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La ONU celebra una cumbre sobre el futuro de Afganistán sin presencia de mujeres afganas

Asociaciones locales e internacionales acusan a Naciones Unidas de haber cedido a las condiciones impuestas por los talibanes para asistir por primera vez a este foro

El portavoz de los talibanes, Zabiullah Mujahid, habla ante los periodistas, todos hombres, en Kabul, antes de viajar a Doha, el 29 de junio de 2024.
El portavoz de los talibanes, Zabiullah Mujahid, habla ante los periodistas, todos hombres, en Kabul, antes de viajar a Doha, el 29 de junio de 2024.SAMIULLAH POPAL (EFE)

Para el islam la vida es un don de Dios que solo él puede quitar. Quien se suicida, afronta un infierno eterno. A Arzo, una afgana de 15 años, ese averno le debió de resultar preferible a vivir en el Afganistán de los talibanes. Esta adolescente, cuya historia reveló la CNN, ingirió en 2023 el ácido de la batería de un coche. Sobrevivió, pero ahora tiene que alimentarse con una sonda gástrica. Recluidas en sus casas y sometidas a terribles abusos, un número en aumento de afganas está recurriendo a matarratas, productos de limpieza, fertilizantes o una cuerda con la que ahorcarse, según organizaciones de derechos humanos, para escapar de los fundamentalistas. En Afganistán, no hay estadísticas sobre el suicido, pero un reciente informe del relator especial de la ONU para Afganistán, Richard Bennett, alertó del alcance de la ideación suicida entre las afganas y describió su calvario como “un apartheid de género”. La misma organización, Naciones Unidas, que divulgó ese documento ha convocado este domingo y este lunes la tercera cumbre de Doha (Qatar) sobre Afganistán. Los talibanes están invitados. Las afganas, no. En el orden del día no figuran las violaciones de sus derechos humanos.

Esta es la primera vez que los talibanes asistirán a una reunión del llamado proceso de Doha. En febrero, cuando se celebró la segunda cumbre, habían sido ya invitados pero declinaron asistir porque Naciones Unidas se negó a satisfacer unas exigencias que su propio secretario general, António Guterres, tildó de “inaceptables”. Los radicales reiteraron entonces que los derechos de sus “hermanas” —así llaman a las afganas— eran un asunto “interno” y que ellos debían ser los únicos interlocutores de la comunidad internacional en Afganistán.

Organizaciones locales como la Coalición Independiente de Movimientos de Protesta de Mujeres Afganas, y otras internacionales como Human Rights Watch (HRW) y el Fondo Malala [fundado por la activista Malala Yousafzai], creen que lo que en febrero era inaceptable, ahora ha dejado de serlo. A la luz de ese precedente, estos grupos creen que la exclusión de las afganas de la tercera reunión de Doha se debe a que la ONU ha terminado por plegarse a las condiciones de los talibanes para asistir a la cumbre.

Incluso su portavoz, Zabihullah Mujahid, que encabeza su delegación en Doha, confirmó este sábado en una rueda de prensa que, en esta ocasión, las exigencias del grupo para Doha III habían sido “aceptadas”. La oficina del portavoz del secretario general de la ONU no ha respondido a las preguntas de este diario sobre el motivo de ese cambio.

Antes de que los talibanes se hicieran con el poder en 2021, la adolescente Arzo quería ser médica. El 21 de junio, una semana después de que se cumplieran 1.000 días de la prohibición de estudiar a todas las afganas mayores de 12 años impuesta por los radicales, la máxima responsable de la ONU en Afganistán, Roza Otunbayeva, jefa de la Misión de Asistencia de las Naciones Unidas en Afganistán (UNAMA), había confirmado la exclusión de las mujeres de la reunión al precisar que estas serían consultadas un día después, un anuncio que llevó a numerosas organizaciones de afganas a lanzar una campaña en redes sociales pidiendo a Naciones Unidas que revirtiera esa decisión.

Una adolescente afgana, privada de proseguir su escolarización, fotografiada en Kabul en 2023.
Una adolescente afgana, privada de proseguir su escolarización, fotografiada en Kabul en 2023. Mohammad Haya Burhan (© UNICEF/UN0627014/Haya Burhan)
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“Las reuniones principales están fijadas para el 30 de junio y el 1 de julio, y las mujeres están invitadas para el día 2, un acto deliberado de falta de exigencia [sobre los derechos de] las mujeres afganas y sus importantes contribuciones al futuro de Afganistán. La ONU debe exigir responsabilidades a los talibanes por sus crímenes contra las mujeres y las niñas, y no lo contrario”, critica en un mensaje por correo electrónico la investigadora sobre derechos de la mujer de Human Rights Watch (HRW) Sahar Fetrat.

