La revolución de las abejas empieza en Múnich
Una iniciativa ciudadana obliga al Gobierno bávaro a acometer un revolución ambiental, acorralado por el empuje político del ecologismo
Al borde de una carretera comarcal, entre el cemento de los coches y el carril bici, brotan las primeras semillas. Este podría ser un pedazo de tierra más de la campiña bávara, pero no lo es. Este sembrado es parte de una red de autopistas para abejas y es el símbolo de la velocidad con la que mudan los tiempos políticos, también en Alemania. Es el fruto –literal- de la conciencia ambiental de los ciudadanos, que en Baviera, con una exitosa iniciativa ciudadana para salvar a las abejas ha obligado a una clase política que va a la zaga, a actuar.
Todo empezó aquí, en una diminuta habitación del barrio trasero de la estación de tren de Múnich. Aquí, un micro partido sin representación parlamentaria concibió la consulta popular más exitosa desde 1967, que el pasado febrero logró recabar el apoyo de 1,7 millones de bávaros, es decir un 18,3% del censo electoral. La iniciativa ha puesto contra las cuerdas a la gubernamental Unión Social Cristiana (CSU), el partido bávaro, que perdió su histórica mayoría absoluta ante el ascenso del partido verde el pasado otoño. El éxito de la consulta del ÖDP fue tal, que el Gobierno muniqués se ha comprometido a elaborar una ley atendiendo a las demandas ecologistas y que está previsto que se apruebe este verano.
Eclosión de la conciencia social
En una bonita casa a las afueras de Munich, tiene su sede la coalición para la protección de los pájaros (LBV). Allí, Matthias Luy explica que desde 1980 monitorean la población de aves con más de mil estaciones en toda Alemania. Los datos que recogen y que nutren las estadísticas oficiales, muestran que la población de aves que habitan las zonas agrícolas han caído en picado en las últimas décadas, comprados con los que viven en la ciudad y sobre todo en los bosques. Los datos que manejan de insectos indican que en Alemania se han reducido un 74% en los últimos 27 años.
En el caso de las abejas, explica Luy, encuentran más flores en las ciudades que en las zonas agrícolas, que suman el 47% de la superficie de Baviera y donde además se topan con los agroquímicos. “Sin los insectos, que son los polinizadores, no podemos vivir. Son la base del ecosistema y por eso, tenemos un gran problema”, dice Luy, quien sostiene que “ha habido una eclosión en la conciencia de la sociedad”.
Esta experiencia representa la prueba palpable de que las exigencias ambientales han llegado para quedarse y de que permean irremediablemente el lenguaje y los programas políticos de los partidos más allá de siglas. De que, mientras los neopopulismos niegan el cambio climático y los chalecos amarillos protestan entre otras cosas, contra la subida del combustible, en Europa también hay fuerzas que empujan en paralelo por una sociedad más limpia y vivible para las generaciones presentes y futuras. Y que al menos en Alemania, esas voces ecologistas se dejan oír con fuerza, también en las urnas.
“Esto no va de Baviera ni de las abejas, esto es un tema global. El cambio climático y la biodiversidad son temas muy presentes. La gente está harta de ver que no se mueve nada”, interpreta Thomas Prudlo, uno de los impulsores de la campaña del ÖDP. Tras el éxito bávaro, cinco Estados federados alemanes están tratando de poner una consulta popular semejante. Es el reflejo de un estado de ánimo, que según las encuestas ha convertido el medio ambiente en el tema que más importa a los votantes alemanes; un 48% de los encuestados así lo aseguran -28 puntos porcentuales más que en la anterior elección-, según el sondeo de Infratest Dimap. Esa preocupación ocupa el segundo puesto en ocho países europeos, según una reciente encuesta de YouGov para EL PAÍS y otros siete periódicos miembros de la alianza LENA.
La iniciativa en cuestión exige al Gobierno reformar la política agrícola, para combatir la disminución de la población de abejas y de la biodiversidad en general. Exige entre otras medidas incrementar de un 10% a un 30% la superficie de agricultura ecológica, aumentar la protección de los márgenes de los ríos, así como la formación ecológica de los agricultores, la reducción de pesticidas y de contaminación lumínica y el cultivo sostenible de los bosques, entre otras.
