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Auge, orgía y caída en desgracia del hombre fuerte de Orbán en Bruselas

József Szájer, uno de los políticos más próximos al primer ministro húngaro, era el encargado de suavizar el discurso de Budapest ante las instituciones europeas

József Szájer vota en el Parlamento Europeo en 2013.
József Szájer vota en el Parlamento Europeo en 2013.PATRICK SEEGER (EPA)

La fiesta fue convocada a través de una app especializada en encuentros sexuales para hombres. Las puertas del apartamento abrieron a las cinco de la tarde del último viernes de noviembre. El lugar se encuentra a un paso de la Grand-Place, en el centro de Bruselas. En la entrada hay un letrero que dice: “Entra si te atreves”. Al otro lado: luz oscura, láseres en movimiento punteando las paredes y de fondo la banda sonora de la serie The New Pope. Había que dejar la ropa y los móviles en una taquilla a la entrada. Beber quizá algo en la cocina, charlar y conocer a otros asistentes. Luego pasar al salón, con colchones y sofás repartidos por la estancia, porno proyectado y el rostro del dios Baco observando la escena, con la boca abierta e iluminada.

Eran 25 personas y József Szájer, el eurodiputado húngaro del partido ultraconservador y homófobo Fidesz y uno de los hombres fuertes de Viktor Orbán en Bruselas, se encontraba “probablemente en aquella esquina” junto a la ventana cuando hacia las nueve y media de la noche irrumpieron unos 15 policías con linternas, pero “sin una orden judicial” y profiriendo “insultos homófobos”, según cuenta David Manzheley, de 29 años, el organizador de la orgía. Eso imagina, dice, porque la ventana quedó abierta, y porque la reconstrucción policial de los hechos habla de un hombre tratando de escapar descolgándose por la cañería: era el propio Szájer.

El arquitecto de la actual Constitución húngara, dura y represiva con las minorías y especialmente hostil hacia el colectivo LGTBI, un hombre de 59 años casado con Tünde Handó, la juez que apuntalaba el giro iliberal en Hungría desde las altas esferas del poder judicial, cerraba así, semidesnudo en la fría noche de la capital europea, con las manos ensangrentadas y una pastilla de éxtasis entre sus pertenencias, tres décadas de trayectoria política junto a Orbán. Aunque en realidad solo había incumplido las estrictas normas belgas de confinamiento, la abismal contradicción con los postulados de su Gobierno y su partido le hicieron presentar su renuncia al escaño en el Parlamento Europeo dos días después.

Su historia la reveló la prensa belga el martes, y Szájer asumió las consecuencias “políticas y personales” a través de un comunicado: “Pido disculpas a mi familia, a mis colegas, a mis votantes. Les pido que evalúen mi paso en falso sobre el trasfondo de 30 años de dedicado y duro trabajo. El traspié es estrictamente personal, yo soy el único que tiene la responsabilidad. Les pido a todos que no lo extiendan a mi patria o a mi comunidad política”.

David Manzheley, organizador de la orgía, en la puerta de su apartamento.
David Manzheley, organizador de la orgía, en la puerta de su apartamento. Delmi Álvarez

Szájer llevaba en la Eurocámara desde 2004, año en que Hungría entró en la UE. En Europa se labró fama de político ágil, inteligente y respetado en el Partido Popular Europeo (PPE), su familia política. Se codeaba con los líderes democristianos del continente y llegó a ser vicepresidente del Grupo Popular. “Era realmente un peso pesado”, asegura Márton Gyöngyösi, eurodiputado de un partido rival húngaro, Jobbik. En Hungría, añade, se le conocía como “Mr. PPE”: era el tipo que arreglaba los desencuentros entre Budapest y Bruselas; el que limaba los duros discursos de Orbán. “Era como el señor Lobo de Pulp Fiction”, dice Gyöngyösi.

En Budapest la palabra más repetida sobre el escándalo de Szájer es hipocresía. La mentira de uno de los hombres más reputados del Gobierno de Fidesz. A Szájer se le conoce por ser uno de los padres de la Constitución que aprobó el Gobierno en 2011, moldeada a imagen y semejanza de la doctrina cristiana y ultraconservadora de Fidesz. En ella, solo se reconoce el matrimonio como la unión entre un hombre y una mujer, excluyendo así a las parejas del mismo sexo, transexuales o familias monoparentales. Szájer presumía de haber redactado la Carta Magna en su iPad durante sus viajes a Bruselas, Estrasburgo y Budapest.

