Dr Jekyll en Ascot, Mr Hyde en Dubái
La huida a Londres de la princesa Haya pone de relieve las dos caras enfrentadas del jeque Bin Rashid al Maktum y el sometimiento de las mujeres en el emirato
En el año 2000, la princesa Shamsa Maktum, que tenía entonces 19 años, se fugó de la finca de su padre en Longcross (Surrey, oeste de Londres), donde pasaba el verano. El padre no era un cualquiera: era el jeque Mohamed Bin Rashid al Maktum, que en 2006 se convertiría en emir de Dubái. El jeque ordenó poner en marcha una frenética búsqueda de su hija en la que se emplearon coches, caballos y helicópteros hasta que la princesa fue localizada en Cambridge gracias a unas escuchas telefónicas practicadas en Dubái a un familiar con el que se comunicaba la joven. Cuatro matones la localizaron, la metieron en un coche, la llevaron en helicóptero a Francia y de allí en, avión privado, a Dubái. Allí sigue.
En febrero de 2018, otra hija del emir, la princesa Latifa, que tenía entonces 32 años, también intentó escapar, pero fue interceptada por hombres armados cuando el barco en el que huía se acercaba a la costa de Goa, en la India. Su caso se hizo célebre porque había dejado grabado un vídeo para que se difundiera su drama si fracasaba en su intento de fuga.
Hace unas semanas fue una de las esposas del jeque, la princesa Haya, hija del fallecido rey Husein de Jordania y la reina Alia, la que emprendió la marcha. Primero llamó la atención su ausencia de las famosas carreras de Ascot, una cita a la que no suele fallar por su amor a los caballos. Luego se dijo que había huido a Alemania o a Inglaterra. A principios de julio se confirmó que la princesa, de 45 años, se encontraba en Londres, donde había buscado refugio junto con sus dos hijos, Al Jalila, de 11 años, y Zayed, de siete. El emir, que el mes pasado cumplió 70 años, ha presentado una demanda por la custodia de los niños. Esta semana se han celebrado las dos primeras vistas en el Tribunal Superior de Londres.
Son muchas las especulaciones y poca la información que rodea la marcha de la princesa, pero su huida y la anterior de Shamsa y Latifa dibujan un patrón de conducta que cuestiona los esfuerzos del jeque Mohamed Bin Rashid al Maktum por parecer un dirigente árabe moderado y moderno y proyectar esa misma imagen de Dubái.
El emir de Dubái quiere parecer un hombre moderno cuando acude a su cita anual en Ascot, aunque es difícil parecer moderno y vestir el tradicional chaqué y sombrero de copa a que obliga la rancia etiqueta del más elitista festival equino británico.
Esa imagen civilizada contrasta con lo que parece ser su vida diaria en Dubái, con las mujeres de la familia sometidas a las estrictas leyes que las someten a la tutela del hombre. En cierta medida, el emir de Dubái parece enfrentarse al dilema entre el bien y el mal relatado por Robert Louis Stevenson: se parece al Dr Jekyll en Ascot pero se acerca más a Mr Hyde en Dubái, donde las libertades individuales y políticas, tanto de los hombres como de las mujeres, brillan por su ausencia a pesar de las apariencias. Pero las mujeres lo tienen mucho peor: pese a sus proclamas modernizadoras, las mujeres de Dubái no parecen vivir muy lejos del medievo de sus vecinas de Arabia Saudí.
“Sabemos muy poco sobre el caso, aunque tiene una importancia simbólica sobre todo con relación a lo que le pasó a Latifa, o lo que se cree que le pasó a Latifa, o lo que se dice que le pasó a Latifa”, admite Drewery Dyke, director de medios de ALQST, una ONG que defiende los derechos humanos y especializada en los países del golfo Pérsico y en particular Arabia Saudí. Pero añade: “Si estamos ante una represión cualitativa que está ahora emergiendo en la casa del emir, debería ser causa de preocupación para Dubái, que siempre ha presumido de estar avanzando con una visión particular. Pero ya ha habido casos decepcionantes, como el arresto de Ahmed Mansoor, un famoso abogado defensor de los derechos humanos, y otra gente”, añade.
Tensiones populares
Pese al daño que la marcha de la princesa Haya pueda causar a la imagen del emir en Occidente, no es probable que tenga repercusiones inmediatas en el emirato o que tenga excesiva influencia en los países del Golfo, sometidos desde hace años a tensiones populares en demanda de mayor libertad individual.
“Las familias gobernantes en el Golfo no van a intervenir de ninguna manera en un asunto de familia de un vecino. Es algo demasiado sensible. Lo que sí puede hacer es que los observadores desde fuera se pregunten si sus estructuras son lo bastante fuertes”, advierte Drewery Dyke.
“No puedo hablar directamente sobre el caso de Haya porque en lo que hemos estado trabajando es en el caso de Latifa, pero lo que puedo decir es que es un ejemplo de las restricciones que sufren las mujeres que viven en los Emiratos”, señala Devin Kenney, investigador de Amnistía Internacional en los países del Consejo de Cooperación del Golfo (GCC, en sus siglas en inglés). “Si miramos atrás y nos fijamos en por qué huía podemos ver que se debe a que sufría restricciones en su vida debido a que es una mujer. En su caso las restricciones se imponían a nivel personal y cultural. Y son restricciones que están incrustadas en la ley. Son restricciones que establecen qué es lo que las mujeres pueden o no pueden hacer”, añade.
