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Irán condena a mujeres sin velo a la cárcel, a lavar muertos en un cementerio o a someterse a terapia

Las autoridades recrudecen la represión contra las iraníes que desobedecen la ley del hiyab a dos meses del aniversario del inicio de las protestas contra el régimen

Varias mujeres, una de ellas sin velo, caminan cerca de un policía en Teherán el 16 de julio de 2023. Foto: WANA NEWS AGENCY (VIA REUTERS) | Vídeo: EPV

La sala 401 del tribunal de Varamin, una ciudad en la provincia de Teherán, condenó el 17 de julio a una mujer a elegir entre la cárcel o pasar un mes lavando los cadáveres —un ritual que incluye los genitales y la zona anal— en el mayor cementerio de Irán: el Behesht-e Zahra de la capital. El “delito” que le valió esta condena fue haber conducido su coche sin llevar velo, según medios iraníes en el exilio y activistas que han difundido una copia del veredicto en redes sociales. Otro tribunal, también de Teherán, condenó hace días por el mismo motivo a una médica a limpiar el Ministerio de Interior durante 270 horas si no quería pasar dos meses en prisión.

Como estas dos mujeres, otras iraníes que han prescindido del hiyab —obligatorio desde los nueve años— están siendo condenadas a la cárcel o a castigos insólitos, a menudo acompañados de la obligación de someterse a una terapia psicológica por supuestos “trastornos de personalidad antisocial”, cuyo único “síntoma” es no cubrirse el cabello. En la web iraní Vaklapress se reproducía la semana pasada otra sentencia de un tercer tribunal penal de Teherán en la que se define no llevar el velo como “una enfermedad mental contagiosa que causa promiscuidad sexual”. La acusada fue condenada a dos meses de prisión y a costearse seis meses de tratamiento psicológico.

Cuando faltan apenas dos meses para el aniversario, el 16 de septiembre, del inicio de las protestas contra el régimen desatadas por la muerte bajo custodia policial de la joven kurda de 22 años Mahsa Amini —detenida en Teherán por la policía de la moral por llevar mal colocado el velo—, las autoridades iraníes están recrudeciendo la represión contra las muchas mujeres que ya no ocultan su pelo, un gesto de desobediencia civil que mantiene visible el anhelo de cambio de unas manifestaciones que el régimen sofocó con dureza. Al menos 500 personas murieron a manos de miembros de las fuerzas de seguridad y paramilitares, según ONG iraníes en el exilio, y más de 22.000 fueron detenidas. Siete hombres han sido ahorcados en relación con las protestas. Uno de ellos, en público, con una grúa.

La última de las medidas oficiales para lograr que las iraníes sin hiyab se lo vuelvan a poner se conoció el 16 de julio, cuando un portavoz policial confirmó que la policía de la moral había sido desplegada de nuevo en las calles para detener a esas mujeres, siete meses después de que un responsable del régimen aludiera a su supuesta desaparición, un anuncio que los iraníes acogieron con incredulidad. El 15 de julio, un vídeo viral en las redes sociales iraníes mostró cómo una adolescente gritaba aterrada “socorro” y “ayuda”, mientras una agente de esa policía trataba de arrastrarla hasta un furgón policial agarrándola por las muñecas.

La abogada y activista por los derechos de las mujeres Shadi Sadr, cofundadora de la ONG Justice for Iran (Justicia para Irán, en sus siglas en inglés), explica por correo electrónico desde su exilio en Londres que la “razón principal” para retomar el despliegue de este cuerpo policial se remite al próximo 16 de septiembre. “A falta de dos meses para el aniversario de la muerte de Jina [el nombre kurdo de Mahsa] Amini, el régimen pretende evitar otra oleada de protestas durante esa efeméride. Planean conseguirlo reprimiendo a las mujeres e infundiendo miedo a toda la nación”.

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Esta abogada —condenada en ausencia en 2010 en Irán a seis años de cárcel y 74 latigazos por defender los derechos humanos—, cree que el régimen de su país “pretende transmitir a quienes participaron en las protestas el mensaje de que, a pesar de la muerte de más de 500 personas, miles de heridos, numerosas detenciones, desapariciones forzadas y ejecuciones, sus esfuerzos no han dado resultado. Incluso el pequeño logro de poder salir a la calle sin llevar hiyab se ve ahora revocado”.

Las amenazas se han sucedido en los últimos meses, recuerda Sadr, que alude a cómo “el intento de intimidar a las mujeres mediante la identificación con cámaras en la calle resultó ineficaz”. “Posteriormente, recurrieron a emplear a sus [paramilitares] Basij u otras fuerzas de paisano en las ciudades, que filmaban a las mujeres sin hiyab y las denunciaban a la policía. Ahora, como último recurso, han vuelto a desplegar a la policía de la moral en las calles”, añade.

Escarmientos públicos

La estrategia del régimen iraní de tildar a las mujeres sin velo de enfermas mentales se extiende a personalidades del mundo de la cultura. Dos conocidas actrices, Afsaneh Bayegan y Azadeh Samadi, han sido también obligadas por los tribunales a someterse a terapia para tratar supuestos “trastornos de personalidad antisocial”. La primera ha sido condenada además a dos años de cárcel con la pena en suspenso, mientras que la segunda no podrá utilizar sus redes sociales los próximos seis meses, según organizaciones iraníes de derechos humanos en el exilio.

Otra intérprete, Leila Belukat, ha sido condenada a diez meses de cárcel, cuatro de ellos firmes, dos años de prohibición de trabajar como actriz y cinco años de utilizar las redes sociales por difundir una foto suya tocada solo con un sombrero. El actor Mohammad Sadeghi fue detenido en su casa el 16 de julio por criticar el retorno de la policía de la moral durante una transmisión en vídeo en directo. Activistas iraníes temen que sea acusado de “promover la homosexualidad” porque en las imágenes llevaba las uñas pintadas.

La modernidad que transmite la estampa de un hombre con esmalte en las uñas en una sociedad islámica contrasta con el extremo conservadurismo del régimen iraní. El politólogo exiliado en Estados Unidos Saeid Golkar resalta, en un audio de WhatsApp, el abismo entre ese “régimen islamista” y una sociedad “cada vez más secularizada” en la que un número creciente de mujeres están “dispuestas a salir a la calle sin hiyab”.

“La República Islámica ya ha perdido en su proyecto de islamizar la sociedad para alcanzar una utopía islamista. Ellos [el régimen] saben que la desobediencia civil va a continuar, pero no les importa la población; lo que quieren es satisfacer a la pequeña base social que los apoya”, sostiene Golkar. Con medidas como el despliegue de la policía de la moral, asegura el politólogo, tratan de “aprovechar el sentimiento religioso” y asegurarse el respaldo de esa base religiosa y conservadora, cuando acaba de empezar uno de los meses sagrados del calendario musulmán, el Moharram, y, a finales de julio, se celebrará la Achura, una de las festividades religiosas más importantes del chiismo, mayoritario en Irán.

“¿Lograrán su objetivo?”, se pregunta el experto, y responde: “Veo muy difícil que las mujeres vuelvan a la situación anterior”. La abogada Sadr coincide: “Las iraníes valientes siguen decididas a no volver al estado de cosas al que se refieren como ‘antes de Mahsa [Amini]’. Desde el regreso de la policía de la moral, muchas mujeres han compartido fotos de sí mismas en espacios públicos sin hiyab, con una declaración: No volveremos atrás”.

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