“Emigración voluntaria”, el eufemismo que impulsa la ultraderecha israelí para despoblar Gaza
Ministros y diputados partidarios de restablecer los asentamientos judíos en la Franja promueven cada vez con más fuerza “alentar” a los palestinos que lo deseen a abandonarla y su reubicación en otros países
Un eufemismo ha ido ganando peso en el argot político israelí sobre Gaza: “Emigración voluntaria”. Consiste en “alentar” (el otro término que suelen usar sus promotores) a los palestinos que lo deseen a abandonar Gaza y ser acogidos por otros países. “Si solo hubiese 100.000 o 200.000 árabes en Gaza, y no dos millones [en referencia a los 2,3 millones de gazatíes], el discurso sobre el día después [de la guerra] sería diferente”, aseguró el 31 de diciembre uno de sus principales defensores, el ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich.
La impulsan, cada vez con más fuerza, los ultraderechistas en el Gobierno que quieren que su país controle plenamente Gaza y reconstruya los asentamientos judíos que Ariel Sharon evacuó en 2005, pero son, a la vez, conscientes de la imposibilidad de desplazar por la fuerza a todos los que la habitan. Egipto mantiene cerrada la frontera por temor a una limpieza étnica. La iniciativa también tiene defensores en otras partes del arco político, como Danny Danon, exembajador de Naciones Unidas y diputado de Likud, el partido del primer ministro, Benjamín Netanyahu; y Ram Ben-Barak, diputado de Yesh Atid, la formación opositora del exjefe de Gobierno Yair Lapid. Ram Ben Barak, exvicedirector del Mossad, sugiere distribuir a los gazatíes entre 100 países, 20.000 en cada uno. Nadie habla de cuándo y si volverían.
Ante el creciente ruido y la sucesión de condenas internacionales a la propuesta, incluido de aliados férreos como Washington, Berlín y Londres, Netanyahu emitió el pasado miércoles ―víspera de la audiencia en el Tribunal Internacional de Justicia de La Haya por genocidio― un comunicado en inglés para “dejar algunos puntos absolutamente claros”. Entre ellos, que Israel “no tiene intención de ocupar permanentemente Gaza o desplazar a su población civil”.
Pero desplazar a la población no es lo mismo que incentivar la salida “voluntaria” sobre el papel de una Gaza bajo los bombardeos más intensos en décadas que han matado a más del 1% de la población y destrozado barrios enteros. Hace dos semanas, Netanyahu dijo en una reunión de su partido que el “problema” de la iniciativa es encontrar “países dispuestos a absorber gazatíes”. “Estamos trabajando en ello”, dijo. Según el diario Zman Israel, hay contactos secretos con Congo, entre otros países.
La idea comenzó a oírse a principios de noviembre, después de que Israel invadiese Gaza y más de un millón de personas fuesen obligadas a dirigirse al sur de Gaza, donde está la frontera con Egipto. El presidente egipcio, Abdelfatá Al Sisi, se cerró en banda a abrir el cruce de Rafah, el único que no da a Israel. “Lo que está pasando en Gaza es un intento de forzar a los civiles a refugiarse y migrar a Egipto […] Rechazamos todo intento de resolver el asunto palestino por medios militares o a través del desplazamiento forzoso de su tierra”, había declarado ya en octubre. Poco después fue filtrado a la prensa un documento de trabajo del Ministerio de Inteligencia ―en manos de una hoy partidaria de la “emigración voluntaria”, Gila Gamliel, del Likud― que proponía expulsar a la población de Gaza, por la fuerza y para siempre, al Sinaí egipcio. Danny Ayalon, exembajador en Estados Unidos y ex número de dos de Exteriores, hablaba del “espacio casi infinito” que hay en el desierto del Sinaí para montar tiendas de campaña.
“Oportunidad”
Si la “emigración voluntaria” ocupa cada vez más espacio en los debates y los platós de televisión es, en parte, porque la promueven abiertamente hasta cinco ministros, casi todos ultranacionalistas. Es el sector de la coalición que el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, pidió públicamente el mes pasado a Netanyahu echar del Gobierno, porque le “está haciendo muy difícil moverse” y “no quiere una solución de dos Estados” al conflicto de Oriente Próximo. Biden mencionó expresamente al titular de Seguridad Pública, Itamar Ben Gvir, quien veía hace dos semanas en la guerra una “oportunidad para centrarse en alentar la migración de los residentes de Gaza”, como “solución correcta, justa, moral y humana”.
Otro de los partidarios es Amijai Eliyahu, el ministro de Legado que generó polémica al considerar una opción lanzar una bomba atómica sobre Gaza. En una entrevista con la cadena de televisión Ynet, provocó risas en el plató al defender que la emigración voluntaria no es un desplazamiento forzoso, sino una posibilidad de “mejorar la vivienda” para aquellos gazatíes que “rehúsen vivir en esas condiciones”, en referencia a la destrucción en Gaza. Los bombardeos han dejado 290.000 casas dañadas, 70.000 de ellas, destruidas o inhabitables, según cifras del Gobierno de la Franja recogidas del pasado lunes por Naciones Unidas. Medio millón de personas no tienen adonde volver.