De la huida de la princesa Shamsa en 2000 se sabe, sobre todo, lo que publicó el diario The Guardian en diciembre de 2001, después de que una mujer que decía ser la princesa contactara con el periódico londinense. En el texto, el rotativo admitía que no estaba en condiciones de confirmar la veracidad de su relato.
La fuga de la princesa Latifa sí parece confirmada. Ella misma se ocupó de grabar un mensaje personal contando sus sufrimientos (casi reclusión en palacio, pero también violencia física) para que se difundiera por Internet en el caso de que fracasara la fuga. Y fracasó. “Hola. Me llamo Latifa al Maktum. Nací el 5 de diciembre de 1985. Mi madre es Huria Ahmed al M’aash. Es de Argelia. Mi padre es el primer ministro de EAU y gobernante de Dubái, Mohamed bin Rashid al Maktum”, arrancaba el mensaje, de casi 40 minutos. Y añadía poco después: “Este vídeo puede salvarme la vida. Y si lo estás viendo no es una buena noticia porque o estoy muerta o estoy en una situación muy, muy, muy mala”.
Calvario
Se sabe que Latifa salió por tierra de Dubái a través de Omán y usó esquís acuáticos para llegar a un barco en el que la esperaban para llevarla a la India. Pero el barco fue interceptado cerca de Goa por hombres armados y ahí terminó la escapada.
El calvario había empezado mucho antes. Ella misma explica en el vídeo cómo le influenció el intento de escapada de su hermana Shamsa. Cómo ella, que tan solo tenía 16 años, intentó en 2002 cruzar la frontera con Omán pero allí la detuvieron. Su padre (“es un ser diabólico”, dice en un momento en el vídeo) ordenó que la encerraran y pasó más de tres años confinada en solitario. Entonces perdió la confianza en todos los que la rodeaban, incluida su madre. Cuando salió de “la cárcel”, según sus propias palabras, pasaba la mayor parte del tiempo con animales: caballos, perros, pájaros. No tenía ni teléfono ni Internet. Cuando salía de casa siempre estaba vigilada por los chóferes de palacio y tenía que volver temprano a casa quisiera o no quisiera.
Se sabe menos del caso de la princesa Haya, pero lo que sí es seguro es que ha decidido marcharse de Dubái. Educada en Inglaterra, ha sido siempre una mujer independiente que no utilizaba el velo porque no era esa la cultura que aprendió de joven. Nada que ver con la visión del mundo que parece tener el hombre con el que se casó, en el que era el sexto matrimonio conocido del jeque.
Lo que no está claro es si su objetivo principal al huir a Londres es poder divorciarse, o proteger a sus dos hijos, o ambas cosas. Sí parece temer que el emir esté preparando o tenga en mente una boda arreglada (que bien podría convertirse en forzosa) para su hija Jalila, o quizás para el pequeño Zayed, porque una de las pocas cuestiones que han trascendido del proceso legal (según una nota conjunta publicada por las dos famosas abogadas de la princesa y el emir, “estos procedimientos se refieren al bienestar de los dos hijos de su matrimonio y no al divorcio o las finanzas”) es que la princesa ha pedido ante la justicia británica una orden de protección por matrimonio forzoso y otra que ofrezca garantías frente a acosos y amenazas.
Rumores
Entre los rumores que han corrido estos días está el de que la princesa Haya tiene una relación extramarital con uno de sus guardaespaldas, Russell Flowers, un antiguo soldado de infantería británico de 36 años. La veracidad o no de esos rumores es irrelevante ante el hecho central de que la hija del fallecido rey Husein ha sentido la necesidad de huir de Dubái para poder resolver las diferencias que tiene con el emir.
Frank Gardner, respetado especialista de la BBC sobre Oriente Próximo, pone énfasis en otros aspectos: “Lo que dice la gente de Dubái es que ella ha tenido alguna especie de affair o que se ha acercado demasiado a uno de sus guardaespaldas, un británico. Pero lo que a mí me dicen algunos amigos que la conocen muy bien es que está profundamente asustada y preocupada por su vida tras descubrir detalles sobre la huida, el año pasado, de su hijastra Latifa”.
Quizá la princesa Haya descubrió que detrás del Dr Jekyll se esconde Mr Hyde.
La imagen de modernidad, clave para la economía
La economía de Dubái no se basa en el monocultivo petrolero que muchos occidentales asocian con los países del golfo Pérsico. Dubái es un país pequeño y con unas reservas de gas y petróleo muy inferiores a las de Abu Dhabi, su hermano mayor dentro de los Emiratos Árabes Unidos (EAU). Su economía está muy diversificada y se basa, sobre todo, en el sector inmobiliario y de la construcción, el turismo y las finanzas. Precisamente por eso, porque su economía no se fundamenta en la mera exportación de crudo, es tan importante la imagen comparativamente liberal que intenta proyectar. Para el emirato es fundamental seguir atrayendo a turistas y, sobre todo, a ricos expatriados interesados en vivir y trabajar en el emirato y en comprarse allí una lujosa vivienda.
Pero los precios de la propiedad están a la baja (en 2014 rozaban los 3.960 euros por metro cuadrado y ahora están a 2970 por metro cuadrado). Los extranjeros ricos ya no se sienten tan atraídos por Dubái y el Gobierno se plantea flexibilizar los actuales requisitos para obtener la residencia permanente, que son muy estrictos. Siguen viniendo expatriados, pero parecen tener una capacidad adquisitiva inferior a la de los que se marchan. El turismo tampoco es lo que era y la fortaleza del dólar, con el que se alinea el dírham, la moneda local, no ayuda.
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