La UE refunda su relación con África para contrarrestar el avance de China
Los Veintisiete se comprometen a invertir 150.000 millones en el continente africano para hacer frente a la Nueva Ruta de la Seda de Pekín
En tiempos de creciente competencia geopolítica y de rivalidades cada vez más broncas con China y Rusia, la Unión Europea quiere cortejar a África y redoblar su presencia en el continente vecino. La cumbre de la UE con la Unión Africana, que ha reunido durante este jueves y viernes en Bruselas a cerca de 70 jefes de Estado y de Gobierno de ambos lados del Mediterráneo, ha concluido con una declaración conjunta que celebra una “asociación renovada para la solidaridad, la seguridad, la paz y el desarrollo económico sostenible” y promesas de inversiones de calado en todo tipo de sectores, desde la energía a las vacunas, pasando por la conexión a internet vía satélites de última tecnología.
La nueva comunión de intereses nace con un goloso paquete de inversiones bajo el brazo, de 150.000 millones de euros hasta 2027. La suma conforma un buen pedazo del programa Global Gateway (puerta global), desplegado en diciembre por Bruselas para financiar infraestructuras físicas y tecnológicas en distintos rincones del globo y contrarrestar el programa chino de la Nueva Ruta de la Seda, con el que Pekín ha ido ganando presencia en África en las últimas dos décadas. Tras ser presentado, este paquete de inversiones fue duramente criticado por su falta de concreción y por contener escaso dinero nuevo contante y sonante. Hubo hasta un célebre artículo de The Economist sobre el asunto, titulado Why bullshit rules in Brussels (algo así como: Por qué la patraña reina en Bruselas).
“La Unión Europea es el primer socio comercial y el primer inversor en África”, ha destacado la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, en una comparecencia tras la cumbre. La líder alemana ha subrayado que no es casualidad que el plan africano sea el primero de la nueva estrategia de inversión europea y ha enfatizado también el compromiso de donar 450 millones de dosis de vacunas contra la covid para este verano; hasta la fecha se han entregado unas 150.000, aunque en Bruselas son conscientes del reto logístico y de lucha contra la desinformación que implica que esas vacunas no solo lleguen a los países, sino que acaben en el brazo de los africanos. La UE y la UA también se han emplazado a buscar una solución de compromiso sobre un posible levantamiento de la propiedad intelectual de las vacunas, algo que desde el bloque comunitario siempre se ha mirado con recelo.
El presidente de Senegal y líder de turno de la UA, Macky Sall, definió esta nueva relación con la UE no como una actualización del sistema operativo, sino como “un nuevo software”, según dijo en su discurso inaugural del jueves. Sus palabras fueron una respuesta contundente a los grandes valores y principios —y hasta proverbios africanos de tono aspiracional— que habían manejado los líderes europeos en sus intervenciones. Sall reclamó salir de la cumbre “con algo concreto”.
El líder de la UA recordó que 600 millones de africanos, la mitad de la población del continente, vive sin acceso a la luz eléctrica. Cifró las necesidades de financiación de África en una horquilla de entre 130.000 y 170.000 millones de dólares anuales (de 115.000 a 150.000 millones de euros) y pidió inversiones en carreteras, trenes, puertos, aeropuertos y centrales de generación eléctrica. “La energía es algo en lo que estamos interesados”, aseveró. Y también mostró interés por el proyecto europeo de conectividad a internet de alta velocidad a través de una nueva constelación de satélites de órbita baja, que ha desvelado Bruselas esta misma semana. “Es algo que quizá podríais compartir con África”, dijo.
La cumbre —la sexta de este tipo entre la UE y la UA— se ha celebrado con dos años de retraso por la pandemia y la actualidad, surcada por la máxima tensión con Rusia. La tensión con el Kremlin ha logrado eclipsar esta cita. El jueves, justo antes de encontrarse con los líderes africanos, los Veintisiete aprovecharon que estaban en Bruselas para organizar un brevísimo Consejo Europeo para analizar el desarrollo de la crisis en Ucrania y revisar el paquete de posibles sanciones.
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