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Roma se paraliza con la visita de Xi Jinping

El presidente de China visita Italia y mañana firmará un acuerdo para la incorporación del primer país del G-7 a la nueva ruta de la seda

Daniel Verdú
El presidente de Italia, Sergio Mattarella, y el líder chino, Xi Jinping, en el Palacio del Quirianal el viernes.
El presidente de Italia, Sergio Mattarella, y el líder chino, Xi Jinping, en el Palacio del Quirianal el viernes. Alessandra Tarantino (AP)

El presidente de China, Xi Jinping, ya está en Italia con un impresionante séquito de funcionarios públicos y su esposa, Peng Liyuan. Llega para firmar un memorando de entendimiento para que Italia forme parte de la nueva ruta de la seda china (Belt and Road Initiative, BRI). Un proyecto de infraestructuras ferroviarias y marítimas para conectar Europa, Oriente Medio y Asia. Pero la visita y el acuerdo son una nebulosa llena de líneas de puntos que conviene unir para entender su significado. También en la cercanía que, más o menos accidentalmente, se establecerá estos días entre el papa Francisco y el líder chino.

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La última visita de un mandatario chino a Italia fue la de Hu Jintao, hace diez años, para asistir al G-8 en L’Aquila. Pero esta vez los objetivos son muy distintos y la presencia de Xi ha soliviantado los ánimos de parte de los socios comunitarios de Italia y de EE UU, que observan el acuerdo como la entrada de un caballo de Troya en el corazón de uno de lo países fundacionales de la UE y de la cultura occidental. Italia, en plena recesión técnica y con una necesidad imperiosa de encontrar nuevas vías de financiación e inversión, ha hecho oídos sordos a las advertencias. Incluso el presidente de la República, Sergio Mattarella, un hombre siempre cauto y alineado con los intereses de la Unión Europea, ha remado esta vez a favor del acuerdo.

Las condiciones del trato comercial y de infraestructuras que se firmará y los puntos afectados -Italia promete que no aceptará negociar sobre la red de telecomunicaciones y el futuro 5G- son todavía vagos. La firma está prevista el sábado por la mañana, sin una rueda de prensa posterior. De momento, este viernes, Xi se reunirá en el Quirinal con el presidente de la República, Sergio Mattarella, con quien también compartirá una cena por la noche. La idea es que también se reúna con el primer ministro, Giuseppe Conte, y con los representantes de las dos cámaras parlamentarias: el presidente de la cámara de diputados, Roberto Fico, y la presidenta del Senado, Maria Elisabetta Alberti Casellati. Unos desplazamientos que han obligado a desplegar un descomunal dispositivo de seguridad en Roma que ha paralizado el centro de la ciudad.

El sábado, después de la firma del acuerdo, Xi volará a Palermo. Una segunda etapa de la visita que ha sido calificada como viaje privado, pero que podría servir para visitar algunos puertos sicilianos muy útiles para el comercio chino en África o para estudiar la importación de algunos productos autóctonos. El domingo continuará su viaje con destino a Mónaco y Francia, donde se verá con el presidente francés, Emmanuel Macron. Pero también con Donald Tusk y la canciller alemana, Angela Merkel.

La atención es máxima. Incluso Steve Bannon, exasesor del presidente de EEUU, Donald Trump, se encuentra en Roma estos días alertando de los peligros de lo que considera el verdadero enemigo de occidente. “Xi no está aquí para fijar un puerto en el Mediterráneo, sino porque tiene una estrategia rapaz para el dominio del mundo. Quieren esto”, lanzaba el fundador de Breitbart el jueves por la tarde en la histórica Biblioteca Angelica.

Dentro del acercamiento de China a la cultura occidental se encuentra en un lugar destacado el acuerdo firmado con el Vaticano en septiembre pasado para terminar con el bloqueo de las relaciones diplomáticas que mantenían desde hacía 70 años. Hoyo se cumplen seis meses justos de ese deshielo y desde este año, el Gobierno chino tendrá la capacidad de proponer y nombrar a los obispos de las diócesis del gigante asiático y, a cambio, terminará con la persecución de católicos llevada a cabo en las últimas décadas.

En el marco de dicho acuerdo, algunas voces creen que el presidente Xi podría aprovechar su visita a Roma para mantener un encuentro con el papa Francisco. La cita, sin embargo, no ha sido anunciada y supondría un hito histórico -nunca ha habido un encuentro entre un papa y un presidente chino- que eclipsaría el resto de la agenda. Difícil de imaginar cuando, ni siquiera, ha sido programada una visita a los Museos Vaticanos, tal y como se especulaba al principio que podía hacerse para acercar ambos universos apelando a la "diplomacia cultural", tan del gusto de la Santa Sede y China.

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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona pero aprendió el oficio en la sección de Madrid de EL PAÍS. Pasó por Cultura y Reportajes, cubrió atentados islamistas en Francia y la catástrofe de Fukushima. Fue corresponsal siete años en Italia y el Vaticano, donde vio caer cinco gobiernos y convivir a dos papas. Corresponsal en París. Los martes firma una columna en Deportes

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