicitaron el expresidente estadounidense, Joe Biden, y su homólogo chino, Xi Jinping, en sus últimos encuentros.
El flujo de mercancías entre China y EE UU es uno de los caudales comerciales más intensos del planeta. En 2023, EE UU importó cerca de 427.000 millones de dólares (unos 412.000 millones de euros) en productos chinos y exportó al gigante asiático en torno a 148.000 millones de dólares. La diferencia en esa balanza comercial ha sido durante años una fuente de roces entre las dos superpotencias. Y es en gran medida el origen de las disputas arancelarias.
La medida anunciada para este sábado queda por el momento lejos de los aranceles de hasta el 60% cacareados por Trump durante la campaña. El presidente ha mostrado en sus primeros compases un perfil más bien sedoso hacia Pekín. Poco antes de asumir el cargo, tuvo una llamada con el presidente chino, Xi Jinping —”buena, amistosa”, según dijo el republicano en la cadena Fox News; el líder chino habló de “un nuevo punto de partida”—; luego, el recién estrenado mandatario concedió una prórroga para que la red social de vídeos cortos china TikTok siga en funcionamiento en EE UU. En Fox, también dijo que no descartaba incluso llegar a un acuerdo comercial con Pekín: “Pero tenemos un gran poder sobre China”, añadió, “que son los aranceles, y ellos no los quieren, y preferiría no tener que usarlo, pero es un poder tremendo sobre China”.
El anterior mandato de Trump aún escuece en Pekín. Inició en 2018 una guerra comercial con el gigante asiático al imponer barreras comerciales a casi dos tercios de las importaciones chinas, por un valor de 370.000 millones de dólares, según un reciente informe del Congreso de EE UU. China respondió con aranceles sobre 110.000 millones de dólares estadounidenses. Trump también impuso tarifas al acero (25%) y al aluminio (10%).
La mayoría de estas barreras siguen en vigor. Y su sombra se ha proyectado hasta la actualidad. En algunos casos la carrera proteccionista se ha intensificado con Biden. El año pasado, Washington multiplicó por cuatro, hasta el 100%, el gravamen a los vehículos eléctricos y aprobó más aranceles frente a productos médicos, semiconductores y baterías. Biden ha impulsado además desde 2022 una andanada de restricciones para evitar que lleguen a China los chips más avanzados y evitar que tome la delantera en la carrera por la hegemonía tecnológica.
En respuesta, China ha acelerado en los últimos años la autosuficiencia en sectores punteros y ha reducido su dependencia con el exterior. Mientras, Xi ha logrado concentrar el poder como no lo ha hecho ninguno de sus predecesores inmediatos. Y ha compuesto una cúpula, perfectamente alineada, y repleta de ingenieros y ejecutivos de empresas industriales a los que Xi reclamó “espíritu de lucha” cuando fue reelegido como máximo líder del Partido Comunista en 2022.
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