Erdogan acusa a Draghi de dañar las relaciones entre Turquía e Italia al llamarlo dictador
La prensa italiana asegura que Ankara ha suspendido la compra de 10 helicópteros a Roma
En Turquía no han sentado nada bien las declaraciones de la semana pasada del primer ministro italiano, Mario Draghi, en las que llamó “dictador” al presidente Recep Tayyip Erdogan, quien este miércoles advirtió de que esta crisis diplomática podría tener consecuencias en las relaciones entre Turquía e Italia. “Son una impertinencia, una falta total de educación”, ha dicho Erdogan en respuesta a una pregunta de la prensa sobre las palabras de Draghi y en la que ha sido su primera reacción en público sobre el tema. Draghi llamó dictador a Erdogan tras criticar la “humillación” que sufrió la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, en Ankara, donde fue relegada a un sofá durante una reunión.
En Turquía, insultar a Erdogan suele salir caro: según las estadísticas del Ministerio de Justicia, 36.000 personas fueron investigadas en 2019 por “insulto al presidente”, de las cuales un tercio fueron llevadas a juicio y, de ellas, 2.663 condenadas a penas de cárcel y otro millar a multas.
“A ti te han designado para el puesto, ni siquiera te han elegido. Antes de usar un tipo de expresión así contra Tayyip Erdogan deberías saber un poco más de tu historia. Pero vemos que no tienes mucha idea”, ha arremetido el presidente turco. Durante los días precedentes, varios ministros del Gobierno y aliados políticos de Erdogan instaron a Draghi a buscar dictadores en la historia reciente de Italia y no en la de Turquía.
Erdogan ha lamentado que esta polémica tendrá un efecto en las relaciones bilaterales: “Justo cuando teníamos la esperanza de entrar en un buen punto de las relaciones entre Turquía e Italia, ese tipo llamado Draghi las ha estropeado con estas declaraciones”. Sin embargo, también ha tratado de quitar hierro al asunto alegando que le insulte o no el primer ministro italiano, su Gobierno seguirá su camino.
El Ministerio de Exteriores turco convocó la semana pasada al embajador italiano en Ankara para presentar su protesta formal por estas palabras y, según el diario La Repubblica, Turquía ha cancelado la adquisición de 10 helicópteros de entrenamiento AW169 por 70 millones de euros a la empresa italiana Leonardo, si bien no ha habido confirmación oficial sobre este punto. El rotativo italiano asegura que otras empresas italianas con intereses en Turquía, como Ansaldo Energia, también han recibido advertencias.
Es habitual que tras crisis diplomáticas de este tipo —como las que ha habido entre el Gobierno de Erdogan y los de Francia, Alemania o Países Bajos—, Ankara rescinda algunos contratos o ponga dificultades a las empresas del país con el que se origina la disputa, pero al cabo de unos meses los negocios se suelen reanudar.
Italia es uno de los principales socios comerciales de Turquía. El comercio bilateral suma unos 18.000 millones de euros anuales y un millar de empresas italianas operan en suelo turco. Además, ambas capitales habían mostrado cierta sintonía en los conflictos del Mediterráneo oriental, y Roma, junto con Madrid y Berlín, logró frenar el año pasado a Gobiernos como el griego o el francés, que apostaban porque la UE sancionase a Ankara por su agresiva política exterior. En la guerra de Libia, donde turcos e italianos han apoyado al mismo bando, la entente empieza a resquebrajarse en tanto que, ahora que la situación sobre el terreno parece calmarse, ambos países buscan rentabilizar su apoyo al Gobierno de Trípoli en forma de contratos y explotaciones. La mayor crisis entre estos dos países en las últimas décadas se produjo en 1998, cuando Italia acogió al fundador del grupo armado kurdo PKK, Abdullah Öcalan, tras escapar de Siria y antes de ser detenido en Kenia. El Gobierno de Massimo D’Alema amagó con ofrecerle asilo político, lo que despertó la ira de Ankara y llevó a un boicot a los productos y empresas italianas en Turquía que duró unos meses.
La mayor crisis entre estos dos países en las últimas décadas se produjo en 1998, cuando Italia acogió al fundador del grupo armado kurdo PKK, Abdullah Öcalan, tras escapar de Siria y antes de ser detenido en Kenia. El Gobierno de Massimo D’Alema amagó con ofrecerle asilo político, lo que despertó la ira de Ankara y llevó a un boicot a los productos y empresas italianas en Turquía que duró unos meses.
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