Dólares y elecciones, la doble burbuja en Venezuela
La fiebre por la moneda estadounidense marca unos comicios regionales cuestionados por parte de la oposición
Las estanterías del supermercado están repletas de cajas de cereales importadas, mermeladas caseras que cuestan un ojo de la cara y harinas y levaduras made in USA. En el congelador asoman unas patas de cangrejo a 140 dólares (unos 124 euros) el kilo. El cajero, a la hora del pago, tiene una pregunta que repite a todos los clientes: ¿en bolívares o en dólares?
La economía venezolana se contrajo durante ocho años el 80%, hasta convertir el país en el más pobre de América Latina. Los analistas creen que ha tocado fondo y durante este 2021 vive un efecto rebote. Se calcula que este año su PIB crecerá, por primera vez desde que está Nicolás Maduro en el poder, entre un 2% y un 5%. La aparición del dólar como moneda recurrente, el levantamiento del control de precios y las importaciones libres de aranceles han provocado una tímida recuperación que ha aliviado el día a día de algunos venezolanos.
Esta burbuja económica se manifiesta en los barrios ricos y de clase media de Caracas y se replica en las capitales de los Estados del resto del país. “Puedo sacar en una noche 30 o 40 dólares”, explica Johana, la conductora de una aplicación de coches similar a Uber que, muy valiente, recorre las calles de la capital de madrugada. Dos años atrás, antes de la pandemia, las avenidas estaban desiertas, por la economía y la criminalidad. Ahora el ruido de la música de locales nocturnos y apartamentos donde hay fiestas privadas se cuela en la noche. “Eso es lo que ganaba antes en todo un mes”.
En medio de este peculiar fenómeno económico Venezuela celebra hoy unas elecciones regionales y municipales que el Gobierno y la oposición acordaron en la mesa de negociación de México, donde se le busca una salida política a la grave crisis del país. Los opositores concurren en desventaja, al no contar con la financiación del Estado a la que tienen acceso los candidatos oficialistas. Los que se han presentado consideran que por esta vía, con la observación de la UE, se puede reconstruir la democracia y plantear unas presidenciales o un revocatorio a Maduro en los próximos años. En cambio, una parte de los adversarios al régimen chavista opina que este camino legitima a Maduro en el cargo, al considerarlo un interlocutor válido y un actor electoral al uso. Eso, alegan, alarga su mandato. Ese sector ha llamado a no votar.
Los analistas no le dan muchas opciones a los candidatos opositores. Se prevé que la abstención sea muy alta. El venezolano ha perdido la fe en el voto. En los cafés ya no se habla de política, el tema parece agotado. La conversación gira en torno a algún emprendimiento y la manera de ganar dólares. Todo eso beneficia a los chavistas, cuya masa social, que se estima entre un 20 y un 22% de la población, saldrá a votar con toda seguridad. Una participación superior al 50% beneficiaría a los opositores, aunque parece altamente improbable que eso ocurra. “Las encuestas secretas son catastróficas para la oposición”, explica un político conocedor de la negociación con los chavistas. “Quizá gane en una región o dos (de 24), como mucho”.
Ocurre en una Venezuela que, al menos superficialmente, luce diferente. El dólar, satanizado por el Gobierno durante años como una herramienta de control del imperio yanqui, se ha convertido en la moneda nacional. El chavismo les abre la mano a los empresarios y autoriza negocios como los casinos, que fueron prohibidos por Hugo Chávez. El hotel Humboldt, una maravilla arquitectónica construida en los años cincuenta en la cima del Cerro Ávila en Caracas, ha reabierto sus puertas a 350 dólares la habitación. Las tiendas de ultramarinos y las bodegas de alcohol tienen los mismos productos, calcados, como si los contenedores llegaran cargados y se repartieran equitativamente en los negocios. La ley seca por las elecciones comenzó el viernes poco después de mediodía, pero los restaurantes habilitan espacios al fondo para que los clientes elijan entre las tres clases de cerveza importadas que maneja el lugar.
“Hay dos realidades en Venezuela”, explica Asdrúbal Oliveros, economista. “Una parte pequeña, pero significativa, que ha conseguido con el dólar un elemento catalizador para potenciar la economía. Hay consumo e intercambio de bienes. Eso activa el comercio. Y otra, mayoritaria, que queda excluida, las bondades de este sistema no les llegan. Son empleados públicos con sueldos en bolívares, pensionistas... esos viven en una pobreza importante”.
Los que se han subido a esta ola son comerciantes, autónomos, los que reciben divisas del exterior. También los que lavan dinero con negocios ilícitos del petróleo o del tráfico de drogas. Algunos empresarios ligados a la revolución socialista que ahora se aprovechan de la liberalización del mercado. En la parte financiera de la ciudad se construyen grandes edificios de oficinas que difícilmente son un negocio a corto plazo. La mayoría de las empresas extranjeras han abandonado el país en estos años y las que han resistido a la debacle han reducido sus espacios de trabajo al mínimo. Asoman, eso sí, fondos de inversión que compran bloques o fábricas en remate con la esperanza de que en unos años la situación se normalice y el precio de los inmuebles se dispare, según explica Francisco Mendoza, director de la consultora inmobiliaria CBRE. En el centro hay apartamentos de 70 metros por 40.000 y 50.000 dólares.
La leve salida de la hiperinflación se produce en un mercado en el que sistema de precios y la distribución están destruidos. Eso repercute en el valor de las cosas. Comer en un restaurante de una zona cara de Caracas cuesta entre 10 y 20 veces más que hace dos años. Los helados valen cinco dólares, un trayecto medio de un taxi, de tres o cuatro kilómetros, se puede ir hasta los 20. El cambio es realmente un problema. Solo hay billetes de 20 y 50, unos cuantos de 10. Estadounidenses que trabajan en el país vienen con maletines cargados de billetes de uno y cinco, conscientes de que son un bien escaso. Bienintencionados funcionarios del Gobierno recorren los establecimientos para que el etiquetado se haga en la moneda local, pero es demasiado tarde. En Venezuela reina el dólar.
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