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El último reto de Netanyahu

El político que más años ha dirigido Israel se dispone a gobernar con socios incómodos por su ultranacionalismo y sus declaraciones racistas y homófobas

Benjamin Netanyahu saluda a sus seguidores el pasado 2 de noviembre.
Benjamin Netanyahu saluda a sus seguidores el pasado 2 de noviembre.Oren Ziv (AP)
Antonio Pita

“No he entregado grandes poderes en Judea y Samaria, Cisjordania, para nada. De hecho, el ministro de Defensa y yo tomaremos todas las decisiones y eso está en el acuerdo de coalición”. Horas después de que el próximo primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, pronunciase esta frase en una entrevista con la cadena de noticias saudí Al Arabiya, su oficina tuvo que aclarar en un comunicado que se refería solo a los asuntos de seguridad, y no a la Administración Civil, el órgano del Ministerio de Defensa que gestiona en territorio ocupado asuntos como los permisos de trabajo, el traslado a un hospital o el censo. Es decir, al día a día de millones de palestinos, que ha entregado a un civil conocido por su ultranacionalismo y su violento discurso antiárabe, Bezalel Smotrich.

La aclaración (en hebreo) a la entrevista (en inglés) muestra los equilibrios que necesitará a sus 73 años Netanyahu, líder del conservador Likud, tras haber formado Gobierno solo con partidos ultraortodoxos y nacionalistas religiosos radicales. Nunca la ultraderecha había tenido tanta fuerza en un Ejecutivo como el que comunicó este miércoles al presidente, Isaac Herzog.

La sexta legislatura de Netanyahu no es solo la más derechista del Estado judío desde su creación en 1948. Es también la primera sin nadie a su izquierda. Incluso un experto funambulista como él tendrá que avanzar por la cuerda contentando a sus nuevos compañeros de viaje mientras convence en perfecto inglés a sus aliados occidentales de que el historial de racismo, homofobia e incitación a la violencia que atesoran se convertirá en más ruido que nueces una vez en el Gobierno. Todo ello sin que se desboque la violencia. 2022 es ya el año con más palestinos muertos en Cisjordania (165) desde 2007 y más israelíes (31) desde 2014.

El comentarista B. Michael recurre a la figura del “poli bueno, poli malo” para criticar la imagen de Netanyahu como un líder moderado presionado por radicales. “Está funcionando tanto que algunas personas han argumentado, con total seriedad, que todos deberíamos apoyar a Bibi ahora. ¿Por qué? Porque solo Bibi puede salvarnos de todo aquello en lo que nos ha metido”, ironiza en un artículo de opinión en el diario Haaretz.

“La política genera interesantes compañeros de cama”, justificó Netanyahu la semana pasada, en una entrevista con la radio pública estadounidense en la que insistió que tendrá “las dos manos firmemente en el volante”.

De copilotos llevará, sin embargo, varios socios incómodos. Además de Smotrich, que comenzará como ministro de Finanzas y será “ministro especial” en Defensa, un puesto creado ex profeso para él, está Itamar Ben Gvir, la estrella de la derecha más radical y provocadora. Sacó su pistola en campaña mientras pedía a los policías que abriesen fuego contra los palestinos que les tiraban piedras en Jerusalén. Llamó “hombre justo” al colono que mató a 29 palestinos al entrar en la mezquita de Hebrón para disparar indiscriminadamente durante el rezo. Y pidió expulsar en tren a Europa, “donde hacen falta trabajadores”, a los palestinos con ciudadanía israelí que se muestren “desleales” con su país en tiempo de guerra. Netanyahu lo ha nombrado ministro de Seguridad Nacional, una versión ampliada del ministerio responsable de la policía.

Itamar Ben Gvir posa con activistas que tratan de erigir un nuevo asentamiento israelí en Cisjordania, el pasado julio en Barkán.
Itamar Ben Gvir posa con activistas que tratan de erigir un nuevo asentamiento israelí en Cisjordania, el pasado julio en Barkán.Amir Levy (Getty Images)

El acuerdo de coalición anunciado este jueves con su partido, Poder Judío, incluye el compromiso de aprobar en el Parlamento la eliminación de un apartado de la Ley Básica por el que se puede descalificar a los candidatos a un escaño que inciten al racismo o nieguen el carácter judío y democrático del Estado de Israel. El Tribunal Supremo se basó en este apartado para excluir de la lista electoral en los últimos años a miembros de Poder Judío y para ilegalizar en 1988 a la formación de la que bebe intelectualmente, Kaj, posteriormente declarada terrorista.

Como secretario de Estado tendrá al líder del partido ultraconservador y homófobo Noam, Avi Maoz, que asegura que las familias LGTBI ponen Israel en peligro. Ha promovido en el Parlamento que los tribunales rabínicos juzguen asuntos civiles y la obligatoriedad de rellenar el nombre del padre y de la madre en los formularios oficiales del Gobierno. Entre sus competencias estará revisar programas educativos externos.

El pasado día 13, el aún jefe de Gobierno, Yair Lapid, tuiteó: “Quiero preguntarle a la madre que votó por el Likud: ¿es esto es lo que querías? […] ¿Que con tu voto se forme el Gobierno más radical de la historia del Estado?”. Le respondió días más tarde en el diario Yediot Ahronot el columnista Einav Schiff: “Aunque la respuesta sea no, es irrelevante. A diferencia de los dos últimos Gobiernos, el próximo se formará sobre la base de que todos los actores prometieron algo específico y ahora están manteniendo esa promesa. Puede que resulte una sorpresa, pero el voto por el bloque de Likud-ultraortodoxos-nacionalistas religiosos va a resultar en un Gobierno Likud-ultraortodoxos-nacionalistas religiosos”.

