China estrecha relaciones en seguridad y defensa con las cinco antiguas repúblicas soviéticas de Asia central
El presidente Xi Jinping busca forjar una “amistad eterna” con Kazajistán, Uzbekistán, Tayikistán, Kirguistán y Turkmenistán mientras Moscú pierde peso en la región
Mientras los líderes del G-7 debaten desde este viernes en Hiroshima (Japón) fórmulas para calibrar su relación con China, Pekín ha lanzado su propio mensaje para navegar lo que considera un tablero geopolítico en transformación. “El mundo actual se enfrenta a cambios acelerados nunca vistos en un siglo”, ha dicho Xi Jinping, presidente de la segunda potencia económica del planeta, durante una comparecencia en la ciudad de Xi’an, la ancestral capital china y origen de la antigua Ruta de la Seda. Su intervención ha puesto el punto final a la cumbre que ha reunido este jueves y viernes al gigante asiático con Kazajistán, Uzbekistán, Tayikistán, Kirguistán y Turkmenistán, las cinco antiguas repúblicas soviéticas de Asia central.
Las palabras de Xi son casi calcadas a las que ya pronunció junto a su homólogo ruso, Vladímir Putin, durante su visita a Moscú, en marzo. “Cuando estamos juntos, pilotamos esos cambios”, dijo entonces Putin. Esta vez, Xi ha tendido su mano hacia los líderes de las cinco antiguas repúblicas soviéticas que lo flanqueaban en el interior del centro de convenciones: su creciente coordinación es también una receta para cabalgar esas transformaciones.
Los presidentes de China, Kazajistán, Uzbekistán, Tayikistán, Kirguistán y Turkmenistán han acordado profundizar aún más sus lazos con el establecimiento de un mecanismo de cooperación que tendrá su sede permanente en China y reunirá cada dos años a los dirigentes de los seis países. La intención es forjar una “amistad eterna” en un “momento crítico de la historia”, ha resaltado Xi. La próxima reunión tendrá lugar en Kazajistán en 2025.
La conclusión de la cumbre, con la firma de lo que los dirigentes han denominado “la declaración de Xi’an”, y el propósito de coordinarse en todo tipo de ámbitos —comercio, energía, agricultura, educación, arqueología…— certifica la buena sintonía de Pekín con los países de la extinta Unión Soviética. También muestra el creciente interés del gigante asiático en su política de vecindad en este territorio convertido en una fuente de recursos, un mercado para sus manufacturas y una ruta de paso de sus mercancías hacia Europa.
China lleva tres décadas incrementando los intercambios con los cinco países euroasiáticos y proyectando su influencia en este otro patio trasero de Rusia. El énfasis en la relación coincide con un momento en que Moscú, con la mirada puesta en el flanco ucranio, pierde parte de su peso específico en la región. Aun así, Putin logró convocar a los mismos cinco líderes al reciente desfile de la victoria en la II Guerra Mundial celebrado en Moscú.
La reunión en Xi’an se inauguró el jueves al anochecer con una colorida ceremonia de aires imperiales. El evento tuvo lugar en un parque temático muy apreciado por los turistas dedicado a la dinastía Tang, que gobernó China entre los siglos VII y X, a menudo considerada una de las épocas de mayor esplendor político, cultural y comercial del país: fueron los años dorados de la Ruta de la Seda, la red de caminos que conectaba a la potencia asiática con la India, Asia central, Oriente Próximo y Europa y provocó un floreciente flujo de bienes e ideas.
El mundo ahora es otro. Pero el mensaje de Pekín es inequívoco: pretende ocupar un punto central en la moderna red de intercambios y sustentar su sitio sobre propuestas de ambición global con sello chino, como la Nueva Ruta de la Seda (el programa de infraestructuras e inversiones con el que Pekín trata de conectarse al mundo) y las iniciativas de “desarrollo global”, “seguridad global” y “civilización global”, todas ellas lanzadas en la década de Xi Jinping en el poder, y con fuerte atractivo en los países del llamado sur global.
El mandatario ha señalado la necesidad de sumarse a estas estrategias para construir lo que ha denominado una “comunidad de futuro compartido” con sus vecinos. Y ha destacado uno de los puntos que los une a todos: “Los seis países deben oponerse resueltamente a la injerencia externa en los asuntos internos de los países de la región y a los intentos de instigar revoluciones de colores”.
En su intervención, Xi no ha hecho alusión directa a la guerra en Ucrania, en la que Pekín ha comenzado a desempeñar un papel diplomático clave, con el reciente envío a Kiev y Moscú, con parada en otras capitales europeas, de un representante especial para sondear la posibilidad de una salida negociada. Pero sí ha mencionado cuestiones ligadas a la seguridad regional e internacional que preocupan al grupo de los cinco euroasiáticos. “El mundo necesita una Asia central estable”, ha afirmado en un discurso. “Hay que defender la soberanía, la seguridad, la independencia y la integridad territorial de los países de Asia central”, ha subrayado.
El mundo, ha añadido, necesita un corazón del continente euroasiático más “próspero” e “interconectado”. Y también con mayor flujo de hidrocarburos hacia su país: el líder de la potencia asiática ha instado a que se acelere la construcción de un nuevo ramal del gasoducto entre China y Asia central, que pasa por Turkmenistán, Tayikistán, Uzbekistán y Kirguistán.
Las importaciones energéticas (gas, petróleo y carbón) de China provenientes de los cinco países invitados supusieron en los cuatro primeros meses del año un 55% de los intercambios comerciales totales, según ha recogido el diario oficialista Global Times. Turkmenistán es el principal suministrador de gas por tubo de China.
Durante el encuentro, los países han tratado otro de los posibles focos de desestabilización en su zona: el Afganistán de los talibanes tras la marcha de las tropas estadounidenses en 2021. “Hemos de salvaguardar la paz en la región”, ha dicho el mandatario chino, que ha ofrecido a los centroasiáticos su colaboración para reforzar sus capacidades de “seguridad y defensa”, el apoyo a sus esfuerzos en la lucha contra el terrorismo y potenciar la coordinación entre los vecinos para promover “conjuntamente la paz y la reconstrucción en Afganistán”.
El encuentro, la primera gran cumbre celebrada en territorio chino tras levantar las restricciones sanitarias de la covid, es otra muestra más del frenesí diplomático con el que China ha despertado de la pandemia y regresado a la mesa de las grandes potencias: mientras, por un lado, acusa a Washington y a sus aliados de Occidente (léase G-7) de mantener una política de “contención y supresión” que busca anular su desarrollo, por otro corteja a nuevos territorios y profundiza alianzas.
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