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Así se salvaron dos joyas de la naturaleza de Europa

La resistencia de la sociedad civil polaca y la intervención de las instituciones europeas preservaron de la destrucción las turberas del valle del río Rospuda y el bosque de Bialowieza

Un bisonte en el bosque de Bialowieza, en Polonia, en julio de 2017.Vídeo: Getty Images

Si no hubiera sido por el Parlamento Europeo, la Comisión Europea y el Tribunal de Justicia de la Unión Europea, no se habría podido preservar lo más valioso que tenemos los polacos. Las dos perlas de nuestra naturaleza habrían sido destruidas.

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A los polacos les resultará evidente lo que voy a exponer. A la mayoría de los lectores de Polonia no hace falta explicárselo porque, o bien lo saben, o bien sienten que es justo así. Pero como este texto lo leerán también lectores de otros países, algo tengo que explicar. En nuestro país no tenemos demasiadas cosas de las que jactarnos o de las que sentirnos orgullosos. Y no me refiero a hechos del pasado, como las batallas importantes, o a personajes como Federico Chopin o Maria Sklodowska-Curie. Nuestro país, como pocos en el mundo, fue destruido por las dos guerras mundiales y el comunismo, por lo que no contamos con muchos monumentos. No nos podemos comparar con Italia, Francia o España, y ni siquiera con la vecina República Checa. Hasta las grandes ciudades como Cracovia parecen un pariente pobre de Viena, Praga o Budapest. No somos conocidos en el mundo por los relojes o por el chocolate, y tampoco somos unos fenómenos en ningún deporte. Pero tenemos algo realmente genial, una naturaleza completamente única. Y sentimos un gran apego hacia ella.

En esta relación no se trata solamente de aprovechar sus recursos. Es cierto que a los polacos les encanta recoger setas, pero yo no siento la misma afición por la caza. Nuestro expresidente Bronislaw Komorowski, para ser elegido, tuvo que prometer que dejaría de cazar. Para la mayoría de los polacos, los animales salvajes son un símbolo de libertad y cohabitantes de nuestro país más que una reserva para abastecernos de carne o piel.

Protesta contra la tala en el bosque de Bialowieza en mayo de 2017.
Protesta contra la tala en el bosque de Bialowieza en mayo de 2017.Agnieszka Sadowska/ Agencja Gazeta

Los números lo demuestran. En Polonia, un país de tamaño más bien mediano porque es más pequeño que Francia, España, Alemania, Finlandia y Suecia, y muy densamente poblado (nuestra densidad de población es solo ligeramente inferior a la de Dinamarca, y superior a la de, por ejemplo, Portugal), hay muchos animales salvajes. Tenemos la mayor población de bisontes del mundo. Más de 1.600 de estos mamíferos terrestres que están entre los más grandes de Europa, y en realidad, los últimos representantes de la megafauna de nuestro continente, viven en libertad en nuestro país.

Además, unos 100 osos y cerca de 2.000 lobos habitan en Polonia. Los polacos sienten más bien simpatía hacia ellos y los protegen. Es una cantidad asombrosa, sobre todo si tenemos en cuenta que, a excepción del extremo sur, no somos un país montañoso. Tampoco tenemos demasiados bosques, porque la proporción en relación con el área del país es menor que la media europea. Sin embargo, entre los que tenemos, se encuentran dos verdaderas perlas. La más maravillosa de ellas es el Bosque de Bialowieza, el último bosque de tierras bajas tan bien conservado de nuestro continente. Escribiré sobre él en un momento.

Desafortunadamente, incluso en nuestro país, de vez en cuando a los políticos se les ocurre una idea descabellada como destruir alguna parte de nuestra naturaleza. A menudo se apoyan en las necesidades de desarrollo. Antes de que se produjera nuestra entrada en la Unión Europea, podían hacer con nuestra naturaleza lo que se les antojara, porque incluso si algo estaba prohibido por la ley polaca, siempre encontraban la manera de saltársela o cambiarla.

Victoria sobre el río

Ese fue el caso del Rospuda, un pequeño río que fluye en el extremo noroccidental del Bosque de Augustów, ubicado en el noreste de Polonia. Este río serpentea a través de un increíble valle de turba. No es grande, apenas tiene más de 10 kilómetros cuadrados. Pero es único. En este lado de los Urales no se encuentran unas turberas tan bien conservadas.

