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El doble desertor que, según Pyongyang, llegó a Corea del Norte con el virus nadando desde el Sur

Seúl asegura que el fugitivo, sobre el que pesa una orden de arresto, no figura en sus registros de enfermos con coronavirus o sus contactos

En foto, el líder norcoreano, Kim Jong-un, posaba este domingo junto a altos cargos militares tras regalarles pistolas conmemorativas. En vídeo, el coronavirus podría haber llegado a Corea del Norte con un doble desertor llegado desde Corea del Sur. Vídeo: 朝鮮通信社 (AP) / REUTERS
Macarena Vidal Liy

Un doble desertor norcoreano, huido primero al Sur y que escapó de nuevo a su país de origen hace unos días, puede ser, oficialmente, el primer paciente de covid-19 en Corea del Norte, según indicó Pyongyang. O puede no serlo, según ha apuntado este lunes Seúl. El culebrón de este doble fugitivo está —como casi todo lo relacionado con el régimen de Kim Jong-un— más lleno de enigmas que de certezas. Pero contribuye a complicar un poco más, especialmente si se confirma que está enfermo, la relación entre las dos Coreas, que atraviesa por momentos especialmente delicados.

El caso comenzó el pasado día 18. Aunque el Gobierno surcoreano no ha proporcionado una identificación oficial, se sospecha que el desertor es un joven de 24 apellidado Kim, que entró en el Sur en 2017 y sobre el que pesa una orden de arresto por supuesta violación a otra desertora norcoreana. Lo último que se sabe de él con certeza en Seúl es que ese día un taxi le llevó a la isla de Ganghwa, en la costa oeste del país y con su zona norte a solo dos kilómetros del país vecino, separada por las aguas del río Han. Y por puestos de vigilancia y alambradas de espino.

Una bolsa con algunas pertenencias hace pensar al Ejército del Sur que pudo sortear las alambradas y aprovechar un túnel de desagüe para llegar al agua y echarse a nadar. Tres años antes, había entrado así en territorio surcoreano: a brazadas, tras un trayecto que le llevó más de siete horas cubrir, según contó él mismo en un vídeo de YouTube.

El sábado, la agencia estatal KCNA lanzaba la bomba: se había localizado el día 19 a un desertor que había regresado al Norte, a todas luces el joven Kim, en la ciudad fronteriza de Kaesong, unos 50 kilómetros al noroeste de Seúl. Y el retornado presentaba síntomas similares a los de la covid-19. Se le hizo una prueba, pero los resultados eran “poco claros”, según KCNA.

Poco claros, pero lo suficientemente serios como para que Kim Jong-un convocara una reunión urgente del Politburó del Partido de los Trabajadores y ordenara el cierre de la ciudad para evitar la transmisión del hipotético virus a otras provincias. El joven y las personas de las que se sabe que han estado en contacto con él dentro de Corea del Norte han quedado bajo cuarentena.

Es la primera vez que Pyongyang admite la posibilidad de algún caso de covid-19 dentro de sus fronteras, aunque algunos expertos consideran que el virus puede haber estado presente desde hace tiempo. Con un sistema sanitario en condiciones extremadamente precarias, escasos equipos de protección y, en este caso, muy poca capacidad de hacer pruebas, la posibilidad de una epidemia siempre ha preocupado al régimen, cuya reacción inmediata suele ser cerrar las fronteras ante el peligro.

Drásticas medidas de protección

Así lo hizo en 2014 ante la distante amenaza del ébola, y así ocurrió este año cuando comenzó la pandemia de coronavirus: en los días inmediatamente después de que China ordenara el cierre de Wuhan, el foco original de la enfermedad, Corea del Norte tomó drásticas medidas para protegerse. Cerró a cal y canto sus accesos, confinó a los diplomáticos extranjeros y cortó de cuajo el contrabando del que se surten en buena parte sus mercados informales. Parte de la razón por la que el mes pasado reaccionó con furia mayor de lo usual al envío de propaganda por parte de grupos de desertores desde el Sur fue el miedo a que los panfletos pudieran llegar contaminados con el virus.