Shlomo Karhi, ministro de Comunicaciones y también del Likud, la defendía así recientemente en una entrevista en la cadena de televisión del Parlamento:
—Claramente, tenemos que alentar la emigración voluntaria […] Hay actores que, cierto, a lo mejor ahora no están involucrados [en los enfrentamientos], pero no aman a Israel y educan a sus hijos en el terrorismo. Nos gustaría verlo. Y hemos hablado de eso en las reuniones del Gobierno. No hay países occidentales que quieran albergarlos, incluso si pagamos mucho dinero. La emigración voluntaria es importante. No supone vulneración alguna de los derechos humanos
― Pese a lo que oímos, usted dice que es la solución…
― Alentar la emigración voluntaria. Y ‘forzarle hasta que diga que quiere’ [un dicho en hebreo]
― ¿Cómo?
― Lo hace la propia guerra
― O sea, seguir con fuerza, hambre, condiciones difíciles…
― No con condiciones difíciles. Damos ayuda humanitaria a los civiles [en referencia a la que Israel permite que entre desde Egipto] a los civiles
― Pero las condiciones son difíciles
― Sí, las condiciones son difíciles y lo seguirán siendo mientras no traigamos de vuelta a los rehenes y eliminemos a Hamás
La entrevista tuvo lugar poco después de que el secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, abordase el tema en una rueda de prensa al final de su última visita a Israel. “En mis encuentros de hoy he sido claro y meridiano: los civiles palestinos deben poder volver a casas en cuanto lo permitan las condiciones. No deben ser presionados a abandonar Gaza. Como dije al primer ministro, Estados Unidos rechaza inequívocamente cualquier propuesta que promueva reubicar a los palestinos fuera de Gaza, y el primer ministro me reafirmó que esa no es la política del Gobierno”.
Argumentos humanitarios
Los defensores de la propuesta suelen recurrir a argumentos humanitarios. En el artículo de opinión en el diario The Wall Street Journal en que la presentaron en noviembre, Ben-Barak y Danon aseguraban que “la comunidad internacional tiene el imperativo moral (y la oportunidad) de demostrar compasión, ayudar a la gente de Gaza a avanzar hacia un futuro más próspero y trabajar juntos para lograr mayor paz y estabilidad en Oriente Próximo”. Los autores recordaban cómo varios países europeos y Estados Unidos absorbieron refugiados de las guerras de Bosnia, Kosovo y, más recientemente, Siria, y pedían a Occidente “ofrecer refugio a los residentes de Gaza que busquen reubicación”.
“Tenemos que hacer más fácil a los gazatíes irse a otros países”, lo que “facilitaría las cosas a los que se quedan y a los esfuerzos para reconstruir Gaza”, argumentaba Danon en una entrevista radiofónica en diciembre. Una “broma de mal gusto” lo llamó el diario Haaretz en un editorial. “Aunque insista todo lo que quiera en que sería ‘voluntario’, lo que está proponiendo es un desplazamiento forzoso de población en todos los sentidos […] El único deseo que desempeña un papel aquí es el de Danon y sus socios ideológicos, que quieren echar a los gazatíes y volver a los asentamientos judíos evacuados de Gaza en 2005, o algo en esa línea”, señala.
Reuven Hazan, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Hebrea de Jerusalén y experto en el sistema político israelí, lamenta la “desconexión de la realidad” y el “etnocentrismo” de quienes promueven la iniciativa tanto como que Netanyahu los mantenga en el Ejecutivo. “Necesita los 64 diputados [de 120, que obtiene con ultranacionalistas y ultraortodoxos] para el día en que Benny Gantz se vaya del Gobierno de concentración. Sabe que ellos le dan lo que quiere, y Gantz y Lapid, no”, señala por teléfono. La propuesta, opina, es también una herramienta de la ultraderecha para movilizar a su propio público, partidario de reconstruir los asentamientos en Gaza, y atraer al sector del Likud más cercano al nacionalismo religioso.
El último impulso tuvo lugar la semana pasada, en una conferencia en un museo de Jerusalén bautizada “Lecciones de Gaza, el fin de la idea de los Estados”, con 1.000 asistentes presenciales y otros 5.000 en línea, según el diario The Jerusalem Post. La ministra Gamliel aseguró que el día que acabe la guerra quedarán en Gaza “unos dos millones de personas, muchos de los cuales votaron a Hamás y celebraron la masacre de hombres, mujeres y niños” el 7 de octubre, pero supone también una “oportunidad” para que el mundo, “que asegura preocuparse por los palestinos”, arrime el hombro. “En tres palabras: abrid la puerta […] Le digo a la comunidad internacional: nadie está empujando o forzando a nadie a irse, pero seguro que no podéis permanecer indiferentes a su sufrimiento”.
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