Según Otunbayeva, recalca Fetrat, “nadie dictó condiciones a las Naciones Unidas sobre la reunión de Doha”. Sin embargo, “es evidente que la participación de las mujeres y sus derechos han quedado excluidos de la reunión y de su orden del día en un esfuerzo por sentar a los talibanes a la mesa”.

En su rueda de prensa, el portavoz de los talibanes precisó que el orden del día de Doha III se centrará “en cuestiones económicas y en los esfuerzos antidroga”. La representante de la ONU en Afganistán había aludido precisamente a esos temas que, censura la investigadora de HRW, dan prioridad a “los negocios privados, la banca y la lucha contra los estupefacientes y en los que las mujeres no estarán presentes para opinar”.

Otunbayeva trató de minimizar la polémica con el argumento de que, si se habla de narcotráfico en Afganistán, un “30% de los adictos son mujeres”. Defendió también la importancia de “entablar un diálogo directo con los talibanes” para poder decirles que “las mujeres deberían estar en esa mesa [Doha III]”.

Esas discusiones sobre las afganas, pero sin afganas es una de las razones por las que esta experta cree que la ONU “está gestionando el proceso de Doha de forma patriarcal”. A las afganas, añade, “no les gusta que Naciones Unidas haga tratos con sus opresores, excluyéndolas de las decisiones importantes sobre su propio país”. En noviembre, la ONU había condicionado el avance hacia el reconocimiento del Ejecutivo de los talibanes a la mejora de la situación de las mujeres. En su informe, el relator Bennett recomienda acabar con la impunidad de los actuales gobernantes del país.

Manifestantes afganas huyen después de que los talibanes disparan al aire para disolver una protesta en la capital afgana, el 23 de agosto de 2022.
Manifestantes afganas huyen después de que los talibanes disparan al aire para disolver una protesta en la capital afgana, el 23 de agosto de 2022. WAKIL KOHSAR (AFP)

Encrucijada

El proceso de Doha fue una iniciativa del secretario general de la ONU con el fin de definir una estrategia internacional para tratar con los fundamentalistas. Su primera reunión tuvo lugar el 1 y el 2 de mayo de 2023 y en ella participaron los enviados especiales para Afganistán de los Estados de la región; los donantes internacionales; EE UU, Rusia y la Unión Europea. En Doha habían transcurrido antes las conversaciones de paz con los talibanes en 2019, en las que se firmó el acuerdo de paz por el que las tropas internacionales se retiraron del país, lo que precipitó el regreso de los fundamentalistas al poder

Naciones Unidas se mueve desde entonces en la disyuntiva de ser coherente y cortar toda relación con los talibanes, lo que cree que podría resultar en un veto al trabajo de los organismos internacionales de cuya ayuda depende más de la mitad de los afganos —los más vulnerables, las mujeres y los niños— o avanzar hacia la legitimación de un grupo violento, misógino y que pisotea los derechos humanos, con la esperanza de que se moderen.

Solo Nicaragua ha entablado relaciones diplomáticas con el Gobierno de los talibanes. China lo ha hecho en la práctica al aceptar a su embajador en Pekín. Con la invitación de la ONU a Doha III, señala por WhatsApp desde Kabul Laila Bassim, de la Coalición Independiente de Movimientos de Protesta de Mujeres Afganas, se les está “blanqueando y animando a los países de la región a que los reconozcan”.

La perspectiva de que estos exguerrilleros se moderen es ilusoria, dice Bassim, una activista de 24 años amenazada de muerte por los talibanes. Explica que los fundamentalistas son un grupo “ideológico” que “no cree en la negociación y solo acepta su propia ley”.

Sahar Halaimzai, directora de la Iniciativa para Afganistán del Fondo Malala, coincide. “No debemos permitir que [los talibanes] utilicen su cooperación como palanca para silenciar los debates sobre sus violaciones extremas [de derechos humanos]. Y apunta que, lejos de moderarse, estos “han redoblado sus decretos opresivos y brutales” contra las afganas. En marzo, anunciaron la reinstauración de la flagelación pública y la lapidación de mujeres por adulterio.

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