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‘Las nadies’, las mujeres que apoyan a Francia Márquez

Campesinas, trabajadoras domésticas, vendedoras informales, indígenas y recicladoras cuentan por qué se sienten representadas por la candidata a la vicepresidencia de Colombia del movimiento de izquierda, Pacto Histórico

Juan Miguel Hernández Bonilla
Liliana Rondón, Nancy Morales, María Roa y Nieves Fontecha, cuatro mujeres colombianas que apoyan a Francia Márquez
Liliana Rondón, Nancy Morales, María Roa y Nieves Fontecha, cuatro mujeres colombianas que apoyan a Francia MárquezCortesía

“Yo represento a los nadies y a las nadies de Colombia”, ha dicho Francia Márquez, candidata a la vicepresidencia por el Pacto Histórico, en todas sus alocuciones públicas desde que comenzó la carrera por el poder al lado de Gustavo Petro. Sus palabras hacen referencia al poema del escritor uruguayo Eduardo Galeano: Los nadies: los hijos de nadie, los dueños de nada. Los nadies: los ningunos, los ninguneados, corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos (...) Su lema se ha convertido en parte esencial de la campaña y resuena con fuerza en muchas mujeres pobres y trabajadoras que por primera vez se sienten identificadas en un proyecto político nacional. Campesinas, trabajadoras domésticas, vendedoras informales, indígenas y recicladoras explican las razones de su apoyo a Francia Márquez. Ninguna de las entrevistadas es parte de la campaña.

Nieves Fontecha, 64 años, campesina de Vélez, Santander

Nieves Fontecha se levanta todos los días a las cinco de la mañana. Escucha las noticias, prepara un café oscuro y ordeña sus tres vacas cuando todavía no ha salido el sol. Alimenta a las gallinas y a los cerdos, revisa el cultivo de guayaba y vuelve a casa a desayunar.

Nieves vive en una pequeña finca en la vereda el Gualilo, a dos horas de Vélez, en Santander, y como millones de campesinos de Colombia tiene que hacer muchos esfuerzos para sobrevivir. Según las últimas cifras oficiales, en el país hay más de siete millones de campesinos que viven en la pobreza y más de dos millones y medio que viven en la pobreza extrema, con menos de 1,9 dólares al día.

“Los gobiernos no escuchan la voz de los agricultores. Las carreteras están en muy mal estado. Es muy difícil sacar y vender nuestros productos. Se nos dañan las cosechas”, cuenta Nieves por teléfono. “En el campo la gente sufre mucho. Trabajamos a pérdida. Necesitamos un cambio”.

Para ella, Francia Márquez es ese cambio: “Francia me representa: por mujer, por ser cabeza de familia, por ser la voz de la gente del común, de la gente pobre”. “El sector agropecuario es uno de los más abandonados por el Estado. No tenemos suficientes apoyos, ni subsidios, ni acceso a créditos. Somos parte de los nadies”.

La señora Nieves insiste en que es la primera vez en mucho tiempo que ella y los campesinos de su vereda tienen una esperanza real en la política. “A Francia le pido que por favor no nos vaya a desilusionar, que no nos olvide cuando llegue al poder”.

Persides María Roa y Claribed Palacios, trabajadoras domésticas de Medellín

Persides Roa y Claribel Palacios hacen parte de la Unión de Trabajadoras Afrocolombianas del Servicio Doméstico. Las dos son víctimas de la violencia. Las dos han trabajado muchos años como empleadas en casas de familias adineradas en Medellín. Y, ahora, las dos lideran una lucha para mejorar los derechos laborales de las más de 500.000 trabajadoras del hogar que había en 2021 en Colombia, según las cifras del DANE.

“Francia es una mujer muy capaz, muy inteligente, berraca, pero desafortunadamente en este país cuando uno es negro creen que solo puede cocinar o barrer”, dice Claribed con indignación, al recordar que hace poco varias personas escribieron en redes sociales que Francia Márquez iba a ser la cocinera de Gustavo Petro.

Persides Roa reconoce que ella y sus compañeras hacen parte de las nadies a las que se refiere Márquez. “Siempre hemos sido invisibilizadas, hemos estado en la sombra, limpiamos las casas de otros, pero no tenemos casa propia”. “Con Francia las empleadas domésticas también vamos a poder vivir sabroso”.

Persides y Claribed coinciden en que si una mujer negra y pobre llega a la vicepresidencia sería un avance simbólico y político muy importante para Colombia. Sus palabras recuerdan las declaraciones que dio Francia Márquez en su última rueda de prensa para defenderse de las acusaciones sin pruebas que le hizo el senador del partido Conservador Juan Diego Gómez de tener nexos con la guerrilla del ELN: “Lo que le incomoda al presidente del Senado es que hoy una mujer que podría ser la empleada del servicio de su casa vaya a ser su próxima vicepresidenta”.

