Construcción de búnkeres, aumento de reservistas y el regreso de la mili: Europa ensaya la vía de la defensa civil
En el tercer año de invasión rusa, los países europeos refuerzan las capacidades de la sociedad ante una posible agresión. Bruselas encarga un plan de protección, mientras que socios como España reclaman prudencia
Hay niños en Ucrania que distinguen entre un mortero, una granada y un misil; menores que aprenden a disparar, montar un rifle o pilotar un dron; adultos que participan en la defensa civil y que se enrolan como reservistas. Hay refugios y normas para usarlos; guías en caso de bombardeo e instrucciones para curar las heridas. Es la retaguardia de la guerra en las propias carnes, tan lejana de la Europa occidental como lo son las tropas de Rusia. Hasta ahora. El Consejo Europeo ha elevado esta semana el tono ante los “peligros” y “amenazas” que acechan, entre ellos, una ofensiva rusa en suelo comunitario. Bruselas pide más “preparación militar”, pero también, y aquí está la novedad, “civil”. Involucra definitivamente a la sociedad en la defensa del territorio.
Esto ocurre justo cuando la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ha pedido al expresidente de Finlandia Sauli Niinistö redactar un informe que permita mejorar la protección de Europa. Por si había dudas del motivo, Von der Leyen ha dicho: “Sabemos que la ambición de Putin no termina en Ucrania”. Bruselas ha tocado a rebato, pero muchas sociedades europeas ya estaban en ello.
El consenso en la UE sobre un posible ataque ruso o la implicación de la sociedad en la defensa no es pleno ―el jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell, afirmó este jueves que “la guerra no es inminente” y pidió no asustar a la población―. Pero hay camino hecho. Uno de los últimos países en unirse de algún modo a este clima de entrenamiento civil ha sido Alemania. El pasado fin de semana, la ministra de Educación, la liberal Bettina Stark-Watzinger, propuso que los colegios formen a los alumnos para casos de desastre natural, pandemia o guerra. Políticos cristianodemócratas y socialistas han criticado el alarmismo de Stark-Watzinger. No obstante, el líder de la Asociación de Pueblos y Municipios alemana, el exdiputado André Berghegger, recogió el hilo de la ministra para instar a una mejora general de la defensa civil, con un coste aproximado de 1.000 millones de euros, que permitiría entre otras cosas reforzar el sistema de refugios. Se estima que, de los 2.000 búnkeres alemanes disponibles en tiempos de la Guerra Fría, solo existen en la actualidad 600.
“Los países nórdicos, en particular Finlandia y Suecia”, afirma en un correo Rafael Loss, analista en temas de seguridad del European Council on Foreign Relations (ECFR), “que permanecieron no alineados militarmente en la Guerra Fría, han invertido durante mucho tiempo en almacenar material crítico ―no solo municiones, sino también suministros médicos y alimentos― y preparar a sus poblaciones civiles para una crisis global”. Otros Estados, según Loss, están “redescubriendo actualmente su vulnerabilidad a las técnicas de guerra híbrida [combinación de diferentes medios de agresión no siempre vinculados a la fuerza convencional]”, mientras que hay países que aún no parecen sentir mucha presión.
El modelo finlandés
La amenaza híbrida es el gran desafío, venga de Rusia, China u otros actores estatales o no estatales. Un tipo de agresión que por su naturaleza, ya sea un ciberataque o una campaña de desinformación, pueden alcanzar en la actualidad a los ciudadanos antes incluso que a fuerzas armadas convencionales.
Finlandia, que comparte 1.300 kilómetros de frontera con Rusia, es el modelo en medio continente en defensa civil. Por este motivo, Von der Leyen ha pedido a Niinistö un informe para otoño que puedan poner en práctica las instituciones europeas que salgan de las elecciones de junio. El número de refugios finlandeses es un buen botón de muestra, fundamental para evaluar la preparación del país: el inventario hecho por Helsinki cifra en 50.500 los búnkeres disponibles, es decir, suficientes para dar cobijo si es necesario a 4,8 de los 5,5 millones de habitantes.
La estrategia es múltiple, en gran medida liderada por el Ministerio de Interior, pero también con ramificación en Economía a través de la Agencia de Suministros de Emergencia. Cinco capacidades esenciales: aviso (alerta), evacuación, combate, rescate y atención médica. Todo esto con una filosofía ejemplar: la preparación de cada individuo ―formados incluso para sobrevivir al menos durante 72 horas con sus propios recursos―, que contribuye a la resiliencia de la sociedad y, finalmente, a la autosuficiencia de un país en caso de catástrofe.
El vecino escandinavo, Suecia, flamante miembro de la OTAN como Finlandia, también lleva años preparando a los suyos. Ya en mayo de 2018, el Gobierno del socialdemócrata Stefan Löfven hizo algo que no se había hecho desde 1961, el envío masivo de folletos instructivos a la ciudadanía bajo el título Si llega una crisis o una guerra. El actual Ejecutivo del conservador Ulf Kristersson ha ido un poco más allá con la creación del Ministerio de Defensa Civil. Todo esto enmarcado en lo que Estocolmo denomina la “defensa total”, un concepto disuasorio desarrollado desde 2015 con una idea básica: si la defensa funciona bien y otros son conscientes de ello, el riesgo de ataques y presión disminuirá.
