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Bruselas y Londres retoman los contactos sobre el Brexit con pocas esperanzas de acuerdo definitivo

Los negociadores de la UE y Reino Unido, Michel Barnier y Stephen Barclay, tratan de resolver el punto muerto en el que se encuentra el proceso de salida

Barnier, a la derecha, junto al primer ministro de Luxemburgo,  Xavier Bettel.
Barnier, a la derecha, junto al primer ministro de Luxemburgo, Xavier Bettel.JULIEN WARNAND (EFE)

La Unión Europea insiste en que las negociaciones sobre el acuerdo de salida de Reino Unido de la UE concluyeron el pasado 25 de noviembre. Pero Bruselas ha aceptado retomar los contactos como gesto de buena voluntad hacia las dificultades de Londres para ratificarlo. El negociador jefe de la UE, Michel Barnier, se ha reunido de nuevo este lunes con el secretario de Estado de Reino Unido para el Brexit, Stephen Barclay.

La mera celebración de la cita indica que las dos partes quieren resolver el punto muerto provocado por el rotundo rechazo del acuerdo en la Cámara de los Comunes británica. Pero antes de la reunión, Barnier dejó claro que la principal responsabilidad para resolver el embrollo cae del lado de Londres.

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"Hace falta que algo se mueva del lado británico", reclamó Barnier tras reunirse el lunes por la mañana con el primer ministro de Luxemburgo, Xavier Bettel. Tras la conclusión del acuerdo de salida, Barnier mantiene una agenda de encuentros con líderes europeos en las que siguen defendiendo la bondad del pacto alcanzado con la primera ministra británica, Theresa May, y la posibilidad de mejorar los términos de la relación futura si Londres renuncia a alguna de sus líneas rojas.

"Tiene que haber claridad o algún movimiento en Reino Unido", ha señalado Barnier, que insiste en la posición oficial de la UE en contra de reabrir la negociación del acuerdo de salida. Con ese texto blindado, Bruselas solo ofrece modificaciones en la llamada Declaración Política, en la que se ofrece a Londres una privilegiada relación política, comercial, financiera y estratégica. 

Pero Barclay ha llegado a Bruselas con un encargo muy distinto. Su primera ministra, Theresa May, se ha comprometido con el Parlamento a retocar el acuerdo de salida, para incluir "garantías legales" sobre el carácter temporal de la llamada salvaguarda irlandesa, una fórmula destinada a mantener libre de fronteras físicas las dos partes de Irlanda tras el Brexit. 

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"Escucharé el análisis [de Barclay] sobre las próximas etapas en Londres", se ha limitado a señalar Barnier. El equipo negociador europeos, sin embargo, no ve margen para modificar la salvaguarda irlandesa, basada en una unión aduanera con el Reino Unido en caso de que al final del período transitorio de salida (31 de diciembre de 2020) no se hubiera encontrado una fórmula mejor.

Bruselas sigue apostando, en cambio, por una coalición de los conservadores de May con los laboristas de Jeremy Corbyn. Fuentes comunitarias insisten en que solo esa alianza transversal puede garantizar la aprobación del acuerdo de salida, a expensas de romper la unidad de voto de ambos partidos.

La estrategia, según esas fuentes, debería pasar por dar por perdidos los votos más extremos de ambos grupos (partidarios de un Brexit a rajatabla y partidarios de seguir en la UE, respectivamente), para sumar la masa crítica necesaria para respaldar el acuerdo de salida.

Pero May ha seguido hasta ahora la vía contraria. La primera ministra ha priorizado la unidad de su partido conservador, aun a costa de aceptar las tesis de los más euroescépticos. Solo después se ha dirigido a Corbyn para ofrecerle también ciertas concesiones en materia de legislación laboral y medioambiental, con intención de arrastrar a los laboristas hacia el acuerdo de salida.

Fuentes europeas de la negociación acusan a May de haber dado la espalda durante año y medio a la oposición laborista y de no haber sido suficientemente transparente con los propios tories. Bruselas considera que esa estrategia de la primera ministra ha complicado la ratificación del acuerdo. Y señalan como muestra que gran parte de las demandas planteadas por la Cámara de los Comunes en las últimas semanas ya han sido analizadas hace meses por los equipos negociadores de ambas partes. Y rechazadas por inviables o por inaceptables políticamente con una u otra parte.

Acusaciones mutuas

La cacofonía en el lado británico contrasta con la unidad mantenida por los 27 socios de la UE desde que pactaron su posición inicial en la cumbre de Bratislava, apenas tres meses después del referéndum sobre el Brexit de junio de 2016. Tras el inicio de las negociaciones en marzo de 2017, además, Barnier ha mantenido informados de manera detallada a las capitales europeas en casi todo momento. Y el texto cerrado en noviembre de 2018, contó con el apoyo unánime de los 27 y la señal política del Parlamento Europeo sobre su voluntad de respaldarlo.

En Londres, en cambio, se alzan voces contra la supuesta inflexibilidad del lado europeo, al que se acusa de estar más preocupado en darle un carácter ejemplarizante al Brexit, para evitar nuevas salidas, que encontrar soluciones para evitar una ruptura brutal y sin acuerdo. Bruselas recuerda, sin embargo, que tanto la salida como la fecha límite para consumarla (29 de marzo de 2019) han sido iniciativas británicas. Y que Londres aceptó la necesidad de preservar la libre circulación de mercancías en territorio irlandés pasara lo que pasase con el Brexit. El acuerdo de salida, insiste la UE, es solo el fruto de las demandas planteadas por Reino Unido durante los dos últimos años.

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