El ultra Éric Zemmour hace oficial la candidatura a la presidencia de Francia en su peor momento
El polemista flaquea en los sondeos, mientras los exabruptos amenazan su fiabilidad como inquilino del Elíseo
El polemista ultra Éric Zemmour ya es candidato oficial a la presidencia de la República francesa. Después de meses de preparativos, Zemmour (Montreuil, 63 años) anunció este martes en un vídeo difundido por las redes sociales que se presentará a las elecciones a dos vueltas del próximo abril.
“Ya no es el momento de reformar Francia, sino de salvarla”, dijo Zemmour. “Por ello, he decidido solicitar vuestros sufragios para convertirme en presidente de la República. Para que nuestros hijos y nietos no conozcan la barbarie, para que nuestras hijas no lleven velo y nuestros hijos no estén sumisos, para que podamos trasmitirles Francia tal como la hemos conocido y recibido de nuestros antepasados”.
El anuncio, que se completará en la noche del martes con una entrevista en el telediario de la cadena privada TF1 y un mitin el domingo en la sala parisiense Zénith, llega en el peor momento para Zemmour desde que en septiembre inició una gira por Francia con la intención de ser candidato. Por primera vez desde entonces, cae en los sondeos, que llegaron a situarle como el rival más probable del actual presidente, el centrista Emmanuel Macron, en la segunda vuelta. Una serie de salidas de tono han sembrado dudas sobre su capacidad para proyectar la imagen de un presidenciable fiable.
La candidatura no es ninguna sorpresa, pero sí un ritual necesario en la campaña. El próximo será la búsqueda de 500 firmas de cargos electos nacionales y locales, paso necesario para poder presentarse.
Llamas frente al pasado glorioso
El vídeo mezcla la voz de Zemmour con imágenes que muestran, de un lado, una Francia actual violenta y en llamas, y del otro figuras y episodios de un pasado glorioso: desde Napoleón y Juana de Arco a Jean-Paul Belmondo e incluso el cantautor ácrata Georges Brassens. Zemmour aparece sentado en una mesa con una biblioteca de libros antiguos al fondo y un viejo micrófono de radio. No habla al público, sino que lee un texto: una referencia al 18 de junio de 1940, cuando el general Charles de Gaulle llamó desde las ondas de la BBC en Londres a la resistencia contra el ocupante nazi.
Zemmour es un candidato atípico. Porque no es un político profesional, sino un tertuliano que hasta septiembre disfrutó de una plataforma privilegiada en un programa diario en la cadena CNews, propiedad del grupo Vivendi. Porque intenta presentarse como un intelectual que deja boquiabierta a una parte del público con sus citas librescas. Y es una anomalía porque es un aspirante a la jefatura del Estado condenado varias veces por incitación a la discriminación racial y religiosa. En noviembre fue juzgado de nuevo por llamar en CNews a los inmigrantes menores no acompañados “ladrones”, “asesinos” y “violadores”.
Las provocaciones han permitido a Zemmour monopolizar horas y horas de televisión. Son provocaciones intelectuales, como su reivindicación del enemigo de De Gaulle, Philippe Pétain, el líder de la Francia que durante la Segunda Guerra Mundial colaboró con la Alemania nazi y participó en la deportación de los judíos a los campos de exterminio. Provocaciones gestuales, también, como la ocasión en la que, en una feria del armamento, hizo ver que apuntaba con un arma a los periodistas, o el gesto con el dedo que le dedicó a una mujer que le había hecho el mismo gesto en una calle de Marsella. “Bien profundo”, añadió Zemmour, según declaró después la mujer.
Zemmour, hijo de judíos de Argelia que llegaron a Francia en los años cincuenta, ha tocado una fibra en un país con una sólida tradición de extrema derecha y en el que, en las últimas presidenciales, Marine Le Pen recogió más de 10 millones de votos. El candidato capta los miedos de una parte de esta sociedad al declive y a la pérdida de la identidad.
Un problema para Zemmour es que no deja de ser un candidato de la élite, que apela a la burguesía ultraconservadora. La fuerza de Marine Le Pen, candidata del Reagrupamiento Nacional (RN, antiguo Frente Nacional) consiste en haber consolidado al RN en el primer partido de la clase trabajadora.
“No estoy nada inquieta [por Zemmour]”, declaró hace unos días Le Pen. “Incluso puede alegrarme, bien pensado”. Le Pen cree que, gracias a Zemmour, ella acaba apareciendo como una candidata más moderada y competente.
Termine como termine la candidatura, Zemmour ya ha roto el monopolio sobre la extrema derecha que hasta ahora mantenía Le Pen, candidata por tercera vez a la presidencia. Al principio del otoño, la superaba en varios sondeos y alcanzaba un 17% o un 19% de votos. Los sondeos más recientes reflejan una expectativa de voto de entre el 12% y el 15%.
Zemmour también se disparó captando votos de la derecha tradicional de Los Republicanos (LR), el partido del expresidente Nicolas Sarkozy. Desde que irrumpió en la precampaña, sus ideas monopolizan el debate entre los aspirantes de este campo a ser candidatos al Elíseo.
Las ideas de Zemmour pueden resumirse en la gran sustitución, una teoría de tintes conspiratorios que ha inspirado a terroristas supremacistas blancos en Nueva Zelanda y Estados Unidos. Esta teoría sostiene que la población blanca y con antepasados europeos está siendo sustituida por población de origen africano y árabe con la complicidad de las élites Francia, según Zemmour, se aboca a una guerra civil. Él cree que puede evitarla.
“No nos dejaremos dominar, convertir en vasallos, conquistar, colonizar”, dijo. “No dejaremos que se nos sustituya”.
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