Guns4Ukraine: la polémica iniciativa de Miami para sacar armas de las calles y llevarlas al frente de guerra
Un programa de desarme voluntario recauda decenas de fusiles en un solo día y provoca amenazas contra los organizadores
Cincuenta dólares por una pistola. Cien por una escopeta. Ciento cincuenta por un rifle de asalto o de alto impacto. Esas son las recompensas que se ofrecieron a los habitantes de Miami para que entregaran sus armas de forma voluntaria. No es cualquier programa de desarme. Las autoridades, en realidad, buscaban matar dos pájaros de un tiro: sacar los fusiles de las calles de la ciudad y enviar la mayor cantidad posible al frente de guerra en Ucrania, que desde hace cuatro meses resiste la invasión de Rusia. “Fue un éxito rotundo”, sostiene Ken Russell, el concejal que promovió Guns4Ukraine, literalmente armas para Ucrania, que en apenas cuatro horas reunió 69 fusiles a cambio de poco más de 4.000 dólares en tarjetas de regalo.
En un país donde hay más armas de fuego que personas, la iniciativa se convirtió en una noticia nacional que no sentó bien en varios círculos conservadores y desató todo tipo de teorías de conspiración y amenazas contra los organizadores. “La Policía está revisando varias de las publicaciones que se hicieron en redes sociales porque algunas eran bastante explícitas”, asegura Russell.
Todo empezó como una idea más modesta. Hace un par de semanas, la Policía de Miami pensaba en hacer una donación de chalecos antibalas y cascos para el Ejército ucranio. “¿Y por qué no les enviamos también armas?”, preguntó Russell, que forma parte de la comisión municipal, un órgano local que lleva varios asuntos administrativos. “No podemos”, le respondió el jefe policial. “Legalmente, como ciudad no podemos mandar armas a otro país”, explicó.
― Honestamente, la idea de que una ciudad mande armas a una guerra parece un poco loca. ¿Qué responde a estos cuestionamientos?
― Definitivamente, es una idea diferente.
La iniciativa que irrita a la derecha más recalcitrante de Estados Unidos también puede sorprender a algunos observadores en el extranjero, que podrían pensar: “Vaya, otro acto de intervencionismo” bajo la bandera de la excepcionalidad estadounidense. Más allá de las ideologías y de los debates entre la línea que separa los apoyos internacionales del mercenarismo, hay leyes que prohíben un envío de este tipo. Las autoridades, sin embargo, encontraron cómo darles la vuelta y buscaron a una empresa privada que pudiera actuar como intermediaria y triangular las donaciones. El Ayuntamiento de Miami recolecta las armas, las pasa a la compañía y ese tercero las manda al campo de batalla. “Es una buena idea, podría funcionar, aunque nunca se ha hecho”, dijo el jefe de la Policía. “All right”, le contestó Russell, quien promovió una legislación local, pidió el visto bueno del Departamento de Estado y unos días más tarde lanzó la convocatoria.
OPERATION: GUNS 4 UKRAINE was a total success. 69 guns were dropped off at @CityofMiami City Hall today. pic.twitter.com/IkGjvwBf84
— Ken Russell (@kenforflorida) June 18, 2022
“Sin hacer preguntas”. Esa fue la promesa que hizo el Ayuntamiento para promover que participara la mayor cantidad de personas. Las autoridades no estaban interesadas en saber quién entregaba esas armas ni por qué, aunque sí revisaron el número de serie para comprobar que no hubieran sido usadas en un delito o que fueran robadas. No fue el primer programa de desarme en el que participó Russell en Florida. En 2018, tras el tiroteo que hubo en Parkland, en la zona metropolitana de Miami, se recaudaron alrededor de 380 armas.
Detrás de cada pistola, sin embargo, hay una historia. De las 69 armas que se recibieron, más de una veintena fueron entregadas por una sola persona. “Sin hacer preguntas”. El hombre explicó que las tenía desde hace mucho tiempo, algunas eran antigüedades de la Segunda Guerra Mundial y otras, viejas carabinas. Otra mujer, esposa de un veterano de guerra que ahora batalla contra el Alzhéimer, condujo durante tres horas para deshacerse de otras tres armas, después de tener varios incidentes peligrosos con él. Una más quería alejar a sus hijos pequeños de unas pistolas que dejó su exmarido en casa tras el divorcio.