En esta pequeña zona crecen más de una docena de especies de orquídeas, más que en el Parque Nacional de Biebrza, que también protege los pantanos y es el parque nacional más grande de Polonia. En ella habitan los urogallos, y en los bosques colindantes, los mochuelos alpinos, los picos dorsiblancos y las águilas pomeranas tejen sus nidos. La zona estaba segura hasta que en los años noventa del siglo pasado se decidió construir una vía rápida que atravesara la turbera, la circunvalación de Augustów, que formaría parte de la Vía Báltica que conecta los países bálticos con Polonia.

Árboles talados en el bosque de Bialowieza, cerca de Hajnówka.
Árboles talados en el bosque de Bialowieza, cerca de Hajnówka.Agnieszka Sadowska/ Agencja Gazeta

A pesar de las protestas de los ecologistas y de que existiesen otras alternativas para el trazado de esta ruta, los políticos escogieron la variante de la carretera que atravesaba los pantanos. La ejecución del proyecto se demoró mucho en el tiempo debido a la falta de recursos. En 2004, Polonia se unió a la Unión Europea. Recibimos una gran cantidad de dinero para infraestructuras, incluidas las carreteras. Es cierto que la carretera que atravesaría las turberas del río Rospuda no fue financiada con los fondos europeos, pero fue posible reubicar fondos de otras inversiones para su realización. Al mismo tiempo, tanto las turberas del Rospuda, como todo el Bosque de Augustów, se encontraban en la zona protegida de la Red Natura 2000, una zona amparada por las Directivas de Aves y Hábitats.

En 2006, el Gobierno de Ley y Justicia, la Liga de Familias Polacas y Autodefensa decidieron que la carretera atravesaría las turberas en uno de sus puntos más amplios. Las protestas y peticiones no surtieron ningún efecto. La oposición social fue realmente fuerte, porque según los sondeos de opinión, la mayoría de los polacos estaba a favor de preservar los pantanos. Sin embargo, no impresionó a los políticos polacos. En concreto, el ministro de Medio Ambiente, Jan Szyszko, de Ley y Justicia, estableció como uno de sus objetivos llevar la carretera a través de los pantanos.

Activistas contra la tala en el bosque de Bialowieza, en mayo de 2017.
Activistas contra la tala en el bosque de Bialowieza, en mayo de 2017.Agnieszka Sadowska/ Agencja Gazeta

Al principio, tampoco la Comisión Europea se animó a tomar cartas en el asunto. Y fue entonces cuando surgió la idea de escribir a la Comisión de Peticiones del Parlamento Europeo, institución que ha financiado este reportaje. Cualquier ciudadano de la Unión, cualquier organización no gubernamental o cualquier empresa puede presentar su solicitud a la Comisión. Se pueden denunciar infracciones de las leyes de la UE, y da igual que se trate de una persona física o de un problema como el del río Rospuda. La idea parecía por aquel entonces desesperada, porque el cargo de presidente de la comisión lo ocupaba Marcin Libicki, de Ley y Justicia. Además, los parlamentarios polacos, independientemente del partido al que pertenecieran, apoyaban la construcción de la carretera.

Sin embargo, la petición de los defensores fue dirigida a alguien que comprendía lo importante que es la conservación de la naturaleza. Ese alguien era David Hammerstein, en aquel momento eurodiputado español de los Verdes. Resulta que no necesariamente hay que suplicar comprensión al diputado del propio país. En el Parlamento Europeo se pueden encontrar personas que comparten valores similares y no tienen por qué ser compatriotas. David Hammerstein es europeo por elección propia. Sus padres son originarios de Pinsk y Radom. Emigraron a Estados Unidos y él nació en California. De adulto eligió España como su patria, y cuando fue necesario, ayudó muchísimo a la naturaleza en el país de sus antepasados. “En la Comisión había un sistema político muy favorable que beneficiaba la protección del medio ambiente. Los Verdes llegaron muy rápidamente a un acuerdo con los liberales, los socialistas y los demócratas cristianos”, recuerda Hammerstein. “Vosotros, además, teníais unos argumentos muy fuertes”. Y eso es verdad.

