_
_
_
_

Retirada la estatua de Robert Lee en Charlottesville cuatro años después de la revuelta supremacista

El voto en 2017 para remover el monumento del general del Ejército confederado provocó una manifestación de la ultraderecha que dejó una persona muerta

Trabajadores retiran la estatua de Lee, que será puesta bajo resguardo hasta que los concejales decidan su futuro.
Trabajadores retiran la estatua de Lee, que será puesta bajo resguardo hasta que los concejales decidan su futuro.EVELYN HOCKSTEIN (Reuters)
Luis Pablo Beauregard

Las estatuas de Robert E. Lee y Thomas Jackson, dos generales del ejército confederado que se rebeló contra Estados Unidos para defender el esclavismo provocando la Guerra Civil, han sido retiradas este sábado en Charlottesville, Virginia. Los monumentos estuvieron en la localidad durante 97 años y serán guardados hasta que los concejales de la ciudad voten sobre su futuro. Las piezas de Lee y Jackson —conocido como Stonewall— están cargados de un simbolismo ominoso. Cientos de supremacistas blancos acudieron a esta población en agosto de 2017 para protestar contra la decisión de las autoridades de quitar las estatuas. La manifestación derivó en disturbios raciales que ocasionaron la muerte de una mujer de 32 años, que fue arrollada por un neonazi de 20 años que condujo su coche contra la multitud antifascista que rechazaba la presencia de los ultraderechistas.

La ciudad instaló vallas y restringió el tráfico en la zona para el retiro de las estatuas el sábado. Las autoridades, sin embargo, no temían protestas raciales como las vividas hace cuatro años. “Estamos invitando a la gente a que nos acompañe en el parque... Creemos que muchos miembros de nuestra comunidad realmente quieren estar ahí para ver que esto finalmente sucede”, dijo un portavoz de la ciudad. Desde las 06.00 am comenzó a llegar la gente, algunos vestidos con camisetas negras y las siglas de Black Lives Matter (las vidas negras importan). El ambiente fue festivo. Se tomaron fotografías, se lanzaron proclamas y se derramaron algunas lágrimas durante el retiro de dos obras que causaron dolor en el contexto de las crecientes tensiones raciales durante el Gobierno de Donald Trump.

“Simbolizaban una cosa cuando fueron puestas, pero llegaron a convertirse en una versión concentrada e intensa del racismo”, dijo Kevin Cox, de 68 años, y quien acudió al parque a celebrar cómo se levantaba a Lee, de más de tres toneladas de peso y que había sido colocada ahí en 1924. La estatua de Stonewall Jackson, por ejemplo, estaba a pocos metros de un edificio donde se compraban y vendían trabajadores para las fincas de la región. “Quiero guardar este momento para siempre”, dijo William Taylor a la prensa local, mientras fotografiaba el evento. “Siento que me han quitado un peso de los hombros”, añadió.

Los concejales aún deben elegir qué hacer con las estatuas. Algunas personas han pedido que sean destruidas. Otros símbolos confederados retirados en Richmond, la capital del Estado, han sido almacenados en un depósito junto a las plantas que tratan agua del desagüe.

Las piezas habían sido objeto de una larga y amarga batalla judicial desde que estudiantes de una escuela secundaria iniciaran en 2016 una colecta de firmas para quitarlas. Los concejales de Charlottesville avalaron el retiro en un apretado voto de 3-2 hecho en marzo de 2017. Esta decisión provocó una demanda casi inmediata por parte de familiares de los combatientes del bando confederado en la división de Virginia, uno entre las once entidades rebeldes que se levantaron en armas contra el presidente Abraham Lincoln. La petición pedía mantener las obras de bronce en su sitio en memoria a las familias, algo que fue apoyado por jueces de distrito. En abril de ese año, sin embargo, el Supremo del Estado revirtió la decisión y dio luz verde a la remoción.

La orden judicial fue tomada como un desafío en los Estados Unidos de Trump, un presidente que revitalizó a los movimientos de la ultraderecha y supremacistas blancos, quienes tomaron el fallo como una oportunidad de plantarse contra el revisionismo histórico que se había impulsado en la Administración de Barack Obama. Charlottesville se convirtió entonces en un territorio de defensa para movimientos como el Ku Klux Klan y otros movimientos que simpatizaban con el pasado esclavista del sur de Estados Unidos y defendían la identidad histórica.

Una multitud de jóvenes blancos peregrinaron en mayo de 2017 desde distintas partes del país hasta las estatuas de Lee y Stonewall. Llegaron de noche y empuñando antorchas. Gritaban “no nos reemplazarán” y “Rusia es nuestro amigo”. Entre los líderes estuvo Richard Spencer, un supremacista que ayudó a popularizar el movimiento conocido como derecha alternativa. La protesta fue breve. En poco más de 10 minutos la policía se vio obligada a dispersarla, pero el momento dejó una de las peores estampas de los primeros meses del Gobierno de Trump, quien meses después evitó condenar a los grupos supremacistas que habían desencadenado violencia defendiendo nuevamente las estatuas.

La figura de Robert E. Lee es muy importante en el sur de Estados Unidos. Es el general más importante entre los confederados, un movimiento que dejó su huella en la región con más de 700 monumentos en el país. El nombre del militar fue utilizado para escuelas y avenidas. Su nombre ha caído en desgracia como fruto de los recientes movimientos de derechos humanos y de lucha contra el racismo sistémico. Finalmente, la familia de Lee era esclavista. Su trato con los esclavos negros de su propiedad era vejatorio, según ha sido documentado por algunos historiadores.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Luis Pablo Beauregard
Es uno de los corresponsales de EL PAÍS en EE UU, donde cubre migración, cambio climático, cultura y política. Antes se desempeñó como redactor jefe del diario en la redacción de Ciudad de México, de donde es originario. Estudió Comunicación en la Universidad Iberoamericana y el Máster de Periodismo de EL PAÍS. Vive en Los Ángeles, California.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_