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El embajador de Colombia en Estados Unidos se defiende de las acusaciones de un exjefe paramilitar

Francisco Santos dice que no fundó un grupo de autodefensas, como asegura Salvatore Mancuso desde una cárcel en Estados Unidos

Catalina Oquendo
El exjefe paramilitar Salvatore Mancuso llega extraditado a Estados Unidos, el 13 de mayo de 2008.
El exjefe paramilitar Salvatore Mancuso llega extraditado a Estados Unidos, el 13 de mayo de 2008.Alan Diaz (AP)

No es la primera vez que el exjefe paramilitar Salvatore Mancuso, uno de los protagonistas de la guerra en Colombia, afirma que al extraditarlo a Estados Unidos hace 12 años “se llevaron la verdad” sobre las relaciones de la alta política con los grupos de autodefensa en el país.

Ahora, de cara al pedido de extradición que hizo el Gobierno colombiano, Mancuso ha reiterado que fue silenciado debido a que relató cómo “funcionarios cercanos al Gobierno del presidente Álvaro Uribe, como Francisco Santos, hoy embajador de Colombia en Estados Unidos”, entre otros funcionarios, “fueron personas muy cercanas a las Autodefensas Unidas de Colombia”. El pronunciamiento se conoció a través de una carta que Mancuso envió al exnegociador de paz, Álvaro Leyva Durán, y ya generó la respuesta del embajador.

A través de un comunicado divulgado en Twitter, Francisco Santos respondió que las aseveraciones de Mancuso son las mismas de hace 13 años, cuando el paramilitar dijo que el hoy embajador en Washington fundó un bloque de Autodefensas en Bogotá. “La Fiscalía General lleva 13 años investigando dichas afirmaciones y no ha encontrado mérito alguno para ningún tipo de imputación por parte de la justicia”, dijo Santos, y anunció que evalúa acciones legales contra el paramilitar.

Desde una cárcel en Estados Unidos, donde intenta intenta no ser deportado a Colombia, Mancuso aseguró que la verdad no se ha conocido por falta de voluntad política. “Recuerdo cuando denuncié públicamente el rearme de algunos desmovilizados y me llamaron mentiroso, cuando confesé que el 35 % de miembros del Congreso eran personas apoyadas por las Auc, me trataron de loco; cuando conté acerca de la parapolítica, la negaron; revelé que yo era la prueba viviente de lo que en ese entonces denominé paramilitarismo de Estado”, dijo en la carta, difundida este lunes. En efecto, tras sus denuncias, la Corte Suprema de Justicia investigó y condenó a cerca de 60 congresistas.

Un jefe sanguinario

De padre italiano, quien fuera uno de los jefes más sanguinarios de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), cumplió una condena por tráfico de drogas en Estados Unidos y su defensa solicitó enviarlo a Italia alegando que no tiene garantías de seguridad en Colombia. Otra carta, divulgada por la agencia Associate Press, y fechada en diciembre de 2008, da cuenta de que fiscales estadounidenses ya habían advertido a las autoridades colombianas que Mancuso y los miembros de su familia “podrían estar en grave peligro”, como consecuencia de que había “nombrado a diferentes militares de alto rango, funcionarios y políticos que proveían material y apoyo a las actividades criminales de las autodefensas”.

La deportación a Colombia del exjefe paramilitar, a quien se acusa de dirigir 139 masacres en las que fueron asesinadas 800 personas, entre otros delitos, se ha convertido en un embrollo político para el gobierno de Iván Duque. Primero, se conoció que las autoridades colombianas cometieron varios errores en las solicitudes de extradición, lo que puso a Mancuso a un paso de ser enviado a Italia. Luego, el gobierno de Donald Trump decidió frenar esa deportación y se supo que sería enviado a Colombia.

Aún no hay nada en firme, aunque el Gobierno de Duque está confiado en que Mancuso retornará al país. “Su obligación de decir la verdad en los tribunales de Colombia, él debe responder y regresar al país y al hacerlo debe estar privado de la libertad”, dijo este lunes el comisionado para la Paz, Miguel Ceballos.

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Sobre la firma

Catalina Oquendo
Corresponsal de EL PAÍS en Colombia. Periodista y librohólica hasta los tuétanos. Comunicadora de la Universidad Pontificia Bolivariana y Magister en Relaciones Internacionales de Flacso. Ha recibido el Premio Gabo 2018, con el trabajo colectivo Venezuela a la fuga, y otros reconocimientos. Coautora del Periodismo para cambiar el Chip de la guerra.

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