Netanyahu disuelve el gabinete de guerra ante las presiones de la ultraderecha por integrarlo
El foro, que tomaba las decisiones clave, perdió su razón de existir tras la salida el pasado día 9 de los ministros de la oposición Benny Gantz y Gadi Eizenkot
El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, ha disuelto el gabinete de guerra. Es el foro de apenas seis miembros que creó en octubre para tomar las decisiones clave sobre la guerra “larga y difícil” que entonces anunció a raíz del ataque de Hamás. Se trata de la crónica de una muerte anunciada el pasado día 9, cuando Benny Gantz y Gadi Eizenkot, los únicos dos ministros procedentes de la oposición que lo integraban, abandonaron el Ejecutivo por diferencias con Netanyahu sobre la gestión del conflicto, que arranca cada día decenas de vidas palestinas y genera una sensación de falta de rumbo en Israel. Sobre todo este lunes, en el que concluyen los entierros de 11 soldados israelíes, el mayor número de muertes en combate anunciadas en una sola jornada en medio año.
Solo Gantz tenía derecho de voto en el gabinete. Eizenkot era observador. Su salida quitaba sentido a un foro creado justo por exigencia del primero, a cambio de abandonar la oposición y entrar en el Gobierno.
Los cuatro miembros que quedaban eran todos de la coalición de Gobierno: Netanyahu y su titular de Defensa, Yoav Gallant, con derecho a voto y del mismo partido (Likud); Ron Dermer, uno de los hombres más cercanos a Netanyahu, y Arieh Deri, líder del partido ultraortodoxo sefardí Shas, como observadores. También participaban los jefes del Estado Mayor y de los servicios de inteligencia, y solían sumarse los generales que dirigen la guerra y otros asesores. Eran reuniones más ágiles, de un par de horas, con abundante material gráfico sobre el estado de las operaciones en el terreno y un formato de lluvia de ideas. Ya desde la famosa cocinilla de Golda Meir (unas reuniones reducidas en la cocina de su casa), las decisiones relevantes en tiempos de guerra en Israel suelen acabar quedando en pocas manos.
En cuanto Gantz abandonó el barco por sentir que iba a la deriva, los dos principales líderes ultraderechistas en el Ejecutivo, los ministros de Finanzas, Bezalel Smotrich, y de Seguridad Nacional, Itamar Ben Gvir, se apresuraron a exigir los asientos vacantes en el gabinete de guerra. No es lo mismo estar en el foro que realmente lleva el volante que, como ellos dos, solo en el gabinete político y de seguridad, con reuniones de hasta seis horas, filtraciones a los medios locales y discursos de sus 20 miembros permanentes pensando en los titulares de la prensa.
Ante este dilema, Netanyahu ha optado directamente por desmantelar el gabinete de guerra. Es consciente de la radicalidad de quienes exigían llenar el vacío —defienden volver a llenar Gaza de colonos y soldados de forma permanente y “animar” a sus habitantes a abandonarla— y de lo mal que esa entrada habría sentado en Washington. El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, ha lamentado en los últimos meses que Israel tenga el Gobierno “más conservador” de su historia, citando por su nombre a Ben Gvir como parte del problema.
Netanyahu y Gallant tomarán ahora las decisiones más importantes sobre la guerra en reuniones ad hoc con ministros como Dermer, muy cercano al primer ministro y titular de Asuntos Estratégicos. Ben Gvir no será invitado, según el diario Yediot Aharonot.
Presiones
La decisión se produce en un momento en el que oposición y ultraderecha coinciden en empujar a Netanyahu a tomar decisiones, cada uno en una dirección, para que deje de alargar la guerra por intereses personales, prometiendo una “victoria total” que ya hace cuatro meses veía “al alcance de la mano”. Los primeros le exhortan a sellar ya un acuerdo para liberar a los 129 rehenes que quedan en Gaza, aunque suponga el fin de la guerra, y justo después convocar elecciones anticipadas. Los segundos, a entrar a sangre y fuego en la ciudad de Rafah e iniciar una guerra paralela con Hezbolá en Líbano.
Esta tensión ha generado este fin de semana un barullo político que refleja la lucha interna por el mango de la sartén y las tensiones entre políticos, en particular cuanto más a la derecha, y militares. La portavocía del ejército anunció el domingo una “pausa táctica” de 11 horas en los bombardeos en la ruta desde el paso fronterizo de Kerem Shalom, por el que entran los camiones con ayuda humanitaria, hasta un hospital también en el sur de la Franja. No afectaba a la ofensiva en Rafah, ni al resto de la invasión, ni resolvía el problema de cómo distribuir la ayuda desde allí, pero indignó a Netanyahu y a sus socios ultraderechistas.
“El ejército se enfoca cada día en lograr legitimidad internacional, en vez de dejárselo al ámbito político y centrar su atención en ganar la guerra”, protestó Ben Gvir. La propia oficina de Netanyahu emitió un comunicado señalando que desconocía la medida, que consideró “inaceptable”. Después, enterró la polémica, tras recibir la confirmación de que la pausa no supone cambio alguno en las políticas y que “el combate en Rafah continúa según los planes”.
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