En lo que va de año ha habido 279 tiroteos en Estados Unidos que han dejado 312 muertos y más de 1.100 heridos, de acuerdo con la organización Gun Violence Archive. Catorce han sido en Florida, el tercer Estado con la mayor cantidad de víctimas mortales por armas en el país en términos absolutos, según las cifras anuales de las autoridades sanitarias.
“Creo que tenemos una crisis que está fuera de control”, dice Russell, que aspira a una candidatura demócrata al Congreso en las elecciones de noviembre próximo. “Los estadounidenses tienen el derecho de tener armas, pero hay mucha gente que no debería tener acceso, gente que intenta cometer crímenes, gente con problemas mentales que pueden ser un peligro para ellos mismos y para otros, son demasiado fáciles de conseguir, incluso para los jóvenes”, señala.
El otro asunto que está en la mira de los legisladores estadounidenses es la disponibilidad de armas de alto impacto, sobre todo a la luz de tragedias como la de la ciudad texana de Uvalde, donde fueron asesinados 19 niños y dos maestras. En Miami se recolectaron el pasado fin de semana un fusil Uzi y unos cuantos AK-47 y AR-15, el rifle que ha estado detrás de matanzas como la de la primaria Sandy Hook (Connecticut, 2012, 26 muertos), una discoteca gay en Orlando (Florida, 2016, 49 muertos) y un concierto en Las Vegas (Nevada, 2017, 58 muertos y más de 500 heridos).
“No creo que esta iniciativa cambie casi nada, pero al menos quita algunas armas de las manos de los asesinos”, comenta Robert Goffe, un residente de 59 años. Natalie de la Gandara, una joven de 30 años, no cree que la idea sea efectiva para Miami ni para Ucrania: “Las armas no solucionan nada, solo crean más problemas”. Luis Zambrano, de 38, concede que el plan es controvertido, pero considera que es más importante ayudar a la tropas ucranias: “La gente debería entregar las armas con o sin guerra y, ya que lo hacen, por lo menos que sirva de algo”.
En Internet, las opiniones son más osadas que a pie de calle y las críticas, más elementales. Algunos de los comentarios más comunes: “¿Qué nos importa Ucrania?”, “¿Por qué le dan armas a los ucranios y no a los estadounidenses?” y “Tomar nuestras armas es el primer paso del Gobierno y de la izquierda para controlarnos”. Con todo, la Suprema Corte consagró el jueves el derecho a portar armas en público. Al mismo tiempo, los esfuerzos bipartidistas para implementar restricciones más severas a la compra han tenido avances y ya pasó esta semana una nueva ley en el Senado.
― ¿Perdió votos al promover esta iniciativa?
― No, yo creo que de todas formas esa gente no votaría por mí.
“Cuando los defensores de la Segunda Enmienda y la Asociación Nacional del Rifle comenzaron los ataques por redes sociales, mucha gente que estaba a favor prefirió quedarse callada porque es un tema de discusión un poco peligroso, con debates muy acalorados en los que es muy difícil llegar a conclusiones lógicas”, señala Russell. El político se dice orgulloso del programa de desarme, aunque reconoce que su alcance es limitado. “Quizá hemos evitado que una de estas armas cayera en las manos equivocadas y hemos podido salvar una vida”, comenta. “Pero cuando lo comparas con el número de armas en nuestra ciudad, nuestro Estado, nuestro país y de crímenes que se cometen a diario, con los tiroteos, 69 armas fuera de las calles no van a resolver el problema”, admite. “Decir lo contrario sería una pantomima política”.
Aún no se define cuántas armas serán útiles para la guerra y cuántas serán destruidas, el destino específico ni la fecha para mandarlas a Ucrania, junto a cartuchos que también fueron entregados, así como los cascos y los chalecos que se iban a enviar originalmente. Pese a los contratiempos y las críticas, Russell aspira a que la iniciativa se replique en otras partes del país. “Si cada departamento de Policía lo adoptara o, incluso, otros 10 cuerpos policiales de las ciudades principales hicieran lo mismo, se traduciría en cientos de armas fuera de las calles y cientos de armas para Ucrania, donde se necesitan”, asegura Russell. “Puede hacer una diferencia, aunque sea pequeña, pero una diferencia al fin”.
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