Italia y Turquía refuerzan su cooperación en Libia para sostener al Gobierno de Unidad
Ankara busca la colaboración de Roma para contrarrestar en la UE la posición de Francia, que apoya al mariscal rebelde Hafter
En 1911, Italia desembarcó en Libia con la intención de ampliar su exiguo imperio colonial y de hacerlo a expensas de la entonces potencia más débil del concierto europeo: el Imperio otomano. En un año de combates, los italianos expulsaron a los turcos y ocuparon, además del territorio libio, las islas del Dodecaneso (hoy Grecia). Poco más de un siglo después, Italia y Turquía han vuelto a luchar por Libia, pero esta vez en el mismo bando.
La intervención turca en el país norteafricano ha dado la vuelta al conflicto. Mediante el envío de armamento, instructores militares turcos y mercenarios sirios —con el respaldo financiero de Qatar—, Ankara ha logrado que el Gobierno de Unidad Nacional (de tendencia islamista y único reconocido por la ONU) se librase de lo que parecía una derrota segura y pusiese en retirada a las fuerzas del mariscal rebelde Jalifa Hafter, hombre fuerte del este de Libia y apoyado por Rusia, Emiratos Árabes Unidos, Egipto y Francia. Hafter, que hace seis meses se disponía a tomar Trípoli (en el oeste del país), ahora clama por un alto el fuego.
“Nosotros reconocemos al Gobierno de Unidad porque es el Gobierno reconocido por la ONU. Apoyamos un proceso de paz que no solo congele el conflicto militar sino que ofrezca una solución política”, ha expresado este viernes el ministro de Exteriores italiano, Luigi di Maio, tras una reunión en Ankara con su homólogo turco, Mevlüt Çavusoglu.
Este viernes también, la Liga Árabe ha anunciado que la semana próxima mantendrá una reunión de emergencia a petición de Egipto para valorar la situación en Libia. Los egipcios piden un alto el fuego, la marcha de los mercenarios extranjeros que combaten en ambos bandos (sirios, rusos, chadianos y sudaneses) y el desmantelamiento y desarme de las milicias. Pero el Gobierno de Unidad, dirigido por Fayez al Serraj, rechaza de momento los llamamientos de alto el fuego, al menos no antes de que se le permita retomar el control de Sirte, la última gran localidad del oeste del país en manos de Hafter. Turquía también ha dado a entender que no quiere negociar con el mariscal y que sólo lo haría en caso de que las fuerzas rebeldes elijan a otro representante.
La implicación de Italia en el conflicto difiere de la turca y militarmente se ha limitado a desplegar un hospital de campaña en Misrata y al envío de expertos en desminado. “Italia, como Alemania, trataba de mantener una postura equidistante y estabilizar la situación, pero al no tener éxito en su búsqueda de una solución, en los últimos meses Italia ha comenzado a tomar más partido y criticar a Serraj”, opina el analista libio Tarek Megerisi, del European Council on Foreign Relations (ECFR). No en vano, en mayo, un bombardeo de Hafter sobre Trípoli estuvo a punto de alcanzar las embajadas de Italia y Turquía.
En la reunión de este viernes, el jefe de la diplomacia turca ha dicho que Turquía puede trabajar junto a Italia para reconstruir ciertas infraestructuras libias, como el suministro de electricidad. En el ojo de las empresas turcas están los futuros contratos de reconstrucción y, de hecho, el miércoles, una delegación del Gobierno turco encabezada por Çavusoglu y el ministro de Finanzas, así como el jefe de los servicios secretos, se reunió con Serraj en Trípoli. “Muchas partes del país están en ruinas, las empresas turcas están en posición de empezar rápidamente a trabajar”, dijo una fuente gubernamental turca a la agencia Reuters.
Pero Turquía requiere de Italia para que su intervención en Libia no quede como una aventura en solitario. En la última semana, el Estado Mayor turco ha publicitado los ejercicios militares conjuntos de buques de guerra y submarinos turcos e italianos. “La posición razonable que mantiene Italia, contraria al golpista Hafter, es importante para Turquía, porque Italia es un gran actor diplomático a nivel internacional y porque sirve para equilibrar la posición francesa dentro de la UE”, afirma Emrah Kekilli, del think-tank SETA, muy cercano al Ejecutivo de Turquía.
Pero para Italia también es importante apoyarse en Turquía. La visita de Di Maio se produce en un momento de notable acercamiento entre ambas potencias. Turquía ha ayudado al país transalpino durante la crisis del coronavirus y sus servicios secretos se prestaron a mediar en el rescate de la cooperante Silvia Romano, secuestrada por el grupo armado Al Shabaab y liberada hace apenas un mes en Somalia.
Italia tuvo siempre una relación privilegiada con Libia —especialmente cultivada durante los Gobiernos de Silvio Berlusconi— que permitió el crecimiento de la petrolera nacional ENI. La inestabilidad y el interés de Francia por entrar en esa partida, han hecho replantearse a Italia la necesidad de tener un aliado fuerte como Turquía en la zona, señalan fuentes diplomáticas. Especialmente tras el bloqueo de los pozos petrolíferos.
Pero Roma y Ankara no están aliadas en todos los frentes. Italia se opone al envío de material militar, y Di Maio intentó presionar a su homólogo turco para que respete la misión Irini, una operación europea bajo mando italiano para hacer efectivo el embargo de armas internacional que pesa sobre Libia, pero que ningún bando respeta. Esta semana, un buque de la Marina francesa interceptó un mercante turco sospechoso de transportar armamento para el país africano y fragatas turcas respondieron amenazando con bombardear la embarcación gala, un incidente que está investigando la OTAN. Çavusoglu defendió la postura de su país alegando que las misiones de la UE y la OTAN no han impedido que Rusia o Emiratos envíen armas al bando de Hafter y criticó que Francia participe en la misión cuando “envía armas” a los rebeldes.
Para el analista Megerisi esta desunión de la Unión Europea no hace sino favorecer los intereses rusos, pero considera también que quienes apoyan al bando de Hafter se están dando cuenta de que tiene todas las de perder y de ahí los recientes intentos por buscar una solución dialogada.
Investigación en las fosas comunes de Tarhuna
Tras la entrada de las fuerzas del Gobierno de Unidad Nacional a la localidad de Tarhuna a principios de mes, se descubrió una docena de fosas comunes con numerosos cuerpos. Por el momento han sido recuperados 48 cadáveres y varias partes despedazadas y el Ministerio del Interior trabaja en su identificación mediante pruebas de ADN. Según las autoridades de Trípoli, en ellas se habían enterrado tanto hombres como mujeres y niños, en algunos casos vivos.
“El Consejo de Seguridad de la ONU debería adoptar una postura decidida contra estas violaciones cometidas por las milicias de Hafter, que pueden ser consideradas crímenes contra la humanidad”, dijo el ministro de Exteriores libio, Mohamed Siala, en una carta a Naciones Unidas en la que pide que el caso sea referido al Tribunal Penal Internacional.
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