Una casa para Gabriel Boric, un presidente poco convencional
El futuro mandatario chileno busca residencia en barrios no habituales, lejos de las comunas ricas en las que habitaron sus predecesores
Gabriel Boric busca una casa donde vivir. Ya no puede hacerlo en el pequeño piso de alquiler que ocupaba como diputado en Santiago de Chile. Tampoco en los barrios acomodados que suben a la cordillera, donde abundan las mansiones de la gente rica. No sería la mejor decisión para un presidente joven, que fomenta la informalidad y surgido de la lucha callejera estudiantil. Boric deseaba un barrio popular, cerca de la gente, pero descartó la idea por cuestiones de seguridad.
Esta semana, el presidente electo de Chile puso el ojo sobre Yungay, una comuna céntrica de calles empedradas y construcciones bajas. Fundado en 1840, es uno de los barrios céntricos más antiguos de Santiago, sede de intelectuales durante la fundación de la República y hoy regado de grandes casonas de finales del siglo XIX, bares, bibliotecas y plazas tranquilas. Hay cerca de allí una casona tradicional de 13 habitaciones, con espacio suficiente para que trabaje en ella y, al mismo tiempo, viva su custodia. Si la operación finalmente se concreta, Boric demorará menos de 10 minutos en choche en llegar a La Moneda, la sede del Gobierno. Y menos de media hora si elige ir a pie. El lunes, Boric visitó Yungay junto con su pareja, Irina Karamanos; charló con el dueño de un bar y compró discos de rock en una tienda de vinilos.
Para un presidente de Chile, elegir casa es una cuestión de Estado. El país sudamericano no cuenta con una residencia oficial para los presidente y el último en vivir en la Moneda fue Carlos Ibañez, a mediados de los años cincuenta del siglo pasado. Patricio Aylwin en 1990 y Eduardo Frei, en 1994, vivieron en sus casas de toda la vida en Santiago. Pero Boric es de Punta Arenas, en el extremo sur chileno, y ahora vive en un piso alquilado en el barrio turístico de Bellas Artes.
La residencia del presidente de Chile tiene que cumplir con al menos cinco requisitos: dos entradas, que no haya edificios altos en los alrededores desde los que se pueda disparar, tener un hospital cerca, espacio suficiente para mantener reuniones de trabajo y habitaciones para la guardia custodia. Boric encontró todo eso en esa antigua casa patrimonial de Yungay.
Ya a finales de diciembre, el urbanista chileno Miguel Laborde destacaba a EL PAÍS los beneficios del barrio Yungay, sin sospechar que sería finalmente el preferido de Boric. “Fue el primer barrio que se creó en la República, proyectado por el primer arquitecto oficial del Gobierno, José Vicente Larraín. Siempre fue el barrio de acogida, de provincianos y de inmigrantes. Y hoy tiene buena salud y educación pública, además de casas de buen tamaño”, dijo.
La casa en cuestión está recién remodelada y llevaba seis semanas ofertada en alquiler. Hasta hace poco funcionaba allí una pequeña clínica de traumatología. Según la publicación de la agencia inmobiliaria, se trata en realidad de “dos casas en una, cada una con acceso propio e independientes entre sí, unidas interiormente con un montacargas para moverse entre los pisos”. Tiene 500 metros cuadrados, 13 dormitorios y nueve baños. El Estado pagará por ella el equivalente en pesos chilenos a 4.100 dólares mensuales.
Boric ya confirmó a algunos vecinos que pensaba mudarse a la casona. Se movió como cuando era un joven líder estudiantil que sale de paseo una tarde soleada. De gorra con visera y polo, estuvo en un bar cercano a su futura casa y compró vinilos. El dueño de la tienda, Eduardo Brieba, subió a su cuenta en Instagram fotos del nuevo cliente. “Es la primera vez que lo veo, nunca suelo sacarme fotos, pero ahora lo hice porque me llamó la atención. Es una persona muy afable, muy tranquila”, dijo Brieba al diario chileno La Tercera. “Se fue a ver discos chilenos, de rock y pop y se llevó un par de discos de Sui Generis”.
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