Putin decreta que solo es champán el vino espumoso fabricado en Rusia
Una nueva ley reserva la etiqueta originaria de la denominación de origen de Francia para los caldos rusos y dicta que los franceses se marquen como “espumosos”
Vladímir Putin ha descorchado la batalla del champán. El presidente ruso ha firmado una nueva ley que decreta que solo los champánskoe, los populares y asequibles espumosos creados en la época soviética como fórmula de democratizar el lujo, pueden etiquetarse como champán a partir de ahora en Rusia. Los burbujeantes caldos extranjeros y, por tanto, los de la región francesa de Champaña (noreste), protegidos por una denominación de origen controlada y que se fabrican solo con ciertas variedades de uvas y un proceso de maduración específico, serán etiquetados y clasificados como “vinos espumosos” en Rusia.
La norma que modifica la ley sobre bebidas alcohólicas, rubricada el viernes pasado, ha causado indignación y estupor en gran parte de la industria del champán, que defiende celosamente la denominación de origen controlada e insiste en que el champán solo proviene de la región de Champaña, donde el terruño crea las condiciones propicias para el caldo, elaborado solo a través de variedades de chardonnay, pinot noir, meunier, arbane, petit meslier, pinot blanc o pinot gris, recolectadas mediante poda corta.
La asociación que reúne a la industria francesa ha declarado estar “escandalizada” y ha pedido ya a los productores que paralicen el envío de sus vinos a Rusia hasta que se aclare la nueva normativa. “El Comité Champán deplora que esta legislación no garantice que los consumidores rusos tengan información clara y transparente sobre los orígenes y características del vino”, señalan sus copresidentes Maxime Toubart y Jean-Marie Barillere en un comunicado, y recuerdan que el nombre de champán está protegido en más de 120 países. Mientras, el ministro de Comercio Exterior, Franck Riester, ha remarcado que su equipo está analizando las implicaciones de la nueva ley rusa en el sector vitivinícola francés.
Pero también hay fabricantes, como el potente Moët Hennessy, del grupo de productos de lujo grupo LVMH y responsable de marcas como Moët Chandon, Veuve Clicquot o Dom Perignon, que han decidido tragarse las reticencias y adaptarse resignadas al nuevo etiquetado. La compañía amenazó este fin de semana con detener temporalmente la distribución en Rusia, alegando que el cambio de etiquetado les costaría miles de euros. En una carta a sus socios rusos publicada por el diario de negocios Vedomosti explicaba que la nueva norma podría obligar no solo a cambiar el etiquetado, sino a certificar de nuevo los vinos. Pero el burbujeante Moët seguirá disponible en Rusia. “Las casas de champán Moët Hennessy siempre han respetado la ley vigente dondequiera que operen y reiniciarán las entregas tan pronto como puedan hacer los cambios [de etiqueta]”, dice este lunes el grupo en un comunicado.
El país euroasiático (144,5 millones de habitantes) importa unos 50 millones de litros de vinos espumosos, el 13% de ellos son champán, según cifras de la consultora Centro de Investigación del Mercado Federal y Regional de Alcohol de Rusia (Tsiffrra), que marca en cerca del 3% la participación en el mercado de los vinos de Moët Hennessy, que importa caldos a Rusia por valor de unos 20 millones de dólares al año. Un segmento estrecho de productos de lujo que pocos se pueden permitir en el país hoy.
La nueva norma, que es un paso más en las últimas leyes de proteccionismo ruso en plena oleada de sanciones occidentales contra Moscú ―que ya han vetado o restringido productos como el queso parmesano o el gouda o el jamón ibérico―, y que busca promover a los productores locales, ha desatado críticas y alarma entre algunos, como Olga Sokolova, directora de ventas de Vinicom, especializada en vinos extranjeros, que define la situación como “absurda”; e incluso de fabricantes rusos, que se han pronunciado en contra de “apropiarse” por completo la etiqueta Champán. Pero hay otros, como el experto en el sector del vino Yuri Yudich, que aseguran que la ley solo consagra algo que ya es regla. “Desde la época soviética, que hoy es recordada por algunos con hostilidad y por otros con leve tristeza, la palabra champán no significa productos elaborados en Champaña, sino vinos secos, semisecos, dulces y otros de todo tipo con burbujas”, escribe Yudich en un análisis, en el que quita hierro a la nueva regulación.
En la década de 1920, con Iosif Stalin ya en el poder y después de la abolición de la ley seca, los enólogos soviéticos recibieron el encargo de crear un vino espumoso que estuviera disponible para las capas más amplias de la población trabajadora: una versión made in URSS del vino francés de las élites de todo el mundo. Así que se creó el Champán Soviético y, después, su sucesor ruso, el champánskoe, típico en las fiestas y Año Nuevo. De hecho, la mayoría de los rusos beben vino espumoso nacional; solo el 27% del mercado corresponde a ese tipo de caldos extranjeros: desde cava hasta prosecco o champán.
No ha habido debate social sobre la nueva regulación, que ha pillado con la guardia baja a consumidores y distribuidores. Pero sí hay empresarios que pueden beneficiarse de ella, como Yuri Kovalchuk, amigo cercano del presidente Putin, que encabeza Bank Rossiya (sancionado por EE UU) y que a través de una subsidiaria posee la fábrica de vino espumoso Novy Svet, en la península ucrania de Crimea, que Rusia se anexionó ilegalmente en 2014. O Boris Titov, presidente de la comisión de defensa de los derechos de los empresarios, cuya familia posee la planta de vino espumoso Abrau-Dyurso, en la región de Krasnodar. Sus acciones subieron este lunes un 3% (y llegaron a subir hasta un 7,7% en las primeras operaciones), pese a que su director general, Pavel Titov (hijo de Boris Titov) declaró que no veía mucho sentido a la ley. “Es muy importante proteger los vinos rusos en nuestro mercado. Pero la legislación debe ser razonable y no contradecir el sentido común. No tengo ninguna duda de que el verdadero champán se elabora en la región francesa de Champaña”, dijo a Radio Francia Internacional.
No es la primera vez que Putin echa una mano a la compañía de Titov. Sus acciones se dispararon también a principios de año, cuando el presidente ruso comentó que estaba muy interesado en la enología y que si alguna vez se retiraba podría dedicarse al sector e incluso ser asesor de las bodegas Abrau-Dyurso.
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