Los defensores de la naturaleza se apoyaban en estudios legales, científicos y de ingeniería. Estos señalaban que hurgar en las turberas perturbaría las relaciones hídricas y podía causar el exterminio de las orquídeas. La tala del bosque sería mortal para las aves, y lo más importante, la ruta podía trazarse de otra manera. Este último argumento fue importante porque la ley europea prohíbe la violación de las zonas de la Red Natura 2000 si existen soluciones alternativas. En el caso de Rospuda, bastaba con echar un vistazo al mapa para comprobar que esas alternativas existían. ¿Por qué decidió el Gobierno forzar el trazado de la carretera a través del pantano? Nadie puede responder a esta pregunta.

Hammerstein organizó rápidamente una visita de la Comisión a Polonia. Se aseguró de que el bando proteccionista de la naturaleza tuviera en su seno una voz fuerte. Fue algo absolutamente extraordinario, porque todo se puso en marcha de inmediato. El informe de la Comisión, a pesar de la oposición de los eurodiputados polacos, resultó devastador para el Gobierno de Polonia. Fue, sin duda, un factor importante que influyó en la Comisión Europea, y esta inició un proceso contra Polonia. La sociedad civil organizada -que fue capaz no solo de protestar activamente (los activistas levantaron en las cercanías del río Rospuda un campamento que entorpecía el trabajo), sino también de recopilar datos y colaborar con los ingenieros, abogados y científicos dedicados a la naturaleza-, los eurodiputados como David Hammerstein, sensibles a la protección de la naturaleza, la Comisión Europea, que salvaguardó la ley europea, así como los tribunales polacos y el Defensor del Pueblo, todos juntos consiguieron que los descabellados planes de destruir estas turberas únicas acabaran en la basura.

El milagro de la naturaleza sobrevivió. ¿Pero qué fue de la carretera? Pues existe, y siguiendo unos criterios mejores en comparación con la que se iba a construir en un principio, con un trazado que no amenaza a la naturaleza. Fue una victoria en la que no hubo perdedores, a excepción de unos cuantos políticos arrogantes.

El bosque es nuestro arrecife

Si creen que algunos políticos aprenden de los errores, están equivocados. Lo demuestra el ejemplo del Bosque de Bialowieza. Este bosque es nuestra joya natural más importante. Y no solo nuestra. Es el último bosque templado de tierras bajas tan bien conservado en el Hemisferio Norte. Es importante, porque en Europa y América tenemos unos cuantos bosques naturales o casi naturales. Se encuentran en las montañas o donde hace mucho frío, es decir, en lugares en los que resulta difícil llegar a los árboles.

Sin embargo, es muy fácil llegar al bosque de tierras bajas. Esta es la razón por la cual los bosques templados de tierras bajas fueron talados o convertidos en zonas de cultivo de árboles. Pero el Bosque de Bialowieza que actualmente compartimos con Bielorrusia sobrevivió gracias a los reyes polacos y, más tarde, a los zares rusos que prohibieron talarlos porque allí habitaba el bisonte, objeto de caza del monarca. De esta manera, el bosque resistió hasta la Primera Guerra Mundial, cuando las tropas alemanas comenzaron su tala, que duró 90 años.

Sin embargo, en comparación con otros bosques, ha sufrido pocas transformaciones. Todavía cuenta con muchas zonas naturales, y las que han sido transformadas se convierten a su vez muy rápidamente en bosques similares a los naturales, influidas por lo que existe al lado. Hay muchos árboles grandes y altos, y lo que es importante, árboles muertos. Del mismo modo en que los corales vivos y los corales muertos forman un arrecife de coral, los árboles vivos y los árboles muertos forman un bosque. Gracias a estos árboles muertos, en Polonia tenemos miles de especies de hongos, líquenes, mohos mucilaginosos, musgos, todas las especies de pájaros carpinteros europeos y toda una multitud de insectos extraños. Gracias a estos árboles muertos, podemos observar la muerte y el renacimiento en un bosque real.

El Bosque de Bialowieza debería ser considerado parque nacional en su totalidad desde hace mucho tiempo, pero no es así. Los sucesivos Gobiernos polacos han tenido que luchar contra el lobby forestal cuyo objetivo es no dejar escapar este tesoro de sus manos. Hay que reconocer que prácticamente cada uno de nuestros Gobiernos desde el año 1989, es decir, desde la recuperación de la independencia, ha hecho algo bueno por el bosque. O bien han ampliado el parque nacional de modo que hoy en día ocupa una sexta parte de su superficie en el lado polaco, es decir 100 kilómetros cuadrados, o bien han creado reservas adicionales, y reducido o prohibido las talas en sus partes naturales.

