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La larga lista de los ‘enemigos’ del Kremlin

En las más de dos décadas de Putin en el poder, exespías, opositores que denunciaron su represión o partidarios que se saltaron su sitio en el escalafón han pagado con el exilio, la cárcel o la vida

Guerra de Rusia en Ucrania
El exespía Alexánder Litvinenko, envenenado con polonio radiactivo, en la UCI del Hospital Universitario de Londres el 20 de noviembre de 2006, tres días antes de morir.Natasja Weitsz (Getty Images)
Javier G. Cuesta

La lista de los enemigos que Vladímir Putin ha perseguido en más de dos décadas en el poder es enorme. Espías que huyeron del régimen, opositores que denunciaron su represión de los derechos humanos e, incluso, partidarios suyos que cometieron el error de saltarse su sitio en el escalafón han pagado su desafío con el exilio, la cárcel o la vida. El siniestro del avión en el que viajaba el jefe del Grupo Wagner, Yevgueni Prigozhin, es la última sospecha de una larga lista. Traidor es un concepto que el presidente ruso aplica por igual tanto a quienes son desleales a la patria como a aquellos que se enfrentan a su figura, y que ha trascendido de las propias personas a terceros países, como Ucrania.

El analista de Carnegie, Alexánder Báunov, remarca que, Para Putin, las afrentas de Yevgueni Prigozhin son similares a las que le llevaron a comenzar la guerra contra Ucrania. Y apunta, entre ellas, a la traición por “el brusco cambio de rumbo de la nueva Administración ucrania al pasar de hablar de paz con los separatistas a una posición más intransigente y destruir el imperio de Víktor Medvedchuk [oligarca ucranio y estrecho aliado del presidente ruso, que incluso es padrino de su hija]”. “Putin lo leyó como una afrenta personal y un robo a los suyos”, añade.

Vladímir Gusinski fue el primer rival destruido por Putin al llegar al poder. El propietario de la única televisión independiente nacional, NTV, huyó de Rusia en 2001 tras ser acusado de fraude fiscal. El empresario había apoyado en las elecciones a los rivales de Putin y rechazó parar una investigación sobre la supuesta relación del Servicio Federal de Seguridad (FSB, heredera del KGB) con los atentados en varios edificios residenciales que justificaron la segunda guerra de Chechenia. Finalmente, abandonó Rusia y su televisión está controlada hoy por el brazo gasista del Kremlin, Gazprom.

Otro oligarca, Borís Berezovski, fue hallado muerto en su casa de Londres en 2013, donde había recibido asilo político desde 2001. Alto cargo de Borís Yeltsin, cofundó el partido que cimentó el ascenso de Putin a finales de los noventa, Yedinstvo, pero tras el nombramiento de este como presidente pasó a la oposición.

Precisamente uno de los crímenes más sonados fue el del exagente del KGB Alexánder Litvinenko, quien murió asesinado con polonio radiactivo en Londres en 2006 tras denunciar que le habían encargado asesinar a Berezovski. El uso de esta sustancia tan peligrosa fue visto como un mensaje de Moscú para el resto de los espías. Doce años después, el agente doble Serguéi Skripal y su hija fueron envenenados con un agente químico, el Novichok, en su domicilio de la ciudad británica de Salisbury, aunque lograron sobrevivir. El agente del FSB había sido puesto en libertad por Moscú en 2010 tras cumplir seis años de condena por espiar para el Reino Unido.

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La Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ) confirmó en 2020 el hallazgo de Novichok en las muestras tomadas del opositor ruso Alexéi Navalni, envenenado aquel año antes de tomar un vuelo a Moscú. El disidente sigue encerrado en una prisión de régimen estricto tras haber sido condenado a varias décadas de cárcel por extremismo y otros supuestos delitos.

Navalni irrumpió en la opinión pública rusa durante las protestas de 2013 de la plaza Bolótnaya. Allí se manifestaron también otros disidentes ahora encarcelados por sus críticas a la guerra, como Ilia Yashin, y por hacer oposición en el extranjero, como Vladímir Kara-Murza, este último envenenado también en 2015 y 2017.

Kara-Murza fue un estrecho colaborador del ex viceprimer ministro ruso Borís Nemtsov, tiroteado frente al Kremlin en 2015 poco antes de que publicase una investigación sobre la participación militar rusa en la guerra de Donbás (este de Ucrania), entonces negada por Moscú. El ex viceprimer ministro había sido en los años 1990 y 2000 un estrecho colaborador de Anatoli Chubáis, “padre” de la privatización rusa y asesor de Putin. Su desacuerdo con la guerra de Ucrania lo empujó al exilio el año pasado.

La ley del silencio impuesta por Putin hasta la irrupción de Prigozhin también se cobró otras víctimas entre sus colaboradores. En 2008 fue enviado al ostracismo político Víktor Cherkésov, entonces jefe de la Agencia Antidroga. El exgeneral del KGB se atrevió a publicar una columna en el diario Kommersant donde criticaba las luchas internas de los servicios de seguridad, incluidos arrestos selectivos, y fue destituido fulminantemente. Sobre aquel incidente, Putin dijo: “Aquel que hace afirmaciones sobre una guerra de los servicios secretos primero debe ser inocente”.

Dos años después, en 2010, el histórico alcalde de Moscú, Yuri Luzhkov, criticó la idoneidad de Dmitri Medvédev, delfín de Putin, como presidente del país cuando este rotó con el líder ruso en el cargo para cumplir el máximo de mandatos impuesto por la Constitución. Luzhkov, el hombre que transformó la capital soviética en la capital del lujo y la élite, fue cesado y apartado para siempre de la política “por pérdida de confianza”.

La lista es enorme y también incluye a periodistas, muchos de ellos del diario Nóvaya Gazeta, galardonado con el Nobel de la paz y cerrado por su cobertura de la guerra de Ucrania. La mayoría fueron asesinados por informar de las violaciones de derechos humanos en Chechenia, como sucedió con Anna Politovskaya y Natalia Estemirova. En 2018, otros tres reporteros fueron asesinados por investigar la presencia de Wagner en República Centroafricana. Nunca se aclararon las muertes de Kirill Rádchenko, Alexánder Rastorguyev y Orjan Dzhemal, cuya investigación había sido financiada por otro magnate exiliado por Putin, Mijaíl Jodorkovski.

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