_
_
_
_
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

‘Roma’ y las otras discusiones

Nuestro debate político suele quedarse en el nivel más básico posible: el que culpa de todo lo malo que ocurra al asno del presidente en turno y su camarilla

Antonio Ortuño
El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador.
El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador.EFE

Como sucede en esas familias malavenidas que riñen por quién dejó un vaso sin lavar en vez de proceder a divorcios, terapias y órdenes de alejamiento, los mexicanos solemos discutir acaloradamente al respecto de cualquier cosa antes de lo que más importa. Por eso, nuestro debate político (es decir, el que entablan cotidianamente parte de nuestros analistas y varios miles de voluntarios en las redes) suele quedarse en el nivel más básico posible: el que culpa de todo lo malo que ocurra al asno del presidente en turno y su camarilla. O, lo que viene a ser lo mismo en términos de complejidad, el que exculpa por principio de todo lo malo lo que ocurra al excelentísimo señor presidente y su gabinete. Estas posturas, huelga decir, no explican demasiado y se parecen sospechosamente a las que pueden adoptar, en una charla fortuita, un taxista y su pasajero o la señora de la tienda y su cliente (existen, por supuesto, plumas afiladas, lectores agudos y discusiones mejor fundamentadas, pero reconozcamos que el promedio anda abajito de esas cimas).

Quizá por ello sorprende tanto que una película como Roma, de Alfonso Cuarón, haya marcado la discusión pública en las recientes semanas y lo haya hecho de un modo profundo y en general insólito para una obra artística en este país. Porque, motivados por Roma, miles de mexicanos se han puesto a debatir durante en torno a clasismo y racismo, en torno a la histórica inexistencia de los derechos laborales de las empleadas domésticas y al abandono paterno y la crianza en soledad a la que se han visto obligadas millones de mujeres. Y también, claro, lo han hecho sobre la memoria histórica y el recuerdo de salvajadas como el “Halconazo” o los despojos de tierras retratados en la cinta... (alguien podrá argüir aquí que a los mexicanos nos encanta discutir sobre las películas de éxito y es verdad, pero concedamos que hay diferencias: un servidor, alguna vez, tuvo que enfrentar la acusación de haber “cosificado a Chewbacca” en una columna sobre la novísima trilogía de Star Wars)

El bombardeo de descalificaciones (y de sahumerios) a la figura de Andrés Manuel López Obrador es tan aparatoso que a veces nos ensordece y nos deja ciegos. Arranca por las mañanas, con su conferencia de prensa diaria, y no se acaba jamás. Y parece haber convencido a millones de personas de que eso y nada más son la política y la vida y que en torno a la agenda presidencial, ya sea en contra o a favor, debemos agruparnos todos. ¿Cuántas opiniones, cuántos análisis diarios se emiten con la profunda convicción de que la realidad mexicana nació con el sexenio, para bien y mal? Deben ser miles. Pero en cualquier sociedad es fundamental que se aireen los asuntos que afectan colectivamente a los ciudadanos, no solo al poder político vigente. Y, aunque parezca mentira para algunos, hay temas cruciales que van más allá de las actividades y medidas del (asnal o ilustrísimo, a su gusto) señor presidente. Y algunos de ellos han sido tratados, de un modo sugestivo, rico y que se presta a la reflexión, por Roma.

La polarización es un mal negocio para las democracias, porque gobernar en democracia significa negociar, conseguir acuerdos, tomar en cuenta al otro y pactar lo más aceptable para las partes. Porque una democracia auténtica es, antes que nada, una forma de convivir en paz. No se trata de que los que estén del lado “correcto” arrasen con los demás, sino de poner los problemas en común, revisarlos, canalizarlos. Vaya fortuna que la película de moda ayude a abrir un espacio de intercambio de pareceres sobre temas fundamentales, sin que tengamos que estar mentando a cada segundo al señor presidente.

Conocer lo que pasa fuera, es entender lo que pasará dentro, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_