Ecologistas protestan en una zona del bosque Bialowieza en mayo de 2017.
Ecologistas protestan en una zona del bosque Bialowieza en mayo de 2017.Agnieszka Sadowska/ Agencja Gazeta

El Bosque de Bialowieza forma también parte de la Red Natura 2000 y por eso los organismos europeos se interesan por su destino. Esta es también la razón por la cual el Gobierno anterior redujo la tala en 2012, y solo permitía obtener la cantidad de madera que la población local necesitaba. Por fin, después de varias décadas, no se escuchaban las sierras en el bosque. La paz duró hasta 2015, cuando Ley y Justicia regresó al poder y Jan Szyszko se convirtió nuevamente en ministro de Medio Ambiente. Fue el primer Gobierno que decidió retirar la protección del bosque. La tala comenzó en 2016 con el pretexto de luchar contra la carcoma, y en la primavera de 2017 entraron las cosechadoras.

Cada una de estas máquinas pesadas cortaba entre 200 y 300 árboles al día. Trabajaban incluso de noche. Los valientes defensores de la naturaleza se lanzaron contra ellas. Las mujeres y hombres del movimiento civil Campamento del Bosque, Greenpeace y otras organizaciones bloqueaban la tala con sus propios cuerpos. El Gobierno lanzó contra ellos a la Guardia Forestal, que actuó con extrema brutalidad. Esta vez, sin embargo, las organizaciones no gubernamentales sabían perfectamente cómo colaborar con las instituciones europeas. En septiembre de 2016 y noviembre de 2017, el Parlamento Europeo, en dos resoluciones sobre el Estado de derecho y la situación de las mujeres en Polonia, se refirió también a la cuestión del Bosque de Bialowieza.

Primero exigió abandonar los planes de tala y posteriormente su interrupción. La Comisión Europea reaccionó con una firmeza increíble al abrir un caso contra Polonia y remitirlo al Tribunal de Justicia. El Tribunal exigió que se detuviera la tala emitiendo una resolución sobre la protección del bosque, y luego amenazó al Gobierno polaco con multas de al menos 100.000 euros al día, lo que por fin hizo mella en los gobernantes. A finales del otoño de 2017, las cosechadoras abandonaron el Bosque y, en abril de 2018, el Tribunal de Justicia de la Unión Europea, en una sentencia devastadora para el Gobierno, consideró que la tala era ilegal. Sí, se cortaron 200.000 metros cúbicos de madera, aproximadamente 180.000 árboles. Y sí, la destrucción es brutal en muchas partes del Bosque, pero lo importante es que la tala se detuvo rápidamente. Y el bosque tiene la capacidad de cerrar las heridas.

Una vez más, la sociedad civil en Polonia, en colaboración con las instituciones europeas, defendió una valiosa parte de la naturaleza. Daba la impresión de que todos habían aprendido la lección después del caso del río Rospuda, a excepción de los que gobernaban, ayer y hoy. Curiosamente, el caso del Bosque de Bialowieza se convirtió en un buen ejemplo e hizo que el Tribunal brindara una seguridad similar con respecto a nuestro Tribunal Supremo.

Por supuesto, estas dos historias son ejemplos muy espectaculares. No sé contra cuántos lugares valiosos desde el punto de vista medioambiental nuestros políticos no levantaron la mano gracias a nuestra pertenencia a la Unión. En el momento de escribir estas palabras, me llegan noticias terribles desde Bielorrusia. Están trazando una carretera que atravesará una de las turberas más bellas de Europa, la turbera de Olmansk. Están cubriendo estas turberas únicas con toneladas de arena que posteriormente será aplastada por maquinaria pesada. Las condiciones hidrológicas se verán arruinadas, un mundo único se extinguirá. Los ecologistas bielorrusos protestan suplicando ayuda. No pueden escribir a la Comisión de Peticiones del Parlamento Europeo. Ningún eurodiputado, ningún comisario intercederá por ellos. No podemos compartir nuestras experiencias polacas con ellos. En realidad, no podemos ayudarles mucho. Bielorrusia no está en la Unión.

Traducción: News Clips.

Este artículo se publica en el marco de la alianza de medios LENA.

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