La cruel política

Bibi aseguró recientemente que la política es cruel en cualquier lugar, pero más aún en su país, como muestra la “demonización” que sufre “por ganar una elección tras otra”. Aunque sea cruel, se mueve en ella con soltura. Nadie ha gobernado tanto Israel: 15 de sus 74 años de historia, entre 1996 y 1999 y entre 2009 y 2021. Sus mensajes directos y su imagen de líder fuerte que solo vela por el futuro de Israel calan entre la población. Sus seguidores rozan el culto a la personalidad al hablar de él con frases como “Melej Israel” (rey de Israel) o “Rak Bibi” (Solo Bibi”). Netanyahu no dudó en 2015 en exhortarlos a acudir a las urnas porque los árabes lo estaban haciendo “en hordas”. “Bibi no es racista, pero es experto en usar el racismo por motivos políticos”, aseguró un exministro del Likud, Dan Meridor, según cuenta Anshel Pfeffer en su biografía de Netanyahu Bibi (Hurst, 2018).

Es también pragmático y alérgico a los riesgos. De hecho, ahora admite que mantendrá el acuerdo por el que Israel y Líbano han delimitado su frontera marítima para la explotación de gas. Durante la campaña lo calificó de “rendición histórica” y prometió denunciarlo si regresaba al poder.

Un operario coloca un cartel electoral de Netanyahu, el miércoles en Jerusalén.
Un operario coloca un cartel electoral de Netanyahu, el pasado octubre en Jerusalén.AMMAR AWAD (Reuters)

Una de sus especialidades son los golpes de efecto. En 2011, su popularidad estaba en el 29% por la mayor protesta social de la historia del país, por el coste de la vida. Saltó al 51% en apenas dos meses, cuando trajo de vuelta al soldado Guilad Shalit, que retenía Hamás en Gaza. El precio del canje (la liberación de más de 1.000 presos palestinos) fue inédito, pero Bibi era muy consciente de la importancia que dan las familias, en un país con servicio militar obligatorio, a no dejar a nadie atrás. Un año más tarde, ordenó una ofensiva sobre Gaza a dos meses de las elecciones. Ganó con holgura.

Ahora, cunde la sensación de que se le han acabado los conejos en la chistera. También de que los socios de coalición le están sacando hasta los higadillos en las negociaciones, por mucho que se esfuerce en ocultarlo. O que se los está dejando sacar con tal de retomar la jefatura de Gobierno ―que perdió hace año y medio por primera vez desde 2009― para protegerse de las tres causas en las que está imputado: por sospechas de que ofreció beneficios económicos a cambio de coberturas mediáticas favorables y que pagó en favores las joyas, puros y champán que recibió como regalo su familia. En 2019, su esposa Sara se declaró culpable de un delito menor y pagó 55.000 shekels (unos 11.250 euros) para zanjar su juicio por haber cargado al erario público 360.000 shekels (85.000 euros) en catering, pese a tener personal de cocina a tiempo completo.

Una última mecha 

Negocios cerrados por la huelga general tras la muerte de Nasser Abu Hmeid, el pasado martes en la ciudad cisjordana de Ramala.
Negocios cerrados por la huelga general tras la muerte de Nasser Abu Hmeid, el pasado martes en la ciudad cisjordana de Ramala.Mohamad Torokman (REUTERS)

Poco antes de su fin, el Gobierno de Yair Lapid ha dejado encendida una mecha. El pasado martes, anunció que no entregará el cadáver de Nasser Abu Hmeid, muerto de cáncer mientras cumplía siete cadenas perpetuas en Israel y considerado por muchos palestinos un icono de la lucha armada contra la ocupación israelí. Fue uno de los fundadores las Brigadas de Mártires de Al Aksa, el brazo armado de Al Fatah, y estaba en prisión desde 2002. Ya en 1990 había sido condenado a perpetuidad por asesinar colaboracionistas con Israel, pero fue liberado.

La decisión tiene como objetivo forzar a Hamás a entregar a los cuatro israelíes (dos vivos que entraron en Gaza y dos muertos) que mantiene en la franja y que quiere canjear por presos palestinos. Israel ya venía reteniendo los cadáveres de miembros de Hamás, pero lo extendió a Abu Hmeid pese a ser de Al Fatah. 

Abu Hmeid era lo suficiente conocido, los rumores de que murió por falta de atención médica lo suficientemente fuertes y el contexto general lo suficientemente tenso como para que la medida provocase una huelga general en Cisjordania y una huelga de hambre de un día entre los presos. El portavoz del Ministerio palestino de Asuntos de Prisioneros, Muntasir al Nauq, calificó la decisión de “falta de respeto por la dignidad humana”. 

Abu Hmeid era además muy cercano al palestino más popular, Marwan Barghuti, también entre rejas a perpetuidad y que un 61% de palestinos querría como presidente, según un sondeo publicado este mes por el Centro Palestino de Investigación de Políticas y Encuestas. “La patria está en tus manos”, le escribió hace dos meses en una carta, interpretada como una bofetada al actual liderazgo palestino, que ha publicado ahora su círculo.

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Sobre la firma

Antonio Pita
Corresponsal para Oriente Próximo, tras cubrir la información de los Balcanes en la sección de Internacional en Madrid. De vuelta a Jerusalén, donde ya trabajó durante siete años (2007-2013) para la Agencia Efe. Licenciado en Periodismo y Máster de Relaciones Internacionales y Comunicación por la Universidad Complutense de Madrid.

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