Bielorrusia afirma que Rusia presiona para fusionar ambos Estados a cambio de energía barata
El presidente Lukashenko eleva el tono y amenaza con extraer petróleo ruso del oleoducto que transita por su territorio y buscar proveedores alternativos
Las relaciones entre Minsk y Moscú están cada vez más tirantes. El presidente bielorruso, Aleksander Lukashenko, ha asegurado este viernes que Rusia está “insinuando” que debería aceptar una fusión entre ambos países a cambio de obtener gas y petróleo baratos. Bielorrusia es muy dependiente del gas y el petróleo ruso subsidiado, que posteriormente comercializa. Pero Lukashenko y su homólogo ruso, Vladímir Putin, no han llegado a un nuevo acuerdo comercial energético y Rusia está restringiendo el suministro a su vecino. Lukashenko se ha cansado y ha amenazado a Moscú con extraer el petróleo ruso directamente del oleoducto que transita por su territorio hacia Europa, y con buscar proveedores alternativos, incluso si son más caros, “para no arrodillarse” ante Rusia.
“Entienden que la integración se traga Bielorrusia. Eso no es integración, es una incorporación. Nunca iré hacia esto”, aseguró Lukashenko durante una visita a una planta papelera en el sureste de Bielorrusia, según cita la agencia estatal Belta. El presidente bielorruso, que ha gobernado con mano de hierro su país durante 25 años, se mostró rotundo al afirmar que ni sus ciudadanos ni los rusos desean la fusión. “Siempre lucharé para que nuestra tierra siga siendo soberana en independiente”, recalcó.
Durante los últimos meses, las informaciones que insinúan los deseos del presidente ruso de crear una superpotencia uniendo Rusia y Bielorrusia se han multiplicado. Esa opción permitiría a Putin convertirse en el líder de ese nuevo Estado de la Unión y permanecer de alguna manera en el poder cuando termine legalmente su mandato en 2024; además de los cambios en la Constitución que ahora Rusia tiene en marcha, han señalado los analistas. Sin embargo, Lukashenko se ha negado categóricamente a la opción de la fusión entre las dos ex repúblicas soviéticas, según remarcaron fuentes cercanas al líder bielorruso a Bloomberg.
La tensión ha crecido durante los últimos meses entre los dos países. Putin y Lukashenko han mantenido muy buenas relaciones de cara a la galería, se ven frecuentemente, esquían juntos, juegan al hockey juntos y se reúnen para almorzar —casi siempre en la residencia oficial de Putin en el mar negro, en Sochi—. Pero los hechos últimamente están demostrando que esos vínculos pueden ser una fachada y que su relación es más bien fría y pragmática.
Ambos líderes no han llegado a un acuerdo sobre los precios de la energía. Hasta que Moscú cambio el sistema, Minsk recibía petróleo y gas ruso a precio subsidiado, gracias a su acuerdo comercial de unión, lo refinaba y lo vendía a otros países a cambio de un margen de beneficio. Pero Rusia se niega a mantener el sistema o a una compensación y ha reclamado a Bielorrusia que compre la energía a precio de mercado, a lo que Lukashenko, aludiendo a ese pacto de unión comercial, se ha negado.
Ahora está pagando el rechazo. Rusia le ha ido recortando el suministro de petróleo: las refinerías bielorrusas recibieron en enero 50.000 toneladas de petróleo ruso, muy por debajo de los dos millones previstos. “Si Rusia no suministra petróleo en los volúmenes necesarios, comenzaríamos a tomarlo del oleoducto de tránsito”, ha amenazado tajante Lukashenko.
El oleoducto Druzhba (Amistad) que cruza Bielorrusia suministra un millón de barriles de crudo ruso a países de Europa, como Alemania o Polonia. “La disputa por el petróleo se puede convertir en un conflicto serio”, advierte Artyom Shraibman, analista político y fundador de la consultora bielorrusa Sense Analytics. “Aunque de manera realista, Bielorrusia no tiene muy buenas opciones: podría conceder algún tipo de soberanía a Rusia; buscar crudo alternativo, aunque a precios más caros; ceder y comprar crudo ruso a los precios que se le exigen; o reducir la dependencia del petróleo ruso, algo que Minsk han tratado de hacer en los últimos meses pero que puede suponer un golpe importante tanto para las refinerías bielorrusas como para la economía”, explica el experto.
Bielorrusia depende de Rusia para más del 80% de sus necesidades energéticas. Ahora, Lukashenko ha asegurado que quiere reducir esa dependencia el 40% y obtener el resto de otros países. Pero no solo será más caro sino que también es más difícil de transportar. El líder bielorruso ha asegurado que ya está en conversaciones con Polonia para recibir suministros de petróleo estadounidense y saudí a través de un oleoducto desde Gdansk. Un giro hacia Occidente que además podría enfriar aún más las cosas con Moscú.
En cualquier caso, analistas como Shraibman, han advertido que la economía bielorrusa sufrirá y tendrá que apretarse el cinturón. Algo que se percibe mucho menos deseable este año de elecciones presidenciales para Aleksander Lukashenko, a quien se suele conocer como “el último dictador de Europa”.
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