Zelenski es un peligro para la propaganda del Kremlin
El nuevo presidente de Ucrania desbarata los esquemas de Vladímir Putin
Volodímir Zelenski, que este martes viaja a Bruselas en su primera visita internacional como presidente de Ucrania, es un peligro para la jerarquía política rusa y los secesionistas prorruso. Y lo es porque no encaja en los despreciativos estereotipos acuñados por el Kremlin y sus allegados para legitimar sus ataques a Kiev.
En las pocas semanas que lleva en el cargo, el nuevo presidente ha comenzado a desactivar —de momento con gestos y palabras— la propaganda rusa, que estaba programada para responder al estilo cada vez más exacerbado de Petró Poroshenko, quien como jefe del Estado desde 2014 se mostró débil con los nacionalistas radicales de su país.
De transformarse en realidad práctica, el capital de “esperanza” que los ucranianos depositaron en Zelenski es corrosivo para el modelo político ruso y además propaga un mensaje en el espacio postsoviético, donde hoy muchos miran hacia Zelenski como un ejemplo de la llegada al poder de nuevas generaciones libres de los traumas de la URSS.
Una Ucrania moderna, democrática, que gane terreno a la corrupción y se muestre tolerante en relación a los distintos grupos lingüísticos y culturales que la integran, privaría de argumentos al Kremlin para justificar su política imperial.
Las dificultades que afronta Zelenski son enormes (desde la inexperiencia a la falta de un partido sólido que le respalde) y, tanto si el Kremlin le pone zancadillas como si no, la tarea es titánica. El tiempo dirá.
De momento, es constatable una radical diferencia de estilo entre el líder ucraniano y el ruso. Si los estilos reflejan contenido y son algo más que posicionamientos para futuras negociaciones, Putin y Zelenski están en las antípodas o incluso en dos planetas y dos tiempos históricos diferentes. Así parecen indicarlo varios temas al filo de la actualidad en los que ambos se han expresado desde principios de mayo.
Con ocasión de las conmemoraciones de la Victoria sobre el nazismo (9 de mayo), el líder ruso estableció una conexión entre quienes aniquilaron el nazismo en nombre de la “Patria” ("Otechestvo" con mayúsculas y utilizando este término para designar la URSS), y las “victorias de los soldados rusos en nuestros días”. Las experiencias de la Segunda Guerra Mundial son, para el presidente ruso, la “principal garantía de que las armas rusas son invencibles y fiables”.
Zelenski en cambio abordó la contienda desde la óptica de la reconciliación, —también por la patria de forma implícita—, pero, a diferencia de Putin, lo hizo desde una perspectiva de tragedia y drama en el presente. Nieto de un combatiente soviético en esa guerra, Zelenski se reunió con un capitán de infantería de Marina de la URSS que luchó en aquella contienda. En su cita con el centenario y condecorado Iván Zaluzhni, la información oficial distribuida por la presidencia ucraniana hacía constar lacónicamente que el capitán perdió a su “único nieto”, Iván Gutnika-Zaluzhnii, en la “guerra” en Donbás.
Putin se refirió a la contribución a la victoria de Kiev como “antigua ciudad rusa”, pero Zelenski puntualizó que “la contribución de los ucranianos a la victoria fue enorme” y que “nadie tiene derecho a privatizarla (la victoria)”. Ambos, Putin y Zelenski, se implicaron personalmente en la conmemoración de la fecha histórica. El primero portó un letrero con la foto de su padre en la marcha del “regimiento inmortal” en Moscú, el segundo acudió a la tumba de su abuelo combatiente, Semen Zelenski.
Al triunfo contra el nazismo, Zelenski ha añadido una dimensión nueva. Se trata de la “reconciliación” entre quienes defendieron a la URSS y quienes defendieron a la Ucrania nacional. De ahí que, el nuevo líder se diera cita no solo con el veterano capitán soviético, sino también con Paráskeva Zelenchuk-Pitiak, una anciana que, cuando tenía 13 años, fue correo e informadora de la UPA (Ejercito Insurgente Ucraniano, la guerrilla nacionalista fundada en 1942, que luchó contra los alemanes y también contra la URSS). Zelenski apareció fotografiado entre ambos y los dos supervivientes se dieron la mano.
