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La batalla entre el gurú de Bolsonaro y los militares bloquea el Ministerio de Educación brasileño

La disputa interna que ha provocado siete destituciones en el ministerio es el microcosmos de una guerra mayor por influencia en el Gobierno de ultraderecha

Beatriz Jucá
Ministro de Educación, Ricardo Vélez.
Ministro de Educación, Ricardo Vélez.Marcello Casal Jr (Agência Brasil)
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Los altos cargos del Ministerio de Educación (MEC) de Brasil, que tiene el segundo mayor presupuesto del Gobierno brasileño, se han enzarzado en una disputa de poder que ya ha provocado por lo menos siete destituciones y ha sumergido la cartera en una crisis política paralizante. Existe una batalla por influencia entre diferentes grupos dentro del órgano, un microcosmos de una guerra mayor que está en curso en el Gobierno Bolsonaro. Por un lado, está el ala vinculada a los militares, el grupo de origen del actual presidente y que dirige ocho de las 22 carteras, y, por el otro, los recomendados por Olavo de Carvalho, escritor establecido en Estados Unidos que es el gurú de Bolsonaro y de la extrema derecha brasileña.

El ministro de la cartera es Ricardo Vélez, un colombiano naturalizado brasileño, que llegó al Gobierno con la bendición de Carvalho, un autodenominado filósofo que hace furor en las redes sociales entre los activistas ultras. Vélez se esfuerza por poner orden en la casa y mantenerse en el cargo. Sin embargo, según especialistas, el Gobierno Bolsonaro puede perder la oportunidad de establecer una política educativa efectiva al inicio de su mandato, momento en que el capital político alcanza el auge. En los poco más de 70 días de gobierno, se ha hablado poco públicamente de acciones efectivas para el sector. De momento, las noticias sobre una posible destitución de Vélez y la batalla dentro del ministerio han destacado más que la dinámica que se seguirá a partir de ahora en las escuelas y las universidades de todo el país. “El énfasis del MEC en asuntos periféricos [como las disputas internas] limita la puesta en marcha lo que es esencial para revertir el panorama de la educación brasileña”, evalúa el portavoz de la influyente ONG Todos por la Educación, Olavo Nogueira Filho.

El Gobierno ha mencionado sus prioridades —el combate al analfabetismo está entre las principales— y se ha reunido con entidades del sector, pero todavía no ha detallado las estrategias que tomará ni ha anunciado una agenda clara para el área. Por ahora, el MEC prepara un documento para presentar a la sociedad la Política Nacional de Alfabetización, considerada el producto estrella del ministerio. Sin embargo, la estrategia está a merced del choque político interno del MEC, que ha quedado en evidencia tras una carta de Vélez en la que orientaba a las escuelas a leer el eslogan de la campaña de Bolsonaro y a grabar a los alumnos cantando el himno nacional. Ninguno de los grupos que se disputan la influencia interna de la cartera asume la autoría de esa idea, que fue rechazada públicamente hasta por el presidente Jair Bolsonaro.

Tras el episodio del himno, grupos vinculados a algunos militares y a asesores técnicos empezaron a defender internamente que el ministro Vélez abandonara el discurso ideológico más duro para centrarse en políticas de eficacia comprobada. El entonces director de programa de la Secretaría Ejecutiva del MEC, el Coronel Roquetti, y el secretario ejecutivo Luiz Antonio Tozi, el número dos de la cartera, defendían una acción educativa desvinculada de la guerra política e ideológica heredada de la campaña electoral. Presionado, el ministro Vélez empezó a destituir a los seguidores del gurú Olavo de Carvalho, con una línea ideológica más dura. En el auge del conflicto, hubo bajas de ambos lados, y Roquetti (más vinculado a los militares) acabó destituido por petición del propio presidente Bolsonaro.

