Tshisekedi asume la presidencia de Congo
Joseph Kabila deja el poder tras 18 años como mandatario del país africano
Un abrazo intenso ha sellado el cambio de presidencia. Entre dos hombres, dos presidentes, que han escenificado el momento histórico estrechándose con un punto cómico. El presidente saliente, Joseph Kabila, se ha visto diminuto entre la corpulencia de un Félix Tshisekedi que, a sus 55 años, asume el rol de quinto presidente de la República Democrática del Congo. Por primera vez en la historia, el traspaso de poderes sucede sin armas y sin asesinatos, aunque no exento de polémica, ya que los resultados oficiales no coinciden con los de los observadores.
Félix Tshisekedi ha jurado el cargo ante el fervor de sus seguidores, y con un Kabila visiblemente satisfecho, pero sin el entusiasmo de los ciudadanos y con una tímida representación exterior. El único jefe de Estado presente en la ceremonia de investidura ha sido el presidente keniano, Uhuru Kenyatta. Y es que el acuerdo entre Tshisekedi y Kabila para que este último pueda mantener su influencia, y sobre todo, las dudas sobre un proceso electoral turbio, no ha complacido ni a sus países vecinos, ni a la Unión Africana. Después de 18 años al poder, Kabila ha encontrado la manera de ceder el trono sin perder influencia.
“Nuestro Congo no será el de la división, el odio y el tribalismo”, ha dicho Félix Tshisekedi, alias Fatshi, en su discurso de toma de posesión. “Un Congo fuerte, que mire al desarrollo, a la paz y a la seguridad, y donde cada uno encuentre su lugar” ha seguido. Una alocución, interrumpida por un mareo durante unos minutos, en la que ha apelado a la reconciliación y durante la que ha repartido gratitud y respeto hacia todos los campos de la arena política. Además de recordar a su padre, Étienne Tshisekedi (el verdadero arquitecto del partido), el nuevo presidente ha agradecido a Kabila su importante rol en la “transición y reconstrucción del país” y le ha considerado como uno de los actores “que ha hecho posible la alternancia democrática” , pero por otro lado, ha tendido la mano a Ramazani Shadary, el líder de la coalición de la oposición Lamuka, que habría ganado en realidad las últimas elecciones, según la misión de observación de la CENCO y datos contrastados de varios medios internacionales.
Entre la diplomacia y las propuestas inconcretas, Thisekedi se ha comprometido en cambio a “revisar la lista de los prisioneros políticos”, una de las grandes manchas de los últimos tiempos de Kabila. Hijo del emblemático líder opositor y ex primer ministro Étienne Tshisekedi, de quien heredó el partido, Fatshi ha asumido este jueves un cargo por el que trabajó su padre toda la vida.
La cinta con los colores de la bandera congoleña que le ha transferido Kabila ha rodeado el busto de Tshisekedi con dificultad. Estrecha, no estaba a su medida. Estaba adaptada al cuerpo de Joseph Kabila, que, aun ser más joven que su sucesor y de menos tamaño —él se la ha retirado con ligereza— tiene una carrera mucho más sólida: 18 años gobernando. Thsisekedi adopta ahora las riendas de un enorme país con uno de los peores conflictos del mundo y muy rico en recursos minerales, y lo hace con las gafas de sol de Kabila clavadas a su espalda y algunas deudas políticas. De carácter muy distinto al de su padre —su entorno cercano dice que es muy influenciable—, Thsisekedi empieza una alternancia entre comillas, en la que ya se desvelará hasta qué punto puede tener firme el timón.
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