Los médicos de Bolsonaro analizan una operación de emergencia por una obstrucción intestinal
El presidente de Brasil ha sido trasladado de Brasilia a São Paulo tras una complicación en el cuadro inicial
El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, ha sido trasladado desde Brasilia a São Paulo tras conocerse los resultados de los exámenes a los que fue sometido después de su ingreso en la mañana de este miércoles al Hospital de las Fuerzas Armadas, en Brasilia. Su médico personal ha asegurado que presenta una obstrucción intestinal.
El Hospital Vila Nova Star, en São Paulo, emitió un comunicado sobre la situación de Bolsonaro la tarde de este miércoles. Según los médicos, el presidente permanecerá hospitalizado bajo “tratamiento clínico conservador”, es decir, sin ser intervenido quirúrgicamente, ya que estaba siendo evaluado.
Bolsonaro fue hospitalizado esta mañana tras 10 días con hipo. La contracción involuntaria del diafragma, que es lo que provoca el hipo, es una reacción a una serie de medicamentos que el presidente está tomando después de que se hiciese un implante dental. El presidente explicó su dolencia y los motivos en un directo con sus seguidores la semana pasada. “Tengo hipo las 24 horas del día”, comentó. Su dicción, incluso, se vio afectada por las contracciones. En sus apariciones públicas, cuando hablaba entrecortaba sus palabras debido a los pequeños espasmos.
Según un informe del palacio del Planalto, Bolsonaro “está bien y animado”. Sin embargo, estará en observación de 24 a 48 horas, aunque no determinaron si será en el hospital o fuera. La hospitalización de Bolsonaro supuso la cancelación de la agenda de este miércoles, que incluía la reunión con el presidente del Supremo Tribunal Federal, Luiz Fux, y los presidentes de la Cámara y del Senado, Arthur Lira y Rodrigo Pacheco.
El mandatario brasileño ha estimulado una crisis política entre los tres órganos debido a su fuerte oposición al sistema electoral que se utilizará en las generales del próximo año. Bolsonaro ha repetido, sin pruebas, que el sistema adoptado en Brasil puede ser vulnerable a los fraudes. “Si no hay elecciones limpias, no habrá elecciones el año que viene”, amenazó el jueves pasado. Repitió la misma amenaza al día siguiente: “No tengo miedo de las elecciones, pero solo entrego el poder a quien me gane con votos fiables. De la forma que es hoy corremos el riesgo de no tener elecciones el próximo año”, dijo el presidente.
Sus amenazas despertaron reacciones en cadena entre los presidentes del Congreso, que rechazaron públicamente las manifestaciones del mandatario con argumentos en defensa de la democracia. “Quien pretende retrocesos será identificado como enemigo de la nación”, dijo Rodrigo Pacheco, presidente del Senado. Este lunes, el presidente de la Corte Suprema ya se había reunido con Bolsonaro para atajar sus comentarios, que incluyeron ofensas a otro ministro de la Corte, Luis Roberto Barroso, que también es presidente del Tribunal Superior Electoral (TSE). Bolsonaro le dijo a sus electores, que van a diario a la puerta del palacio del Planalto, que Barroso era un “imbécil” y que era del TSE de donde partía el presunto fraude en las elecciones.
Fux le pidió a Bolsonaro respeto a las instituciones y a la Constitución. “Ante los últimos hechos, debatimos lo que es importante para la democracia brasileña, el respeto a las instituciones y los límites impuestos por la Constitución Federal”, dijo Fux a los periodistas a la salida de la reunión con el mandatario este lunes. La expectativa para la reunión de este miércoles era reforzar las barreras al presidente. El mismo Barroso, a quien Bolsonaro ofendió, advirtió al presidente que sus amenazas a las elecciones configuran un crimen de responsabilidad, lo que puede abrir la puerta a un impeachment [proceso de destitución].
La coincidencia del ingreso en el hospital de Bolsonaro con la reunión que debía mantener con los presidentes de los tres poderes ha despertado las sospechas en medio de una campaña de desacreditación del sistema electoral brasileño. El presidente vive un momento de baja popularidad por un conjunto de factores: la mala gestión de la pandemia, sospechas de corrupción en la compra de vacunas contra la covid-19 y, ahora, sus impulsos golpistas.
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