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Ucrania teme que el apoyo de Occidente se resquebraje

Kiev asiste con preocupación al bloqueo de ayudas en el Congreso de EE UU y a las grietas en el frente europeo en torno a las consecuencias de su adhesión a la UE

El presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, saluda al mandatario ucranio, Volodímir Zelenski, el 5 de octubre en Granada.
El presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, saluda al mandatario ucranio, Volodímir Zelenski, el 5 de octubre en Granada.DPA vía Europa Press (DPA vía Europa Press)

Nubarrones poco halagüeños han empezado a cubrir la alianza occidental que sustenta a Ucrania. La ayuda económica estadounidense a Kiev frente al agresor ruso se tambalea, y al país invadido, que teme que flaquee aún más el próximo año, cuando se disputan unas elecciones presidenciales en las que Ucrania es ya un tema de campaña, le preocupa que también la UE flaquee en el nivel de apoyo. El presidente ucranio, Volodímir Zelenski, ha advertido estos días en Granada, durante la cumbre de la Comunidad Política Europea, que el momento es “peligroso” y que el líder ruso, Vladímir Putin, tratará de aprovechar cualquier fisura. “Espero que nos mantengamos unidos en estos tiempos inciertos”, reclamó Zelenski ante más de 40 líderes europeos en la reunión en la que España ha sido anfitriona.

Kiev pide ayuda militar para una guerra que admite que será larga si quieren liberar todos los territorios ocupados por Rusia. El frente bélico está congelado, con avances pírricos por parte de Ucrania ante unas defensas rusas bien parapetadas, mejor preparadas y armadas que al inicio de la invasión, en febrero de 2022. Los socios de Kiev en la OTAN y en la UE reiteran que le darán apoyo el tiempo que sea necesario, pero han aparecido ciertas fisuras en la coalición. Y cuanto más tiempo dure el conflicto, más difícil será mantener esa unidad de la que habla Zelenski, reconoce una alta fuente comunitaria.

Al líder ucranio le preocupan esos nubarrones. Ya ha empezado a detectar un cambio de ánimos entre alguno de sus interlocutores. “Tengo esta intuición, leyendo, escuchando y mirándolos a los ojos cuando me dicen ‘estaremos siempre con vosotros’. Y veo que él o ella ya no está aquí, no está con nosotros”, comentó en una entrevista con The Economist ya hace un mes. En su discurso ante la asamblea general de Naciones Unidas, el 19 de septiembre, criticó que ya se estuvieran produciendo negociaciones secretas, de espaldas a Ucrania, para terminar la guerra.

La alarma más clara de esas turbulencias ha sido el bloqueo por parte del Partido Republicano en el Congreso de EE UU de las futuras ayudas del Gobierno a Ucrania. La Casa Blanca ha recalcado que las partidas acordadas previas al veto garantizan suministros durante meses, pero la decisión del Congreso de aprobar una ley temporal de presupuestos sin el paquete de 6.000 millones de euros para Ucrania, con apoyo de demócratas y republicanos, para evitar el cierre de la Administración, ha sido un mazazo para el estado de ánimo ucranio, porque se ha confirmado que cada vez será más difícil recibir esta asistencia y porque algunos de los contendientes republicanos para disputar la presidencia estadounidense en 2024 son partidarios de cerrar el grifo al país atacado. “Si no recibimos vuestra ayuda, perderemos la guerra”, advirtió Zelenski el 21 de septiembre en Washington.

Cada vez hay más nervios en Kiev y en la UE sobre lo que depara 2024. Ucrania será uno de los protagonistas de la larga campaña electoral estadounidense, y el riesgo es que el Partido Demócrata pise el freno en su asistencia a Ucrania para evitar una sangría de votos hacia la oposición republicana. “Ucrania es ya un asunto de primer nivel en la campaña electoral de EE UU y se ha convertido en cierta forma en un rehén político. Los partidarios de Donald Trump, los de la derecha más radical, van a atacar al presidente Joe Biden por el apoyo a Ucrania”, opina Orysia Lutsevych, directora del Foro Ucrania del laboratorio de ideas Chatham House, que señala a los republicanos del ala más dura. En las instituciones comunitarias y los aliados de la OTAN temen el retorno del expresidente Trump en noviembre del próximo año.

El demócrata Biden insiste en que su Gobierno estará al pie del cañón hasta que Rusia abandone territorio ucranio, pero ya hay señales de que la tendencia entre la opinión pública que representan los republicanos está calando. Ya han aireado ciertas dudas sobre cómo se está gastando el dinero. Fondos de Washington que para mantenerse están asociados a avances en la lucha contra la corrupción, la transparencia del destino de las inversiones y en la independencia judicial como condición para aportar financiación. También los de Bruselas, que están sujetos a severas auditorías y que son cruciales no solo desde el punto de vista militar, sino que sobre todo están destinados a mantener a flote el país. “La ayuda militar gana las batallas, la economía gana la guerra”, lanza la experta Lutchevich.

