El Gobierno de Argentina prohíbe la exportación de carne durante un mes
Los ganaderos responden a la restricción, destinada a contener la inflación, con una huelga de una semana
El presidente de Argentina, Alberto Fernández, prohibió la exportación de carne durante un mes. El anuncio, sorpresivo, fue realizado mediante una escueta nota en la noche del lunes e incendió el ánimo de los ganaderos. La idea del gobierno es frenar el aumento del precio de la carne vacuna, tótem alimentario nacional, y moderar la inflación, ya en el 47,2% interanual. Los productores afirman que el cese de exportaciones dañará gravemente al sector y mermará aún más el ingreso de divisas. Como primera medida de protesta, los ganaderos acordaron frenar la comercialización de carne durante una semana a partir del jueves.
La medida gubernamental surtió un efecto inmediato. En el Mercado de Hacienda de Liniers, corazón del sector cárnico, los precios por kilo bajaron de 111,4 pesos a 94,6 pesos en unas horas. Prohibir las exportaciones siempre funciona a corto plazo, porque se genera un excedente de oferta en el mercado interno. Otra cosa son las consecuencias a medio y largo plazo. No sólo se pierden clientes y la confianza de los compradores externos, sino que los productores tienden a reducir el número de cabezas de ganado por falta de rentabilidad. En 2006, cuando empezaron a aplicarse estas medidas contra la inflación, había en Argentina 62 millones de cabezas. Hoy, 15 años después, hay 50 millones.
“Como antes había gente que compraba camisas para exportarlas, ahora hay exportadores que compran carne y exportan. Todo eso genera una tensión en los precios que no se aguanta más. Tenemos que poner en orden a quienes exportan”, dijo el presidente Fernández. Según él, la presión compradora de China hacía aumentar los precios y éstos acababan prevaleciendo en el mercado interno.
Dos años atrás, el candidato presidencial Alberto Fernández había asegurado que la exportación era prioritaria y perfectamente compatible con la lucha contra la inflación. El presidente Alberto Fernández parece pensar ahora lo contrario. La directora general de Comercio Interior, Paula Español, muy conectada con la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner y con su hijo Máximo, llevaba semanas advirtiendo de que no le “temblaría el pulso” a la hora de prohibir exportaciones para forzar los precios a la baja. Su postura prevaleció. Y fue aplaudida de inmediato por el sector más radical de la coalición en el gobierno. Juan Grabois, líder de Patria Grande y representante de los sectores sociales más excluidos, además de asesor del papa Francisco, se felicitó por la prohibición: “La Patria, primero”.
Pero parte del peronismo coincidió con los ganaderos en que la interrupción de exportaciones, justo cuando Argentina está más necesitada de dólares, era un disparo en el pie. Santa Fe es la provincia preponderante en el sector y su gobernador, el peronista Omar Perotti, lamentó la decisión. Guillermo Moreno, que fue secretario de Comercio Exterior con Cristina Fernández de Kirchner, profetizó que por esta vía Alberto Fernández iba a “acabar como Fernando de la Rúa”, el presidente que el 19 de diciembre de 2001 tuvo que huir en helicóptero de la Casa Rosada, dejando atrás un país en pleno colapso económico y social.
Está por ver si el Gobierno podrá resistir las protestas del sector agrario y sostener la anunciada prohibición durante un mes. En enero ya prohibió por 30 días la exportación de maíz y, tras reunirse con los productores, se echó atrás. Los ganaderos temen que si el Gobierno sigue adelante y prolonga la medida por más de un mes, como sucedió en 2006, se pierdan sin remedio mercados esenciales. Nunca se ha recuperado, por ejemplo, el mercado alemán, que se quedó sin bifes argentinos justo cuando Alemania acogía un Mundial de fútbol.
La carne constituye un segmento importante de las exportaciones argentinas. En 2020 supuso ingresos por 3.126 millones de dólares, frente a los 14.000 aportados por la exportación estelar, la soja. La carne de vacuno representa aproximadamente un 10% del comercio exterior de un país cada vez más cerrado en sí mismo y enroscado en torno al lema “vivir de lo nuestro”. Por otra parte, lo que se exporta es distinto a lo que se consume internamente. El principal cliente de la carne argentina es China, que compra con preferencia lo que los productores llaman “sobrante”: partes de muy baja calidad, destinadas al procesamiento industrial. También se venden en Europa las piezas más refinadas y caras. Lo que los argentinos llaman “asado” es un intermedio.
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