La pérdida de importantes ciudades en las elecciones abre grietas en el partido de Erdogan
El ex primer ministro Davutoglu publica un duro alegato contra la forma de dirigir el partido y algunos dirigentes cuestionan la alianza con la ultraderecha nacionalista
Decía Alfonso Guerra, cuando el dominio de los socialistas en España parecía de acero, que quien se mueve no sale en la foto. Y dice, la sabiduría popular, que cuando el barco comienza a hacer aguas ciertos roedores son los primeros en abandonarlo, llevados por su increíble instinto para la supervivencia. En el Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) del presidente Recep Tayyip Erdogan, que durante más de tres lustros ha gobernado Turquía con mayoría absoluta, nadie ha osado dar un paso en falso. Si se quejaban, lo hacían en privado. El que se movía más de lo pautado era acusado de traición y condenado al ostracismo. Sin embargo, en las últimas semanas, hay cada vez más miembros del movimiento islamista que rompen su silencio, incómodos con cómo se manejan las cosas.
El AKP sigue siendo, con mucho, el partido mejor organizado y con más apoyo de Turquía, y controla un Ejecutivo con amplísimos poderes. Sin embargo, la pérdida de importantes localidades en las municipales de marzo ha sido un duro mazazo: la oposición se ha hecho con los ayuntamientos más poblados, incluidos Ankara y Estambul, y gobernará sobre las localidades que producen el 60 % del PIB turco. Lo peor para los islamistas es que esas alcaldías, algunas de las cuales manejan abultadísimos presupuestos y licitan obran faraónicas, se habían convertido en indispensables para el mantenimiento de sus redes clientelares.
Se entiende, por tanto, que parte del AKP se niegue a abandonarlas: en Estambul, ha tachado la victoria opositora de “golpe de estado en las urnas”, exige nuevas elecciones y asegura que, si no se repiten, considerará ilegítimo al alcalde opositor. En Ankara, la mayoría islamista en la asamblea municipal ha hecho del filibusterismo político su forma de impedir gobernar al nuevo alcalde opositor. Columnistas de la prensa progubernamental como Abdurrahman Dilipak, histórico intelectual del movimiento islamista, han criticado esta forma de hacer: “Es un resultado muy duro de digerir para el AKP […], pero la lucha no debe continuar mediante la ira sino mediante el derecho, y preguntándose qué errores ha cometido el AKP. […] Callad a vuestros trolls y a quienes amenazan”. De otra forma, sostiene Dilipak, podrían llegar derrotas más sonoras.
Pero aún más dura ha sido la reacción de Ahmet Davutoglu, expresidente del AKP y antiguo primer ministro. En un duro y larguísimo alegato publicado en su página de Facebook, Davutoglu criticó que el partido se haya alejado de “sus valores morales”, como el reformismo, el liberalismo y el diálogo con todas las partes de la sociedad, y los haya sustituido por “el estatismo, la política de seguridad y la preservación del statu quo”. Acusó al Gobierno de “asustar a los inversores” y de que sus políticas “alejadas de la realidad” hacen perder a la gente la confianza en la administración, y achacó esta deriva del AKP a “un círculo que trata de dirigirlo sin tener en cuenta a los órganos de gobierno del partido”.
El AKP dista de ser un partido monolítico. Hay divisiones ideológicas -islamistas, liberales, ultranacionalistas...- y, sobre todo, grupos conformados en torno a intereses personales. Aunque no los menciona por su nombre, Davutoglu se refiere a los “pelícanos”, así conocidos por reunirse en un palacete a orillas del Bósforo decorado con la figura de este ave acuática. Se trata de la facción que derrocó al primer ministro en 2016 y está liderada por el actual ministro de Finanzas y yerno de Erdogan, Berat Albayrak, su hermano Serhat, la columnista Hilal Kaplan y su marido, entre otros. Lo que tienen en común estos nombres es su relación con varios grupos mediáticos, principalmente Turkuvaz (diario Sabah), cuyo principal accionista es la constructora Kalyon, enormemente beneficiada por los contratos públicos otorgados por el Ayuntamiento de Estambul y el Gobierno central.