El lunes, los portavoces y medios de comunicación rusos pusieron el grito en el cielo para condenar el derribo del busto del mariscal Giorgi Zhukov (héroe soviético de la Segunda Guerra Mundial) perpetrado por grupos nacionalistas en Járkov (la segunda ciudad más grande de Ucrania), durante el fin de semana. Por medio de su portavoz de prensa, Zelenski consideró que el suceso era el producto de “la irreflexiva política histórico cultural” de su antecesor, solicitó a la policía y a la Fiscalía del Estado que calificaran jurídicamente lo ocurrido y pidió al alcalde de Járkov que abriera un debate con los habitantes de la ciudad y que se implicara en el caso. A los representantes rusos, les conminó a no inmiscuirse en los asuntos internos de Ucrania.
El apego (o no apego) a la jefatura máxima del poder es otro de los rasgos distintivos de los dos presidentes y quedó claro por las respectivas ceremonias de toma de posesión (cuatro en el caso de Putin, una en el de Zelenski). A diferencia de la sacralización del poder que reflejan las ceremonias inaugurales del ruso, el ucraniano desacraliza el poder no solo por el carácter más relajado del acto, sino también por sus afirmaciones. En la ceremonia inaugural en el Parlamento, Zelenski afirmó que estaba dispuesto a renunciar al cargo si no logra sus objetivos.
Las ceremonias inaugurales de Putin se han caracterizado por pomposos rituales y se asemejan a coronaciones con gran despliegue de uniformes, alfombras rojas y fanfarrias. Su preparación va aparejada a molestias para los conciudadanos, como son el corte del tráfico durante varios días en zonas relacionadas con el evento. Mientras avanzaba a pie hacia el edificio de la Rada (El Parlamento, incomparablemente más modesto que el Kremlin), Zelenski estrechaba manos y, sobre todo, chocaba palmas con los ciudadanos que le saludaban.
El éxito de Zelenski podría inducir a los separatistas de Donetsk y Crimea a tener una mirada más crítica hacia la causa que abrazaron en 2014
La actitud ante la tecnología también ha aparecido como rasgo diferenciador entre los líderes de Rusia y Ucrania. En mayo, ambos mantuvieron reuniones con especialistas de altas tecnologías de sus respectivos países. Putin puso el énfasis en el “control del mundo” por parte de quien posea el “monopolio” de las técnicas de la “inteligencia artificial”. Zelenski constató que la “medicina preventiva” era una línea de “vanguardia en el mundo” y pidió a los especialistas ucranianos que se concentraran en ella en lugar de limitarse a “curar la enfermedad”. El ucraniano abogó también por la digitalización de las relaciones entre el ciudadano y la Administración, incluida la participación en la “dirección del Estado”.
El éxito de Zelenski podría inducir a los separatistas de la región de Donetsk y también a los de Crimea a tener una mirada más crítica hacia la causa que abrazaron en 2014. En cambio, una Ucrania caótica dominada por un nacionalismo extremo justifica su opción por una Rusia, que en la realidad no ha estado a la altura de sus idealizadas expectativas de hace cinco años.
“El enemigo con rostro humano es más terrible que el enemigo con una cara fiera”, ha afirmado Alexandr Jodakovski, que fue uno de los líderes secesionistas del Donbás. En su canal de mensajería, Jodakovski califica a Zelenski como “un arma de nueva generación contra Rusia” y considera que el nuevo presidente está siendo modelado como una imagen “socialmente atractiva, una especie de “Kennedy ucraniano”, para que eso se extienda al “espacio vecino, cansado de monotonía”.
"La demanda de zelenschina (políticos semejantes a Zelenski) es hoy muy alta” en Rusia, opina el exsecretario del consejo de seguridad de la denominada República Popular de Donetsk. Jodakovski llega a una conclusión que considera “muy inquietante”: que la amplia “renovación” que Rusia necesita puede reproducir —con agravantes— el camino que siguió la URSS, donde las demandas de renovación de la sociedad concluyeron con “el derrumbamiento” del país. “En la Unión Soviética la gente tenía un elevado nivel moral y la generación actual no se distingue por estas cualidades y hay un alto riesgo de que la renovación “desde abajo” concluya con la pérdida de Rusia”.
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