Kristersson lo expresa de una forma más tajante: “Si no estás dispuesto a defender a Suecia, no seas ciudadano sueco”. Por esto, la dirigente socialdemócrata sueca Magdalena Andersson ha criticado el alarmismo del primer ministro. Los ciudadanos suecos están respondiendo, sobre todo a través de la Guardia Nacional, fuerza reservista, que solo en 2022 registró un aumento de solicitudes de más del 600% y ya en los primeros dos meses de 2024 ha visto duplicar el número de peticiones. Otros países europeos tratan de abrirse camino en este reclutamiento de voluntarios. El Gobierno italiano trabaja en una ley sobre reservistas, mientras que el belga ha aprobado la reforma de la norma para ampliar y hacer más atractivo el alistamiento con el objetivo este año de enrolar a más de un millar de ciudadanos.
Dinamarca también se ha contagiado de la necesidad de invertir en la preparación de la defensa de su país, en esta ocasión a través del servicio militar obligatorio. El pasado día 13, el Gobierno de la socialdemócrata Mette Frederiksen anunció dos cosas: primero, que la mili sería también de obligado cumplimiento para las mujeres, algo que por el momento solo ocurría en Europa en Suecia y Noruega. Segundo, que el periodo de formación aumentaría de los cuatro meses en la actualidad a once. Frederiksen dijo entonces algo en línea con la disuasión que persigue Suecia: “No nos rearmamos porque queramos la guerra. Nos estamos rearmando porque queremos evitarlo”.
Sánchez pide contención
La disuasión es la senda a seguir para muchos, se ejecute de un modo u otro. El presidente español, Pedro Sánchez, quiso rebajar este viernes, durante el Consejo Europeo, el nivel de alerta. “La contención es muy importante”, manifestó en Bruselas. “No se puede hablar alegremente de terceras guerras mundiales ni trasladar mensajes que preocupan a la ciudadanía”. El Departamento de Seguridad Nacional español, en su informe de 2023, cita en la lista de riesgos de mayor intensidad la “tensión estratégica y regional”, que incluye la provocada por la guerra en Ucrania. Pese a que no existe un plan de defensa civil al estilo de los nórdicos o bálticos, la estrategia fijada por el Gobierno español habla ya de una “cultura” (formación, comunicación, divulgación) de seguridad nacional hacia la sociedad civil.
Otros países europeos se preparan porque, aunque no busquen la confrontación, la cercanía geográfica les pone a tiro. Polonia, que comparte una linde de 530 kilómetros con Ucrania, ha contabilizado recientemente sus refugios antibomba. El resultado no es esperanzador. Tan solo un 4% de los 38 millones de habitantes del país tendrían dónde resguardarse con garantías. Tras conocer estos datos, el alcalde de Varsovia, Rafal Trzaskowski, ha anunciado una inversión de 27 millones de euros para, por un lado, poner a punto el sistema de búnkeres y, por otro, mejorar la educación y capacidad de respuesta sanitaria en caso de ataque. El Gobierno trabaja además en una nueva ley de defensa civil.
Más cerca de Moscú están los países bálticos. Estonia, Lituania y Letonia han reforzado su gasto militar, pero no sin descuidar su entramado de defensa civil. El Ejecutivo estonio de la primera ministra liberal Kaja Kallas aprobó en febrero un nuevo plan de acción para la defensa civil (32 millones de euros) con el objetivo de que, en cuatro años, al menos el 25% de la población esté lista en caso de crisis (conocimiento, alerta, preparación). A largo plazo, en una década, Tallin quiere que el 40% de los ciudadanos sean autosuficientes en caso de catástrofe de cualquier tipo.
El Ministerio del Interior lituano, por su parte, ha evaluado las capacidades de los ciudadanos. Aunque hay un 50% que declara que sabría qué hacer en una crisis, solo el 9% tiene un conocimiento real de cómo gestionar una situación así. Ya en mayo de 2022, el Parlamento lituano aprobó la Estrategia de Resistencia civil con tres componentes: resiliencia civil, voluntad de resistir y habilidades prácticas. “Todos los ciudadanos, independientemente de su edad, residencia o habilidades, podrán encontrar formas de contribuir”, dijo entonces el ministro de Defensa lituano, Arvydas Anusauskas.
El pasado octubre fue el Legislativo letón el que dio luz verde al nuevo Concepto de Defensa Nacional, en el que se implica a la sociedad para la resistencia. El plan contiene incluso clases en las aulas para enseñar a los niños a cómo actuar en caso de crisis o guerra. “Los ciudadanos”, ha dicho el presidente letón, Edgars Rinkevics, “deben ver cómo involucrarse en la defensa nacional y civil [del país]”. El dilema que surge aquí lo resume así Loss, del ECFR: “¿Cómo se puede motivar a las personas a desarrollar una mentalidad de defensa civil sin asustarlas y llevarlas a la parálisis? Este es un equilibrio difícil”.
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