Francia y sus aliados retirarán sus fuerzas de Malí de forma “coordinada” en seis meses
La operación Barkhane reduce su peso, pero continuará en el Sahel y “extenderá su apoyo” a los países del Golfo de Guinea en una estructura negociada con los interesados, precisa París
La salida de las tropas internacionales que llevan nueve años combatiendo el avance yihadista en Malí será pronto un hecho. Francia y sus aliados occidentales y africanos han anunciado este jueves la “retirada coordinada” del territorio maliense de sus efectivos de las operaciones Barkhane y Takuba y su traslado a otros países vecinos en un plazo de entre cuatro y seis meses. París y el resto de participantes adoptan esta decisión en vista de las “obstrucciones” cada vez mayores que las autoridades golpistas de Bamako ponen a su presencia.
“Ante las múltiples obstrucciones de parte de las autoridades de transición malienses, Canadá y los Estados europeos que operan en la operación Barkhane y en el seno de la task force Takuba estiman que ya no se dan las condiciones políticas, operacionales y jurídicas para continuar de manera eficaz su compromiso militar actual en la lucha contra el terrorismo en Malí”, han anunciado los países participantes en la misión antiterrorista internacional en un comunicado conjunto distribuido por Francia, que lidera las operaciones militares en el Sahel.
La decisión tendrá un impacto en otras misiones internacionales en Malí, especialmente la de estabilización de la ONU (Minusma) y la EUTM-Malí, que instruye al Ejército maliense para enfrentarse a los terroristas y que lidera España, que no participa en las operaciones Barkhane y Takuba. Francia ha asegurado que velará por la “seguridad” de las operaciones mientras dure su repliegue.
El alto representante de la UE para Política Exterior y de Seguridad, Josep Borrell, ha confirmado este jueves que la UE ha enviado un equipo a Bamako para analizar, junto con las autoridades malienses, la situación sobre el terreno y si se dan las condiciones para que la misión europea de formación pueda continuar en el país africano. Por su parte, el presidente francés, Emmanuel Macron, ha indicado que, en los próximos meses, mientras se consolida la retirada militar, habrá que realizar un “trabajo de reflexión y evolución de los ejercicios EUTM y de Minusma” que no ha querido “prejuzgar” por el momento.
“No podemos continuar trabajando militarmente con unas autoridades de facto con las que no compartimos ni la estrategia ni sus objetivos. Es la situación que enfrentamos hoy en Malí”, ha explicado Macron en una rueda de prensa en el Elíseo en la que compareció junto a los presidentes de Senegal, Macky Sall, y de Ghana, Nana Akufo Addo, así como con el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel.
París se ha cuidado mucho de que la decisión de retirar las tropas —en su amplia mayoría francesas— sea vista como una acción consensuada por todos los países implicados, africanos y occidentales, y no como una espantada unilateral parecida a lo que sucedió en Afganistán tras la marcha estadounidense el verano pasado. De ahí que celebrara la pasada noche una cena en el Elíseo con los representantes de los países afectados para “coordinar” la decisión confirmada este jueves, horas antes de que arrancara la Cumbre UE-Unión Africana en Bruselas con la que el bloque comunitario pretende redoblar su vínculo con África.
Cumbre africana en Bruselas
La cita reúne hasta el viernes a 40 jefes de Estado y de Gobierno del continente africano, además de los 27 europeos. El asunto de las misiones de Malí no está de forma oficial en la agenda, y este país no acude a la cita (tampoco otros como Burkina Faso o Sudán, cuya membresía de la UA se encuentra suspendida), pero sí se espera que la seguridad en el Sahel forme parte de las conversaciones.
“La implicación de la UE en el Sahel no se va a parar de hoy a mañana”, apunta una veterana fuente comunitaria. “Uno no puede irse de Malí y ya está”, asevera también otra fuente gubernamental presente en esta cumbre, que aboga por estudiar la situación de seguridad para mantener la presencia de la misión de entrenamiento europea y evitar dejar abierto el camino a otros actores dispuestos a ocupar el vacío como Wagner, la empresa rusa de mercenarios vinculada al Kremlin. La presencia de Rusia en África se ha convertido en una creciente preocupación, sumada a la de China y a la de otros actores como Turquía.
