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La maldición del petróleo sacude el delta del Níger

El crudo, motor de la economía de Nigeria y foco de conflicto por el impacto medioambiental, es una cuestión clave en las elecciones de este sábado

El presidente, Muhammadu Buhari, en un acto público el 15 de febrero.
El presidente, Muhammadu Buhari, en un acto público el 15 de febrero. LUC GNAGO (REUTERS)

El olor a gasolina inunda la habitación en la que David Vareba intenta explicar a los integrantes de una pequeña comunidad próxima a Port Harcourt, capital del delta del Níger (Nigeria), que está haciendo todo lo posible para que la región sea vista como una prioridad en las elecciones de este sábado. Los que asisten a la reunión, integrantes de uno de los pueblos indígenas asentados en este lugar, los Ogoni, le escuchan con atención. “Han confiado en el delta para la pesca y la agricultura durante siglos, pero desde que se descubrió el petróleo en 1956, esta fértil región agrícola ha sufrido derrames de crudo y contaminación por los escapes de gas”, explica Vareba, jefe de programas de la ONG Centro para el Medio Ambiente, los Derechos Humanos y el Desarrollo (CEHRD, en inglés).

En esta región están convencidos de que los dioses se han enfadado con los humanos. Ya no crecen los mismos frutos que antes y las raíces de muchas plantas están teñidas de negro, síntoma de la contaminación del subsuelo a causa de la extracción de petróleo. “Una sucesión de Gobiernos corruptos ha despilfarrado los beneficios que deberían haber desarrollado la región, poniendo a los Ogoni y a otros pueblos en un aprieto: no podemos desarrollarnos industrialmente, pero luchamos por cultivar nuestra tierra contaminada y pescamos vaciando gradualmente nuestros ríos”, explica Samuel Osaro, jefe de la comunidad, pescador y padre de siete hijos. Cultivan e incluso beben agua de los pozos de la zona. Las consecuencias son palpables: señales de ceguera colectiva y frecuentes dolores de estómago.

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El impacto medioambiental del petróleo es devastador, pero ese es el gran activo de Nigeria. Es el primer productor de crudo de África —y la mayor economía del continente, seguida por Sudáfrica— y la riqueza se concentra en la desembocadura del mayor río de África occidental. “La mayoría de los casos de cáncer en esta zona son atribuibles a la degradación ambiental. Un gran desafío para la salud que casi llega al extremo de epidemia”, explica Seriake Henry Dickson, gobernador del Estado costero de Bayelsa.

Desde finales de los ochenta, la actividad petrolera enfrenta a compañías, Gobierno y a pueblos como los Ogoni y los Ijaw.

“Se quejaban”, explica Terry Hallmark, de la Universidad de Houston, “de que Shell, Exxon Mobil y otras petroleras se enriquecían a sus expensas, mientras ellos sufrían las consecuencias de una degradación ambiental generalizada, causada por el exceso de prospecciones y de producción”. Lo que empezó como una protesta social pacífica degeneró en violencia a finales de los noventa, con varios grupos armados que perpetraban secuestros, robaban crudo y saboteaban las instalaciones petrolíferas. En 2009, el Gobierno ofreció una amnistía y el conflicto bajó de intensidad, aunque recientemente han surgido grupos como los autodenominados Vengadores del Delta, fundado en 2016 para crear un Estado soberano en la región, y que han atacado numerosas infraestructuras.

Sabotajes

El conflicto solo ha llamado levemente la atención de los medios. “Tal vez porque estos grupos no tienen vínculos con otros islámicos radicales, como Al Qaeda o el Estado Islámico, y han mostrado poco o ningún interés en asesinar a inocentes; en su lugar, optan por atacar objetivos estratégicos como sitios de perforación para frenar la producción y paralizar económicamente al Gobierno”, matiza Hallmark. Mientras, prolifera la contratación de trabajadores en seguridad privada para proteger a los empleados de las petroleras de secuestros. “Las víctimas son los expatriados de compañías extranjeras, que son capturados por rebeldes como los Vengadores del Delta”, explica Miriam Egbuche, investigadora de la Universidad de Nigeria, en Nsukka.

El petróleo atrae a muchos nigerianos que buscan trabajo; además, el 25% de la población del país reside en esa zona.

“Nací en el interior y vine con mi mujer para buscar trabajo. Estoy esperando a que me vuelvan a llamar los de Chevron”, dice Alfred, que trabaja un bar de Port Harcourt.

Pero el boom del petróleo lo es cada vez menos. La caída de los precios del barril en 2014 sumergió a Nigeria en su primera crisis en 25 años. El país está saliendo poco a poco de la recesión y sus políticos se plantean cómo diversificar la economía para depender menos del petróleo, que supone dos tercios de los ingresos del Estado. El principal candidato de la oposición en las elecciones de este sábado, el empresario Atiku Abubakar, del Partido Democrático Popular (PDP), ha propuesto privatizar la compañía estatal. El presidente desde 2015 y aspirante a la reelección, Muhammadu Buhari, intenta reducir los costes de extracción para elevar la competitividad.

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