Otra de las críticas que se han escuchado en las últimas semanas en el seno del movimiento islamista es el haber convertido al AKP en rehén del ultraderechista Partido de Acción Nacionalista (MHP). En uno de sus últimos discursos, Erdogan propuso “enfriar” el ambiente, centrarse en solucionar los problemas económicos del país y pactar una “alianza de Turquía” conformada por sus “82 millones de habitantes”. Inmediatamente, el líder de la ultraderecha nacionalista, Devlet Bahçeli, le recordó que la única coalición válida es la “Alianza del Pueblo” con la que AKP y MHP han concurrido a las urnas en los últimos dos años, y sin la cual los islamistas carecen de mayoría en el Parlamento.
“El AKP cometió un error estratégico al pasar al sistema presidencialista”, sostiene Ahmet Tasgetiren, columnista del diario islamista liberal Karar: el nuevo sistema que entró en vigor el pasado año fomenta la política de bloques y hace necesario “obtener más del 50 % de los votos”, mientras que con el anterior sistema parlamentario al AKP le bastaba con obtener poco más del 40 % de los votos para lograr una sólida mayoría absoluta en escaños. Esto ha hecho que los islamistas dependan del MHP. Y, además, ha llevado a una polarización política no vista desde los años setenta, como demuestra el intento de linchamiento sufrido por el líder de la oposición el pasado día 21, que algunos de los sectores más radicales del AKP y del MHP han aplaudido mientras los más liberales no podían reprimir su disgusto.
En este contexto han arreciado los rumores de una posible escisión en el AKP. Ya desde antes de las elecciones se especulaba con la posibilidad de una nueva formación política encabezada por el exministro de Finanzas Ali Babacan, el expresidente Abdullah Gül y el propio Davutoglu, y el manifiesto de este último se percibe como una prueba para tentar las aguas. Gül ha criticado cómo su partido ha gestionado las pérdidas sufridas en las municipales y a aquellos que “siembran dudas sobre la democracia” de Turquía. Babacan, según el diario nacionalista Yeniçag, se habría reunido con inversores en Londres y empresarios en Turquía y tendría la posibilidad de atraer a unos 30 diputados del AKP.
Pero siempre que se ha hablado sobre un eventual retorno de Gül a la política, los rumores se han quedado en eso, bien por la falta de valor del expresidente o bien porque Erdogan ha sabido jugar sus cartas. La última ocasión, cuando el nombre de Gül sonaba como candidato de la oposición a las elecciones presidenciales del año pasado, el líder islamista despachó un helicóptero con su jefe de gabinete, Ibrahim Kalin, y el entonces jefe del Estado Mayor, Hulusi Akar, antiguo compañero de pupitre de Gül. Aterrizaron juntó a la casa de Gül y le convencieron de que no traicionase a su antiguo camarada.
Erdogan no perdona a los traidores. Y así lo volvió a recordar este sábado: "¿Dónde estaba ese hombre durante toda la campaña electoral?", dijo sobre Davutoglu, aunque sin nombrarlo: "Mientras luchamos en el exterior, hay gente que nos hace daño desde el interior. Investigaremos lo que está pasando en cada provincia, distrito... Les pediremos cuentas por ello por el futuro de nuestra organización. Este partido es una causa".
En cambio, hay quienes recomiendan al presidente turco que recapacite y "abrace a los compañeros de primera hora”, escribe el islamista Sevki Yilmaz en el diario Yeni Akit. Es decir, a los Gül, Babacan y Davutoglu que fueron apartados por moverse de la foto y sustituidos por unos colaboradores incapaces de decir al presidente cuándo se equivoca y que sólo están interesados en sus propios negocios. “El AKP debe volver a sus valores fundacionales”, subraya Kemal Öztürk, exasesor del presidente y columnista en el muy erdoganista periódico Yeni Safak. Esta por ver si Erdogan les escucha.
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