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Israel suspende la subasta de una máquina para tatuar a prisioneros en Auschwitz

Supervivientes del Holocausto impugnan la venta del artefacto del campo de concentración nazi y piden que sea depositado en un museo

Juan Carlos Sanz
Subasta agujas tatuaje Auschwitz
Placas con agujas de tatuaje usadas en Auschwitz, en una casa de subastas de Jerusalén el martes.RONEN ZVULUN (Reuters)

La memoria de la tragedia ha revivido en Israel con el anuncio de una casa de subastas de Jerusalén de sacar a licitación un artefacto (unas placas con agujas intercambiables) usado para tatuar a los prisioneros del centro de exterminio de Auschwitz un número en el antebrazo, uno de los símbolos más visibles del Holocausto. Un tribunal de Tel Aviv suspendió el miércoles la puja, que estaba previsto que fuera rematada el próximo martes, a petición del Centro de Organizaciones de Supervivientes de la Soah en Israel. Los jueces ha fijado una vista el día 16 para decidir si la venta en almoneda de reliquias del exterminio de más de un millón de judíos del más conocido campo de concentración en Polonia bajo la ocupación nazi, además de “moralmente inaceptable” —como alega Yad Vashem, el Centro y Museo del Holocausto en Jerusalén—, es también ilegal.

Auschwitz fue el único de los campos de concentración nazi en el que se marcó con tinta a los más de seis millones de judíos y cientos de miles de gitanos y otras minorías asesinados bajo el Tercer Reich en la llamada “solución final” durante la Segunda Guerra Mundial. De la máquina de tatuar sacada a subasta en Jerusalén solo existen otros dos ejemplares: uno en el Museo Médico Militar de San Petersburgo y otro en el centro memorial abierto en mismo recinto que ocupaba el campo de exterminio en Polonia. Fue fabricada por la empresa alemana de productos sanitarios Aesculap y cuenta con juegos de agujas de tatuar intercambiables, que conforman una especie de sello para estampar con tinta un número sobre la piel de los prisioneros. Viene acompañada de un libro de instrucciones.

La casa de subastas Tzolman esperaba obtener entre 30.000 y 40.000 euros en la licitación, de la que se reservaba un porcentaje del 25% por gastos de gestión. Cuando los agentes judiciales se presentaron en su sede de Jerusalén para suspenderla, la puja en línea a través de internet y llamadas telefónicas rozaba los 3.000 euros.

“Este horroroso objeto del mal no puede tener un propietario privado. Su venta es ilegal y va contra la doctrina de moral pública, ya que es una prueba de crímenes cometidos por los nazis”, denunció el abogado David Foher en nombre del Centro de Organizaciones de Supervivientes del Holocausto. La presidenta del centro, Colette Vital, clamó también en la prensa hebrea contra la subasta de un artefacto “que convertía a seres humanos en números para cometer uno de los crímenes más crueles”, y exigió que fuera depositada en un museo.

Meir Tzolman, dueño de la casa de subastas y nieto de supervivientes del Holocausto que fueron tatuados, alegó a su vez que la intención del coleccionista privado no identificado que se desprendía de la placa es que “uno de los restos más impactantes del Holocausto acabe en las manos adecuadas y no desaparezca de las páginas de la historia”. “Tratamos de despertar la atención sobre esta situación y no buscamos minimizar la tragedia”, argumentó en declaraciones a la radio estatal. En Israel no existe una legislación específica que impida la venta de objetos usados durante la Soah. En 2019, un tribunal de Tel Aviv prohibió la venta de una carta escrita por una niña asesinada en un campo de concentración.

“La compraventa de estos elementos es moralmente inaceptable”, sostuvo Dani Dayan, presidente de Yad Vashem, quien se mostró partidario de que la Kneset (el Parlamento israelí) legisle sobre la materia. “Las subastas solo sirven para fomentar la proliferación de falsificaciones por parte de traficantes codiciosos”, advirtió a través de Twitter el responsable del Centro y Museo del Holocausto, con sede en Jerusalén.

“Por principio, Yad Vashem se opone a la existencia de un mercado sobre objetos procedentes del Holocausto y no los adquiere”, puntualizó Dayan. “Las numerosas donaciones que recibimos superan a las subastas que se organizan esporádicamente. La solución a este problema pasa, no obstante, por la aprobación de normas que regulen que estos restos acaben en lugares adecuados para su estudio como Yad Vashem”, enfatizó en las redes sociales.

Entrada al campo de concentración de Auschwitz, cerca de Cracovia (Polonia).
Entrada al campo de concentración de Auschwitz, cerca de Cracovia (Polonia).Maurizio Borgese

La pugna legal que ha revivido ahora la memoria del Holocausto en Israel evoca la trama de la obra de la escritora australiana Heather Morris El tatuador de Auschwitz (editado por Espasa en español). La novela está basada en el testimonio del judío eslovaco Lale Sokolov, internado en el campo de concentración nazi en Polonia en 1942. En medio de una polémica sobre su exactitud histórica, el texto fue descrito por sus editores como “un híbrido poco común entre una biografía y una ficción histórica” en declaraciones a The New York Times.

Para sobrevivir, Sokolov tuvo que tatuar a miles de prisioneros que ingresaban en el centro de exterminio, como la también eslovaca Gita Furman. Ambos se casaron y emigraron a Australia tras la Segunda Guerra Mundial en un éxodo descrito en la novela. En una entrevista concedida a la prensa australiana en 1996, antes de su muerte, el que fuera tatuador en Auschwitz reconoció que tuvo que intercambiar bienes con los guardianes y jefes nazis del campo concentración para poder seguir con vida.

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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