“No estamos abandonando Malí, no estamos abandonando el Sahel. Solo estamos reestructurando nuestra presencia”, ha añadido a la entrada de esta cumbre Josep Borrell, responsable de la diplomacia de la UE. Algunos países, como España, apuestan incluso por intensificar la presencia de la Alianza Atlántica en la región para dar respuesta a la situación de seguridad. “Queremos que la OTAN preste atención también al flanco sur, no solo a la ribera del Mediterráneo, sino también al Sahel”, dice una fuente de Moncloa, que asegura que el Gobierno planteará la idea en la próxima cumbre de la OTAN prevista para junio en Madrid.
Macron, en cualquier caso, ha rechazado categóricamente que la retirada constituya un “fracaso” de la misión que comenzó en 2013, bajo el mandato del socialista François Hollande, justamente en el país del que ahora se marchan las fuerzas francesas y, por ende, sus aliados occidentales. “Si Francia no hubiera decidido intervenir [en 2013], en el mejor de los casos habría habido un hundimiento del Estado maliense” y la creación de un “califato territorial” en parte de su territorio, ha recordado Macron, según el cual en la casi una década de presencia en el Sahel las tropas lideradas por Francia han cosechado “muchos éxitos militares”, sobre todo acabando con cabecillas de los grupos yihadistas, como el abatimiento del emir de Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI) en junio de 2020.
Mercenarios de la empresa rusa Wagner
La relación de París y Bamako sufrió un cambio fundamental, a peor, tras el segundo golpe militar en un año, el pasado mayo, y la negativa de la junta militar a celebrar rápidamente elecciones, a la par que se apoya cada vez más en los mercenarios rusos de Wagner. La crisis llegó a un punto álgido el pasado enero, cuando Malí ordenó la expulsión del embajador francés en el país, Joël Meyer.
“Reconocemos los sacrificios hechos. Entendemos la decisión”, dijo el mandatario senegalés y presidente de turno de la Unión Africana (UA), Macky Sall, quien aun así precisó que no se puede dejar solo en manos africanas la lucha contra una amenaza terrorista de implicaciones planetarias.
“Las amenazas en la región, las organizaciones terroristas Al Qaeda y el Estado Islámico, han querido hacer de África, especialmente del Sahel, una prioridad en su expansión (…) con una agenda internacional. Eso justifica nuestra presencia”, ha confirmado Macron.
En este sentido, y “a petición de los socios africanos”, las fuerzas internacionales iniciarán “consultas políticas y militares” de inmediato con Níger y los países del Golfo de Guinea que ya han manifestado su interés en “continuar su acción conjunta contra el terrorismo en la región del Sahel” y que podrían alojar a las tropas salientes, en una operación que debería estar aclarada en el verano.
Competencia geopolítica en África
“La pandemia ha aumentado la competencia geopolítica en África”, aseveraba esta misma semana el jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell, durante una comparecencia en el Parlamento Europeo sobre la cumbre. Pero la tendencia existe desde antes: en 2018, en el Foro de Cooperación China-África, el presidente chino, Xi Jinping, logró reunir a 53 de los 54 países africanos –solo falló Esuatini, único Estado de este continente que reconoce a Taiwán–. A Bruselas han asistido delegaciones de 50 países, pero menos de 40 con representación de nivel jefes de Estado y de Gobierno (el resto envía ministros o embajadores).
La arquitectura de seguridad en África será uno de los ejes en torno a los que gire la cumbre UE-UA, que se prolongará hasta el viernes y en la que Bruselas llega con el ofrecimiento de 150.000 millones de euros en ayudas y financiación. “El desarrollo se nutre de estabilidad y seguridad”, ha destacado el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, en una comparecencia antes arrancar la cita.
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