Desde el Pentágono, el poder militar estadounidense, también se han transmitido dudas sobre la estrategia en la contraofensiva ucrania, críticas que han sido filtradas a diarios como The Washington Post y The New York Times, y que con el paso de los meses han remitido por las quejas de las autoridades ucranias. El ministro de Exteriores ucranio, Dmitro Kuleba, llegó a decir en agosto que los que criticaban la estrategia militar y sus lentos progresos “es como si escupieran en la cara de los soldados”. “Recomendaría a los críticos que se callen. Que vengan a Ucrania a liberar un centímetro cuadrado ellos mismos”, remató Kuleba.

Ucrania se ha vuelto en las últimas semanas mucho más suave en sus reclamos a Occidente, consciente de que el asunto se ha vuelto sensible. Zelenski es cada vez más cauto para mantener el apoyo de la UE, que es crucial. No solo económico y militar. Ucrania necesita anclarse a la UE a través de la próxima adhesión al club comunitario. Algo que no solo sería un movimiento simbólico, sino también con alto contenido económico: mercado interior, fondos de cohesión, ayudas. Bruselas ha prometido que mantendrá el sostén y está ideando “compromisos de seguridad” para que el apoyo se puedan mantener en el tiempo, pero no está resultando sencillo sacar adelante los nuevos paquetes para Ucrania.

La realidad es más compleja que las declaraciones públicas de buenas intenciones, resume Timofii Milovanov, presidente de la Escuela de Economía de Kiev y exministro de Economía: “El Congreso de Estados Unidos ha lanzado un mensaje claro, ‘no tenemos los votos para apoyar a Ucrania’. La credibilidad del mensaje de que Estados Unidos apoyará a Ucrania el tiempo que sea necesario está en entredicho o se ha esfumado”. “Las implicaciones de esto son obvias”, añade Milovanov en un análisis hecho público en sus redes sociales. “Rusia sacará provecho porque, o bien se debilitará la capacidad de Ucrania de defenderse o habrá más presión para que acepte negociar las condiciones rusas de una rendición de facto”.

Milovanov apunta que es el momento para que la UE reaccione, aumentando su apoyo. Pero en el flanco europeo también han aparecido grietas. La irrupción en el paisaje político del ultranacionalista prorruso eslovaco Robert Fico, que ha obtenido la mayoría electoral aunque necesitará apoyos para gobernar, preocupa en Bruselas, admiten varias fuentes comunitarias. Junto al primer ministro húngaro, Viktor Orbán, también próximo a las posiciones de Moscú, los gobiernos húngaro y eslovaco pueden formar un frente que pondrá trabas al apoyo de la UE a Ucrania. Orbán mantiene bloqueados desde marzo 500 millones de euros para el Fondo Europeo para la Paz, que la Unión emplea fundamentalmente para ayuda militar a Kiev.

El húngaro, además, es una de las voces que ha elevado más reticencias ante el ingreso de Ucrania en la UE. No es la única. La futura adhesión y la situación económica de Ucrania empiezan a suscitar ciertas tensiones en países que perderán fondos de cohesión europeos y pasarán de beneficiaros a contribuyentes. Lo que está sucediendo con el grano ucranio que llega a la UE sin aranceles y que Polonia, Hungría y Eslovaquia bloquean porque dicen que daña a sus agricultores, es solo un aperitivo de lo que puede suceder cuando Kiev empiece a participar más del mercado interior. Y más, cuando la Política Agraria esté en juego.

El presidente polaco, Andrzej Duda, en medio de la polémica por el grano ucranio, ha llegado a decir que ayudar a Ucrania es un peligro. “Es como si estuviéramos tratando con una persona que se ahoga. Cualquiera que haya intentado socorrer a alguien que se ahoga sabe que es extremadamente peligroso porque te puede arrastrar a las profundidades”, lanzó el político ultraconservador (luego rebajó el tono), que está embarcado en una complicada contienda electoral en la que también se ha introducido el tema ucranio.

El club comunitario necesita antes de la gran ampliación una reforma a fondo. Además, Bruselas sondea ahora idear un proceso de integración gradual. Todo esto podría calmar los ánimos de quienes ven salvedades económicas en la acogida a Ucrania. Pero la amenaza de que Eslovaquia y Hungría veten el acceso de Ucrania a la UE es “muy seria”, advierte Andrzej Sadecki, director del departamento de Europa Central del Centro de Estudios de la Europa del Este —grupo académico con base en Varsovia—. Sobre todo porque, en especial para Orbán, es una herramienta de chantaje para negociar otras cuestiones comunitarias.

Kiev trata de rebajar toda tensión. La viceprimera ministra de Integración Euroatlántica, Olha Stefanishyna, explicaba esta semana en una entrevista que su Gobierno se ha movido para “destensar” y “despolitizar” la crisis del grano. Y que no les temblará el pulso a la hora de moverse como haga falta para mantener el apoyo de Washington: “Cualquier cosa que Ucrania deba hacer para conservar el apoyo, la hará”.

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