El ministro israelí Benny Gantz abandona el Gobierno por desavenencias con Netanyahu sobre la guerra de Gaza
“No es el momento de abandonar la batalla”, replica el jefe de Gobierno, que se queda con la extrema derecha y los ultraortodoxos como únicos socios de coalición, igual que antes de la invasión de la Franja
El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, se queda desde este domingo con los mismos socios de coalición que antes de la guerra en Gaza: ultranacionalistas y ultraortodoxos. Benny Gantz, un respetado ministro procedente de la oposición y que integraba el minigabinete que toma las decisiones clave sobre la invasión, ha anunciado su salida del Gobierno de unidad, creado en octubre para gestionar la invasión de la Franja. Lo hace por considerar que Netanyahu ofrece a su país “promesas vacías”, en vez de llevarlo a una “victoria verdadera”, por “consideraciones políticas”. El jefe de Gobierno ha respondido al instante: “Israel está en una guerra existencial en varios frentes. Benny [Gantz], no es el momento de abandonar la campaña, es el momento de unir fuerzas”, ha espetado Netanyahu.
Gantz se ha esforzado en justificar su decisión en su comparecencia ante los medios que retrasó un día por el rescate de cuatro rehenes en medio de bombardeos masivos que mataron a 274 personas, según Hamás. Ha explicado que abandonar la oposición (en la que estaba desde las últimas elecciones, en noviembre de 2022) para ingresar en el Ejecutivo de emergencia pocos días después del ataque del 7 de octubre fue “fácil” porque suponía “alistarse”, igual que “el resto de israelíes”, “a sabiendas de que era un Gobierno malo”. Por “compartir destino, no políticas”, y porque “hacía falta unidad como el aire para respirar”, agregó. El país venía además de meses de agria división, principalmente en torno a la reforma judicial del Gobierno.
Luego, durante meses, trató de “influir en el rumbo del barco en habitaciones cerradas”, en referencia a que evitó airear en público las desavenencias. Hasta que comprendió que Netanyahu solo ofrece “promesas vacías”, en vez de una “victoria verdadera”, que definió como el regreso de todos los rehenes, el reemplazo de Hamás como fuerza gobernante en Gaza y la creación de una alianza regional contra Irán.
La coalición mantiene 64 de los 120 diputados
Otros dos ministros de su partido, Gadi Eizenkot y Hili Tropper, también han anunciado que dejan el Ejecutivo. Las decisiones, sin embargo, no tumban la coalición (que mantiene 64 de los 120 diputados del Parlamento), ni implica la celebración de elecciones. Es más bien un regreso a la situación que se dio durante un convulso año: entre las últimas elecciones legislativas, en noviembre de 2022, y el ataque de Hamás que desencadenó la sangrienta invasión de Gaza. Es decir, Netanyahu como primer ministro al frente de una coalición de su partido (Likud) con ultraortodoxos y la extrema derecha.
Pero la salida de Gantz sí aumenta la presión sobre Netanyahu para que convoque comicios anticipados, como quiere una mayoría de israelíes, al quedarse de nuevo únicamente con aliados que se encuentran a su derecha. Estados Unidos, además, pierde a un interlocutor al que invitó en marzo a Washington, para enfado de Netanyahu, y consideraba una voz razonable en el Gobierno “más conservador en la historia de Israel”, como lo definió en diciembre el propio presidente Joe Biden.
Uno de estos socios, el ultraderechista ministro de Seguridad Nacional, Itamar Ben Gvir, no ha perdido el tiempo. Horas antes del anuncio, ya reclamaba más peso en las decisiones estratégicas del Ejecutivo aprovechando el hueco que deja Gantz. “Pediré que [sus seis diputados] tengan una representación acorde, no como hasta ahora”, dijo. Ben Gvir acusó a Gantz de haber integrado el Ejecutivo “solo para crear caos y promover su agenda política”, por lo que su marcha es “importante” y abre la puerta a que él “vuelva a ser la fuerza motriz” del Ejecutivo. También reiteró que su plan es “conquistar Gaza” de forma permanente e ir a la guerra en Líbano contra Hezbolá, por lo que abandonará la coalición si Netanyahu sella el “temerario” acuerdo de alto el fuego que puso sobre la mesa y que resumió Biden la semana pasada.
Netanyahu apenas ha tenido 24 horas para vanagloriarse del rescate de rehenes que sigue dominando este domingo los informativos. La operación generó un estado de ánimo (hasta un socorrista en una playa de Tel Aviv lo anunció desde la caseta a los bañistas, que respondieron con aplausos) que llevó a Gantz a cancelar el discurso de salida de la coalición. El sábado, habría sido percibido como un gesto divisivo en un día de alegría compartida. Netanyahu aprovechó el tiempo de descuento para pedirle que diese marcha atrás en sus intenciones. No sucedió.
El partido de Gantz ganaría en nuevas elecciones
Si mañana se celebrasen elecciones, la coalición de Gobierno quedaría fuera del poder, según coinciden los sondeos. Y el partido de Gantz (Unidad Nacional) ganaría con claridad. Pero Netanyahu, cuya popularidad ya venía desgastada de la reforma judicial (que generó las mayores protestas de las siete décadas de historia del país) y hundió el ataque del 7 de octubre, ha venido recuperando terreno poco a poco. La semana pasada, por primera vez desde mayo de 2023, Netanyahu volvió a superar en popularidad a Gantz en un sondeo (36% y 30%, respectivamente). La misma encuesta, del canal 12 de televisión, daba en diciembre un 45% a Gantz y un 27% al primer ministro.
Gantz era, junto con Netanyahu y el titular de Defensa, Yoav Gallant, uno de los únicos tres políticos con derecho de voto en el minigabinete que toma las decisiones más relevantes sobre el curso de la guerra. También el único que venía de la oposición. En los últimos meses, sin embargo, cada vez más partidarios de Gantz veían su permanencia en el Ejecutivo como un regalo inmerecido a un Netanyahu que crea un círculo vicioso por su propia supervivencia política: alarga artificialmente la guerra hasta la quimérica “victoria total” a la vez que rechaza convocar elecciones anticipadas mientras continúe esa misma guerra, con el argumento de que “paralizarían al país hasta ocho meses justo antes de la victoria”, algo que Hamás “sería el primero en celebrar, y eso lo dice todo”.
Consciente de que su popularidad se sustenta en su imagen de hombre de Estado y de exmilitar que prioriza el bien nacional sobre las cábalas políticas, Gantz venía arrastrando los pies con la salida del Ejecutivo, que le pedían cada semana los manifestantes en Tel Aviv y el resto de la oposición, que no quiso sumarse al Gobierno de guerra. Primero, con la petición, aún desde dentro del Ejecutivo, de elecciones para septiembre, que fue ignorada. Luego, el pasado 17 de mayo, con un ultimátum para alcanzar un acuerdo en torno a seis “objetivos estratégicos” sobre la guerra en Gaza y su día después, dada la ausencia de “una brújula estratégica clara y realista” y el “sabotaje de los esfuerzos para cultivar el apoyo de Estados Unidos y de los países árabes moderados”. La fecha tope marcada por Gantz era el 8 de junio. Ha cumplido su promesa al final un día más tarde.
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