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El viaje de una manzana a través del Brexit

El acuerdo fija que se deberán gravar los productos de fuera que sean procesados o que vayan a un país de la UE

Lluís Pellicer
Un camión pasa junto a un cartel del Brexit en Raversdale (Irlanda) el 11 de septiembre.
Un camión pasa junto a un cartel del Brexit en Raversdale (Irlanda) el 11 de septiembre.L. MCBURNEY (GETTY)

Los contables de la fábrica de camisas de Mánchester que surte a los comercios de Belfast y su principal distribuidora en la ciudad deben estar haciendo números. El nuevo protocolo sobre Irlanda del Norte, de entrada, les supone a ambos más papeleo. En Mánchester van a tener que empezar a rellenar formularios y más formularios para que sus mercancías pasen la aduana del puerto de Belfast. En la capital norirlandesa, el distribuidor deberá pagar aranceles por esos pedidos y luego demostrar que se han vendido en High Street. Más burocracia.

El ajetreo que llega refleja los equilibrios que han tenido que hacer Bruselas y Londres para no renunciar a sus respectivas líneas rojas. Los Veintisiete querían evitar a toda costa una frontera dura que volviera a dividir Irlanda y pusiera en peligro el mercado único y los acuerdos de paz del Viernes Santo de 1998. El Reino Unido no quería, en cambio, ceder soberanía sobre Irlanda del Norte y buscaba mantenerla dentro de su unión aduanera.

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El protocolo sobre Irlanda entrará en vigor cuando haya acabado el periodo de transición (que podría durar hasta finales de 2022). Hasta entonces, ambas partes deberán pulir en un comité conjunto los detalles técnicos que han dejado abiertos. Y no son menores, sobre todo para las pymes.

Cuando entre en vigor el protocolo, por ejemplo, ¿qué aranceles se aplicarán en Belfast a una manzana del condado inglés de Somerset? Dependerá de su uso y su destino. Por supuesto, si un viajero se lleva con él una cantidad de valor “insignificante” no tendrá que pagar absolutamente nada. El protocolo trata de evitar cualquier fisura en un frontera del mercado único con varias disposiciones arancelarias.

Lo que sigue es un ejercicio hipotético para explicar esos casos al día siguiente de la aplicación —también hipotética— del protocolo. La explotación de manzanas de Somerset tiene tres clientes en Irlanda del Norte: uno en Londonderry, otro en Belfast y otro en Lisburn. ¿Cómo le afecta a la empresa de Somerset la nueva situación? Hasta ahora sus productos pasaban algunos controles, pero no de aduanas, para llegar al puerto de Belfast. Eso ha cambiado y esta semana dos empleados han tenido que hacer horas extra para rellenar formularios y declaraciones para que sus cajas pasen los controles que las autoridades británicas —con algún tipo de supervisión europea— realizan en Belfast.

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El distribuidor de Londonderry va a recoger la mercancía. Él solo la distribuye entre tiendas de su ciudad, así que al hallarse dentro de la unión aduanera no debe pagar aranceles. Pero hay una frontera, y cuando reclama las cajas, los oficiales le piden que abone un impuesto para la UE. Lo hace. Luego ya dedicará tiempo al papeleo y mandará toda la documentación para demostrar que las manzanas no han salido de Londonderry y podrá recuperar esa cantidad.

El distribuidor de Belfast también vende las manzanas de Somerset a tenderos, pero sus clientes están más repartidos y también tiene varios en Cork, en la República de Irlanda. Esos comercios son cerca del 30% de su negocio. Al llegar al puerto, paga aranceles para todos sus productos. Cuando lo venda todo, ya reclamará que le devuelvan los aranceles correspondientes al 70% de sus ventas. El resto, al ir a territorio de la UE, no podrá recuperarlo. Ya ha asumido que es menos competitivo que antes en cuanto a precio. Eso sí, puede seguir yendo de Belfast a Cork sin pasar ningún control aduanero.

El tercer camión que va al puerto pertenece a una sidrería muy popular de Lisburn. Las manzanas, en este caso, serán procesadas. Y es muy posible que algunas botellas acaben en un pub de Dublín. Es decir, dentro de la UE. Sus productos cumplen con los estándares europeos, así que por ese lado no hay problema. Pero el protocolo fija que los productos que vayan a ser procesados, como esas manzanas que recoge el camión, tienen que pagar el arancel en el puerto. El protocolo considera que hay “riesgo” de que acaben en otro país. Bruselas y Londres quieren que lo consumido en Irlanda del Norte no sea gravado, pero en este caso todavía deben fijar las condiciones y criterios que permitan evitarlo.

Al cabo de unos años, el cliente de Belfast deja de comprar a su productor de Somerset. Londres alcanza un acuerdo comercial con Suráfrica antes de haberlo cerrado con la UE. En la isla sigue rigiendo el protocolo. El distribuidor hace números y ve que le sale mejor comprar manzanas en Suráfrica. No obstante, llega al puerto de Belfast y los oficiales le dicen que ha de pasar por caja y pagar el arancel para la UE. Si esas manzanas se quedan en una tienda de Belfast, no hay problema, pero si por cualquier motivo acaban en una de Valencia sí lo hay, porque querría decir que se habría abierto una rendija en la frontera del mercado único.

La voluntad es la misma: no gravar lo que se quede en Irlanda del Norte, por lo que igualmente hay el compromiso de fijar unos criterios para excluir el consumo interno de productos de terceros países. Para asegurarse de que no hay ningún coladero al mercado único, la UE cobra el impuesto en la frontera del mar de Irlanda. Si el distribuidor de Belfast no puede demostrar que ha sido para consumo interno, la UE tendrá el seguro de haber cobrado.

Londres respetará las reglas de ayudas de Estado en comercio

Los aranceles también rigen en otro ámbito sobre el que Bruselas siempre ha tenido puesta la lupa: las posibles ayudas de Estado. Irlanda del Norte está sujeta a las reglas comunitarias en ese ámbito. Y si bien en los intercambios comerciales con la región el Reino Unido se compromete a seguir esas normas, se fijan excepciones en el terreno de la agricultura, que podrá beneficiarse de un tope anual sobre subvenciones, estipulado en uno de los anexos. De esa forma, Bruselas se asegura que la vulneración de las reglas de la competencia no suponga otra brecha inesperada en la frontera del mar de Irlanda.

Por lo tanto, en el caso de las manzanas cabría preguntarse si el importador ya ha alcanzado esos topes anuales —si es que el producto ha recibido algún tipo de beneficio o tiene derecho a ellos— o no. Si los ha agotado, deberá abonar los aranceles europeos. Si no es así, el distribuidor de Belfast podrá ser reembolsado posteriormente o recibir algún tipo de exención.

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Sobre la firma

Lluís Pellicer
Es jefe de sección de Nacional de EL PAÍS. Antes fue jefe de Economía, corresponsal en Bruselas y redactor en Barcelona. Ha cubierto la crisis inmobiliaria de 2008, las reuniones del BCE y las cumbres del FMI. Licenciado en Periodismo por la Universitat Autònoma de Barcelona, ha cursado el programa de desarrollo directivo de IESE.

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