El último informe de la Plataforma Intergubernamental sobre la Biodiversidad y los Servicios Ecosistémicos (IPBES) alertó de que uno de los ocho millones de especies existentes se encuentran amenazadas de extinción, ya que la velocidad de pérdida de biodiversidad es centenares de veces mayor que la natural. Las conclusiones hablaban de un “declive sin precedentes” en la historia de la humanidad. Las abejas son eficientes polinizadoras, lo que las convierte junto a otros insectos en la base del ecosistema y fundamentales en la producción de alimentos. Por eso en Alemania se han convertido en el símbolo de la biodiversidad, de la misma manera que el oso polar lo es de la crisis climática.
“El deterioro ambiental es una tendencia desde hace 20 años, pero entonces, no habríamos ganado”, piensa Prudlo, que se empezó a dar cuenta hace un apr de años de que algo estaba pasando el día que a una charla sobre se presentaron 500 personas a escucharla, en un tipo de evento al que normalmente acude como mucho una veintena. “Fue cuando pensamos: este es el momento”, dice este veterano en consultas populares que en el pasado lanzaron otras como la de la prohibición de fumar en lugares públicos o el desmantelamiento de las nucleares. “Es que la gente lo vive. Saben que antes, cuando conducías 100 kilómetros, el parabrisas se te llenaba de insectos. Ahora no hay ni uno”, cuenta Prudlo.
La iniciativa en seguida prendió. La tupida red tejida en la sociedad civil bávara durante décadas se activo con un fin común. Parroquias, asociaciones de defensa de las tradiciones, de senderistas, productores de mostaza, panaderos, cantantes... todos querían apuntarse. “La idea era ocupar el centro de la sociedad, de ser un verdadero movimiento ciudadano, no queríamos que no nos encajonaran en la izquierda”. Contaban además con una clara ventaja. La CSU lleva años apoyando una industrialización del campo excesiva para muchos votantes tanto a la derecha como a la izquierda.
Llegó el día de la verdad; cuando los bávaros debían ir a firmar al Ayuntamiento para apoyar la iniciativa. Cientos de personas hicieron cola en la Mariannenplatz de Múnich bajo la lluvia y el hielo durante horas.
Acorralado por el éxito de la consulta, la CSU optó por dar un paso al frente. Sabían que si la rechazaban y optaban por convocar un referéndum, una de las salidas que contempla la ley, se les hubiera echado encima la campaña de las europeas, a la que no podían llegar en calidad de poli malo destructor del medio ambiente. y ellos con poli malo. Contaban además un precedente claro. Los resultados de las elecciones regionales del pasado octubre, donde los Verdes subieron como la espuma, ejercieron de aviso a navegantes de que lo de la conciencia ambiental iba en serio. El año que viene se celebran además elecciones municipales a ningún alcalde le convenía tener esta patata caliente sobre la mesa. Estando así las cosas, el primer ministro bávaro, Markus Söder, anunció en abril que su Gobierno adoptará “punto por punto” la iniciativa popular para salvar a las abejas y sobre todo a sí mismo.
El siguiente paso fue montar una mesa redonda con todos los implicados para ir limando diferencias y establecer compensaciones para los agricultores. Porque la misión para salvar a las abejas no ha gustado a todos y ha provocado reacciones furibundas entre las asociaciones agrícolas.
Autopistas para insectos
En esa mesa redonda participa el diputado Eric Beißwenger, responsable de temas ambientales de la CSU. Explica que las negociaciones han ido muy bien. “Estamos muy unidos en el objetivo de preservar nuestra patria y mejorarla si es posible”. Dice también que en la última campaña electoral quedó claro que “los temas ambientales fueron una prioridad” y defiende que su partido en Baviera hace por el medio ambiente más que los Verdes en otros Estados. “Pero claro, también tiene que ver con que Baviera se lo puede permitir”, reconoce en alusión a la riqueza del Estado.
Mientras, en la sede del ministerio de Transporte, dos técnicos se afanan en explicar sobre un plano la magnitud de las autopistas para abejas que están construyendo por toda Baviera. Los colores del mapa indican las zonas en las que el mes pasado empezaron a plantar distintas variedades de flores. Es un proyecto piloto del que forma parte la lengua de tierra de Grafrath, al oeste de Múnich. “Desde 2016 empezamos a trabajar en la biodiversidad, pero a partir de la consulta, este tema se ha vuelto más importante”, reconoce Heinz Dirnhofer, uno de los expertos que trabaja en las autopistas de abejas. “La idea es que haya una conectividad entre zonas floridas para todos los insectos, incluidas las abejas, las mariposas y ”, añade. Estas flores en potencia no están incluidas si quiera en el paquete legislativo en marcha, pero para el ministerio de Transporte es importante contar con una prueba tangible de que dan respuesta al clamor popular. Son conscientes de que seguir como hasta ahora, ya no es una opción.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.