Oficialmente, este país de 25 millones de personas había conseguido mantener a raya la enfermedad hasta ahora, y el joven Kim puede haberla introducido. Esta es la versión de Pyongyang. Pero a Seúl no le encajan las piezas. Corea del Sur no es solo uno de los países del mundo que mejor ha gestionado la pandemia; quizá sea el que tiene un mejor sistema de rastreo, basado en el GPS de los móviles. Y el Gobierno, que cuenta con la base de datos de los 11,5 millones de pruebas de covid-19 efectuadas desde enero, sostiene que el desertor no está en los registros, ni como enfermo ni como persona que ha estado en contacto con enfermos. Dos personas que se relacionaron con él han dado negativo en las pruebas. “El desertor no está registrado ni como paciente de covid-19 ni clasificado como persona que estuvo en contacto con algún paciente”, insistía este lunes Yoon Tae-ho, del Ministerio de Sanidad surcoreano.

Si es cierto que el fugitivo llegó enfermo, “Corea del Norte no necesita seguir negando que tenga infecciones, porque ahora tiene un culpable claro y una excusa para culpar al brote de sus problemas”, tuiteaba Duyeon Kim, de la ONG Crisis Group. Y “al echar la culpa al caso importado desde Corea del Sur, el Norte puede aceptar ahora abierta y legítimamente la ayuda surcoreana”, agregaba la experta.

Esta última hipótesis también la planteaba el profesor de Estudios Norcoreanos Kim Yong-hyun, de la Universidad Dongguk en Seúl, en declaraciones a la agencia surcoreana Yonhap. “Es posible que el Norte esté utilizando esto como excusa para obtener asistencia del Sur, pero también podrían estar utilizándolo para cohesionar su unidad interna”, señalaba.

El caso llega cuando las relaciones intercoreanas no atraviesan su mejor momento. Tras los envíos de propaganda el mes pasado, el Norte hizo saltar por los aires la Oficina de Enlace, la embajada informal entre los dos países en Kaesong, y suspendió todas las comunicaciones. Las ofertas de asistencia del Gobierno del presidente Moon Jae-in, que ha hecho de una mejora de los lazos con el Norte una de sus banderas políticas, cayeron en oídos sordos, entre conjeturas de los expertos de que se trataba de una estrategia de Pyongyang para que Seúl mejorara sus propuestas. Desde entonces, las posiciones norcoreanas parecen haberse suavizado un tanto.

El incidente coincidía con la conmemoración, por separado, del 67º aniversario del armisticio que detuvo la guerra de Corea (1950-1953), que Kim Jong-un marcó con el regalo a sus generales de pistolas Paektu con su firma grabada. También se ha solapado con la toma de posesión, este lunes, del nuevo ministro de Unificación en el Sur, Lee In-young, que ha pedido “cambios osados” en la política intercoreana.

Cerca de 30.000 desertores norcoreanos residen en el Sur. Aunque su adaptación no es fácil, y muchos sufren problemas de discriminación, el número de los que acaban regresando al Norte es mínimo, dado que a su vuelta pueden sufrir graves represalias según las ONG: en los últimos cinco años existe constancia de once casos, según el Ministerio de Unificación en Seúl. La mayoría pasa a través de China: atravesar la vigiladísima zona desmilitarizada es extremadamente peligroso.

En Seúl, que el joven consiguiera cruzar ha levantado ampollas acerca de cómo pudo burlar esa supuesta vigilancia extrema. El Estado Mayor ha prometido una “investigación exhaustiva” del caso.

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Sobre la firma

Macarena Vidal Liy
Es corresponsal de EL PAÍS en Washington. Previamente, trabajó en la corresponsalía del periódico en Asia, en la delegación de EFE en Pekín, cubriendo la Casa Blanca y en el Reino Unido. Siguió como enviada especial conflictos en Bosnia-Herzegovina y Oriente Medio. Licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid.

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