Aun así, otras destituciones realizadas por el ministro de Educación no sentaron bien a olavistas, que las consideraron traiciones. El propio Olavo de Carvalho empezó a aconsejar que se echara a sus seguidores del MEC, alegando que el Gobierno estaba lleno de “enemigos”. Incluso después de la destitución de Roquetti, Carvalho defendió en Twitter que se hiciera una “limpieza” en el MEC y se echara a las personas que estaban relacionadas con el militar, que, según él, promovía la disputa interna contra sus seguidores. Tozi también acabó destituido. Así, el ministro Vélez se vio no agradando ni a tirios ni a troyanos. Los olavistas llegaron a hacer campaña en las redes sociales para que el ministro no continuara en el cargo, señalando posibles sucesores. Sin embargo, el presidente Bolsonaro garantizó que lo mantendría.

La presión de Olavo de Carvalho no es anecdótica. Además de la cartera de Educación, recomendó para el Gobierno Bolsonaro nada menos que al ministro de Asuntos Exteriores, Ernesto Araújo, y también el principal asesor internacional de la presidencia, Filipe G. Martins. Una demostración de su prestigio fue el homenaje que le rindió el exasesor de Donald Trump, Steve Bannon, en Washington, el pasado domingo, en una cena que promovió. Fue el primer compromiso de Bolsonaro en su viaje oficial a los EE UU.

La alfabetización es el programa estrella

Mientras los gestores se disputan el puesto en el MEC, las propuestas efectivas para la educación quedan en segundo plano. Especialistas del área ponen de manifiesto la sensación de paralización en el ministerio. En un comunicado, el Gobierno afirma que en enero creó un grupo de trabajo que se ha reunido con entidades del área para desarrollar políticas educativas, con el foco puesto en la Política Nacional de Alfabetización. En el último mes, el Gobierno también ha presentado al Congreso siete prioridades para la educación, pero, sin detallar cómo hacerlas efectivas, la sensación entre los especialistas es que, en la práctica, no se sigue ningún guion.

“Es un momento único para avanzar en la agenda, pero el tiempo pasa y parece que el Gobierno no aprovechará la oportunidad”, dice Olavo Nogueira Filho, de la ONG Todos por la Educación. El coordinador ejecutivo de la ONG Acción Educativa, Roberto Catelli, sostiene que la falta de agilidad en la presentación de acciones concretas por parte del Gobierno se suma a la postura de un MEC más vinculado al discurso electoral y al intento de criminalizar los gobiernos anteriores que a los problemas reales por los que pasa la educación. “Somos un país en el que todavía se invierte poco en educación, menos de lo necesario. Tenemos que ampliar recursos y garantizar la calidad de la enseñanza”, afirma.

El consultor educativo Cesar Callegari, que formó parte del Consejo Nacional de Educación (órgano con representantes del Gobierno y de la sociedad civil que discute acciones educativas) hasta el año pasado, opina que este pulso interno en el Ministerio es un intento de “distracción calculada” para ofuscar la ausencia de una política efectiva y las consecuencias que se producirían en el caso de que el Congreso aprobara que el Gobierno Federal no destinara recursos a la educación. Actualmente, el gobierno federal, los gobiernos de cada estado y los municipales están obligados por ley a destinar un porcentaje del presupuesto a educación. El temor es que los recursos se reduzcan. “Sin esos recursos, no podrán mantenerse muchas escuelas y profesores, y mucho menos mejorar sus condiciones”, afirma Callegari. “En mi opinión, el MEC no tiene ni pretende tener proyecto. Por eso, crea distracciones como la Escuela Sin Partido, la ideología de género, el himno nacional y la operación Lava Jato de la educación”, concluye.

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Sobre la firma

Beatriz Jucá
Reportera de EL PAÍS Brasil, escribe sobre política, salud y derechos humanos. Tiene un máster de periodismo EL PAÍS/Universidad Autónoma de Madrid y está especializada en Periodismo Literario. Fue becaria de los programas '5 Sentidos' y 'Periodismo de Soluciones' de la Fundación Gabo. Licenciada en Periodismo por la Universidad Federal de Ceará.

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