Liliana Rondón, 43 años, vendedora informal de Bogotá

Liliana Rondón tiene 43 años, es vendedora informal y trabaja todos los días para que a sus dos hijos no les falte nada. “Empecé desde muy joven a vender pizzas en la calle. He vendido, flores, maquillaje, piyamas, limpiones de cocina”, cuenta por teléfono.

Liliana vive en Bosa, una localidad empobrecida del sur de Bogotá. “Los vendedores ambulantes trabajamos todo el día en la calle. Aguantamos la lluvia, el frío, el calor, la persecución de la policía, la mala cara del dueño del local, la grosería del peatón. Al final de la jornada conseguimos llevar a la casa 30.000 pesos, menos de 10 dólares”.

Igual que Liliana, los 40.000 vendedores ambulantes que hay en Bogotá no cotizan para una pensión, no tienen seguridad social, ni seguro de salud, ni de riesgos laborales. “A veces nos enfermamos, pero no podemos dejar de trabajar. Si paramos un día, nuestras familias no comen. Eso no puede seguir así. Necesitamos condiciones de vida dignas”.

Liliana explica que va a votar por Francia Márquez porque es una mujer que sabe lo que es no tener dinero para un desayuno. “Cuando una persona conoce la pobreza, entiende la problemática de la sociedad”. Y confiesa que se siente identificada con la idea de los nadies. “Los vendedores informales estamos en ceros. Nunca hemos tenido representación política. No tenemos a nadie que saque la cara por nosotros, a nadie que haga valer nuestros derechos”.

Nancy Morales Tombé, 37 años, indígena Misak de Silvia, Cauca

“Mi papá no quería que sus hijas fueran sumisas, quería que fuéramos a la universidad”. Así comienza su relato Nancy Morales Tombé, una mujer indígena Misak que nació en Silvia, Cauca, pero hace años tuvo que salir de su territorio por la violencia. Nancy ahora vive en Bogotá, trabaja en el sector público, pero recuerda como ella y sus hermanas no tenían dinero ni siquiera para coger un bus que las llevara a estudiar a la ciudad: “Los Misak somos un pueblo empobrecido. La base de nuestra economía es la agricultura. Sembramos cebolla, ajo, papa, cosas que da la tierra en clima frío”.

Nancy cuenta que a veces va por la ciudad vestida con el traje de su pueblo y las personas se le acercan y le preguntan si es de Perú, de Ecuador o de Bolivia. “No piensan que soy de acá, de Colombia. Me ven como extraña, como extranjera. Por eso me siento parte de los nadies, de los que no son reconocidos, ni escuchados”. Hoy en día en Colombia hay 680.000 mujeres indígenas como Nancy que pertenecen a 115 comunidades étnicas distintas.

En sus primeros trabajos en la ciudad, Nancy recuerda que sus compañeros la miraban raro, de pies a cabeza. “Yo sentía que me juzgaban, que pensaban que era menos inteligente, que no merecía estar ahí”. La discriminación social y racial que ha sufrido, la sufren aún hoy miles de hombres y mujeres indígenas que ven en el proyecto de Francia Márquez una oportunidad. “Por fin, después de tantos años de olvido, hay una ilusión de representatividad étnica en cabeza de una mujer que también ha vivido el racismo. Ojalé eso sirva para que Colombia recuerde que nosotros también existimos”.

Jenny Camelo, 33 años, recicladora de Bogotá

Jenny Camelo sale a trabajar más temprano que la señora Nieves. Se despierta a las cuatro de la mañana, coge su carreta y se va a recorrer las calles de Ciudad Bolívar, al sur de Bogotá, en busca de basura para reciclar. Su primera ruta puede durar tres o cuatro horas. “Recojo papel, cartón, bolsas plásticas, tubos, chatarra”. Separa los materiales, los ordena y los lleva a una bodega para venderlos. Al final del día Jenny, que hace parte de la Asociación de Recicladores de Oficio Amigos de la Tierra, consigue 10.000 o 15.000 pesos, más o menos tres dólares. Eso le alcanza al ras para comer y pagar los servicios de su hogar. Para ella y para sus colegas, más de 25.000 solo en Bogotá, comer tres veces al día es un lujo difícil de cumplir.

Su apoyo al proyecto político de Francia Márquez se resume en una frase sencilla: “Los pobres tienen que ayudar a los pobres”. Jenny explica que es tiempo de darle la oportunidad a otra persona, que no hace parte de la élite política colombiana, para que los represente. “Los candidatos solo se acuerdan de nosotros cuando hay elecciones, nos prometen que nos van a ayudar a mejorar nuestras condiciones de vida y después desaparecen. Esperamos que con Francia no pase lo mismo”.

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Sobre la firma

Juan Miguel Hernández Bonilla
Periodista de EL PAÍS en Colombia. Ha trabajado en Materia, la sección de Ciencia de EL PAÍS, en Madrid, y en la Unidad Investigativa de El Espectador, en Bogotá. En 2020 fue ganador del Premio Simón Bolívar por mejor reportaje. Estudió periodismo y literatura en la Universidad Javeriana.

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