“Todos sabíamos que era gay, que vivía una vida de mentiras, pero era un gran político. Es una pena que su carrera haya acabado así”, cuenta Zsuzsanna Szelenyi, antigua miembro de Fidesz que dejó el partido cuando la formación abandonó las ideas liberales y abrazó el conservadurismo reaccionario. “Si eres de Fidesz no puedes salir del armario”, añade Klara Ungar, que también abandonó la formación por su deriva autoritaria y que reconoció su orientación sexual como lesbiana.

Todos coinciden en que Orbán ha perdido su mejor baza para negociar con la UE en momentos en los que Hungría ha lanzado su mayor órdago a Bruselas con el veto a los presupuestos comunitarios, por su resistencia a vincular el reparto de los fondos con el respeto al Estado de derecho. “La historia hubiera quedado en un escándalo más de algún miembro de Fidesz si se hubiese destapado en Hungría, donde el Gobierno maneja a policías y jueces, como han hecho otras veces”, explica el periodista de investigación húngaro Szabolcs Panyi. Pero el incidente ha tenido lugar en el corazón de la UE. “Este escándalo se le ha ido de las manos justo cuando necesitaba a su fiel escudero para negociar con Bruselas”, añade.

Orbán y Szájer, becados por Soros

Orbán y Szájer estudiaron Derecho en la Universidad de Budapest. El primer ministro es dos años menor que el exeurodiputado. Ambos también consiguieron una beca para estudiar en el extranjero financiada por el multimillonario filántropo de origen húngaro George Soros, ahora némesis de Orbán. Y juntos fundaron Fidesz en 1988. “Entonces Szájer y todos nosotros soñábamos con la caída de la URSS, luchábamos por una Hungría democrática”, recuerda Szelenyi, de 54 años.

El pasado miércoles, Orbán calificó de inaceptable e indefendible el comportamiento de su amigo en Bruselas. “Lo que hizo nuestro representante no tiene cabida en los valores de nuestra familia política”, añadió en un comunicado. La oposición húngara, muy fracturada desde que Orbán se hizo con el poder absoluto del país centroeuropeo en 2010, intenta sacar rédito político al escándalo. La comunidad LGTBI, por su parte, critica la doble vara de medir del Gobierno, que en los últimos años ha convertido a los homosexuales y transexuales en su nuevo enemigo, privándoles el derecho de poder adoptar niños u obligándoles a registrarse en los documentos de identidad según su sexo biológico. “Nosotros respetamos la vida personal de Szájer, pero es muy cínico que pertenezca a un partido que hace la vida imposible a los de su misma condición”, sostiene Tamás Dombós, presidente de Hatter, la principal asociación LGTBI de Hungría.

La caída en desgracia de uno de los hombres de máxima confianza de Orbán llega en horas bajas para el líder ultraconservador, cuya gestión de la pandemia en esta segunda ola está siendo progresivamente cuestionada. Cada día crece el nerviosismo ante una crisis económica. El veto a los presupuestos europeos de uno de los países que más fondos recibe de la UE también es una apuesta arriesgada. El defensor de la democracia iliberal, de la Europa cristiana, donde no tienen cabida los inmigrantes, que cercena los derechos de la comunidad LGTBI y que considera enemigos a los burócratas de Bruselas se encuentra ahora en la encrucijada de que uno de los secretos a voces de su partido ha salido a la luz, lo que resta credibilidad a su discurso.

David Manzheley en el apartamento donde transcurrió la orgía. Al fondo, la ventana por la que supuestamente trató de huir József Szájer.
David Manzheley en el apartamento donde transcurrió la orgía. Al fondo, la ventana por la que supuestamente trató de huir József Szájer. Delmi Álvarez

Mientras tanto, sentado en el sofá del apartamento donde se celebró la orgía, David Manzheley asegura que empieza a tener miedo. Ha recibido llamadas con amenazas de funcionarios extranjeros, asegura. En la fiesta había otros dos diplomáticos cuya identidad no ha sido revelada. Y a sus frecuentes orgías, algunas de ellas multitudinarias y que no han parado durante la pandemia, han acudido varios políticos de países cuyos regímenes son poco tolerantes con el colectivo gay y con una doble vida cuya exposición quieren evitar. “Aquí sienten libertad”, dice.

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