Un médico en Guinea Ecuatorial: “En una hora se nos acabaron hasta las gasas”
Las explosiones de dinamita en una base militar de la ciudad de Bata que se cobraron la vida de 105 personas desnudan las carencias de este país rico en petróleo
“El material fue insuficiente desde el primer minuto en que empezaron a llegar los pacientes. Hasta las gasas, todo lo fungible usado para atender a los heridos, se nos terminó todo en menos de una hora”, asegura un médico ecuatoguineano que pidió no ser identificado y que trabaja en uno de los tres hospitales de la ciudad de Bata, donde tres explosiones en una base militar el pasado domingo provocaron al menos 105 muertos y 615 heridos. “Es que no son hospitales. Son edificios donde no hay medicamentos, ni equipamiento, ni personal formado”, asegura el líder opositor Andrés Esono, para quien detrás de este accidente están “la corrupción y el nepotismo de un régimen incompetente”.
La tranquilidad de la ciudad de Bata se vio súbitamente alterada el domingo cuando, sobre la una y media de la tarde, tres grandes detonaciones destrozaron los edificios en un radio de unos tres kilómetros del cuartel militar de Nkuantoma. Primero, la propia base militar, en la que vivían decenas de soldados y sus familias. Pero también cientos de casas de los barrios populares cercanos, cuyas paredes, techos y ventanas se cayeron sobre sus residentes. Horas más tarde, el presidente Teodoro Obiang, el dictador que gobierna Guinea Ecuatorial desde el golpe de Estado del 3 de agosto de 1979 —es el jefe de Gobierno que lleva más tiempo en el cargo del mundo— atribuyó las explosiones a una quema descontrolada en un terreno agrícola cercano a la base y al “manejo negligente de dinamita” por parte de los propios militares, que la habrían situado próxima a un arsenal de armas.
“La imprudencia, la ignorancia de la gente y la malicia de aquellos que conocían la peligrosidad... sobre todo los que han ido a depositar las dinamitas cerca del depósito de municiones son los que evidentemente tenemos que acusar”, dijo el presidente Obiang en una entrevista en la televisión pública TVGE, “normalmente en otras partes la dinamita se guarda muy lejos de la población e incluso debajo de la tierra. Pero como se ha dejado en un lugar libre y cerca de la población hemos sufrido esa devastación que nos está costando un gasto económico, material y una inseguridad humana porque los fallecidos son inocentes”.
Este martes todavía sacaron los últimos siete cadáveres de debajo de los escombros, según la televisión estatal. “Es un crimen almacenar toda esa munición junto al pueblo llano”, asegura Tutu Alicante, director de la ONG EGJustice, “exigimos una investigación independiente y que se depuren responsabilidades al más alto nivel”. Andrés Esono, secretario general del partido opositor Convergencia Para la Democracia Social (CPDS), señala al propio Obiang. “Es el comandante en jefe, no puede lavarse las manos. Se sitúa a los incompetentes en puestos de responsabilidad y a los capaces se les margina. Este régimen es incapaz de gestionar nada y sus torpezas nos van a llevar al abismo”, comenta.
Las primeras imágenes, difundidas a través de la citada televisión y vídeos grabados por los propios ciudadanos, mostraban a cientos de personas, algunas de ellas heridas, huyendo de la zona donde se produjeron las explosiones. “Fue el sálvese quien pueda”, asegura el exdiputado Plácido Micó, “los heridos llegaban a los hospitales por su propio pie o se organizaban entre ellos”. Los centros médicos se vieron rápidamente desbordados por la afluencia de personas y el Gobierno pidió ayuda a Naciones Unidas, desde jeringuillas hasta vendas pasando por alimentos y material de primeros auxilios, al tiempo que hacía un llamamiento a personal médico de todo el país para acudir a Bata. Consultado por EL PAÍS, el ministro de Información, Virgilio Seriche, se remitió, a través de un portavoz, a las noticias publicadas por la televisión pública y a la página web del Ejecutivo.
“No solo se acabó el material médico, no había ni camas. Algunos pacientes se colocaban encima de las mesas y allí les atendíamos. El primer ministro acudió a los vendedores malienses que estaban en el mercado y ellos cedieron algunos colchones, que se colocaron en los pasillos, así estábamos”, añade el mismo médico. Desde la oposición ecuatoguineana coinciden en que esta falta de recursos son las consecuencias de un régimen que apenas ha invertido en sanidad o educación. “Todo el dinero del petróleo va a parar a grandes infraestructuras faraónicas, puertos, aeropuertos, palacetes y ciudades en medio de la selva que no sirven para nada, mientras que si un ciudadano va al hospital y no tiene dinero para comprar el material no lo van a atender”, remata Esono.
Guinea Ecuatorial tiene algo más de un millón de habitantes y es el sexto productor de petróleo de África, con 140.000 barriles diarios según el propio Gobierno ecuatoguineano. “Seguramente es mucho más porque las petroleras norteamericanas no están reportando todo lo que extraen”, asegura Alicante, cuya ONG investiga este sector desde hace años. Los ingresos petroleros hacen que Guinea Ecuatorial tenga uno de los PIB per cápita más altos de África, más de 7.200 euros según el Banco Mundial, pero no logra bajar sus índices de pobreza. “Guinea Ecuatorial ha concentrado sus esfuerzos en la creación de una infraestructura impresionante”, aseguró un informe del Fondo Monetario Internacional de 2015, “aunque el progreso en indicadores sociales ha sido lento”. Al mismo tiempo, el vicepresidente Teodoro Nguema Obiang, hijo del presidente y conocido como Teodorín, fue condenado en 2017 en Francia por corrupción y es conocido por su elevado tren de vida.
“Miles de personas se han quedado sin casa o tienen miedo de quedarse en la zona”, asegura un residente en Bata que también pidió no ser identificado, “algunos se han ido al interior del país con sus parientes, otros se fueron al paseo marítimo donde la empresa Martínez Hermanos ha puesto carpas para que la gente pueda dormir”. Teodoro Nguema Obiang pidió a los ciudadanos que regresaran a sus casas porque el peligro había pasado. “El problema es que para muchos no hay un lugar donde volver y otros siguen desconfiando”, añade Micó.
Distintas organizaciones religiosas, como los salesianos, también están acogiendo a ciudadanos y decenas de vecinos han organizado recogida de alimentos y redes de solidaridad. “Me preocupan los inmigrantes que viven en esta ciudad, sobre todo de Burkina Faso, Malí o Camerún, están totalmente desamparados. Hay ayuda que llega a algunas personas, pero a ellos no”, asegura otro vecino que está comprando productos alimenticios e higiénicos, así como juguetes infantiles, para repartirlo entre los damnificados. Un avión de la Agencia Española de Cooperación cargado de material médico salió este martes de la base aérea de Torrejón de Ardoz.
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