Los indígenas exigen un cambio
Yatama, el único partido político de los pueblos originarios de Nicaragua, cumple 30 años de lucha por los derechos de las etnias del país
Una tarde de mediados de noviembre, decenas de indígenas misquitos de Nicaragua se reunieron en la cancha de baloncesto de la ciudad de Bilwi, capital de la Región Autónoma del Caribe Norte, para celebrar 30 años de Yatama, el único partido político indígena del país que reivindica los derechos de etnias olvidadas por las autoridades de Managua.
Mientras un aguacero convertía en intransitables las calles sin pavimentar de este municipio, en la cancha jóvenes indígenas contoneaban sus caderas al ritmo de una pegajosa canción que un grupo cantaba en misquito.
Desde el entarimado decorado con hojas de plátano los veía Brooklyn Rivera, el líder de Yatama, quien intenta mantener a flote a una organización política que lucha por obtener una mayor autonomía de su región, cuando el país se enfrenta a la peor crisis política de los últimos 40 años, que ha dejado más relegados a los indígenas caribeños.
Bilwi es una ciudad empobrecida del Caribe. Aquí la mayoría de la población vive de la pesca, el comercio o la agricultura, aunque también hay una fuerte presencia del narcotráfico, debido a que esta zona fue escogida como ruta de la droga por carteles colombianos. La violencia carcome, además, a las comunidades indígenas de una región que suma más de 59.000 kilómetros cuadrados (divididos entre el Caribe Norte y el Caribe Sur), ya que sus tierras han sido invadidas para explotar el bosque y expandir la ganadería.
Desde 2015 se han registrado más de 5.000 desplazados, 36 muertos por la violencia desatada por los invasores y 44 heridos, explicó Lottie Cunningham, fundadora del Centro por la Justicia y Derechos Humanos de la Costa Atlántica de Nicaragua. En este contexto, Yatama intenta frenar la violencia y sacar de la miseria a los indígenas del Caribe. “Yatama ha incidido para que los pueblos indígenas participen de forma plena y efectiva para garantizar sus derechos políticos y civiles”, dijo Cunningham.
Cuando los bailarines cesaron su danza en la cancha de Bilwi y dieron paso a los discursos de sus líderes, Rivera tomó el micrófono y preguntó a los asistentes si estaban de acuerdo en participar en las próximas elecciones regionales, que deberían organizarse en marzo. Es una decisión política difícil, no solo por la crisis que sufre Nicaragua, sino porque participar en esas elecciones —organizadas únicamente para elegir las autoridades de las regiones caribeñas— significaría un aval al Poder Electoral controlado por el Ejecutivo sandinista y al Gobierno de Daniel Ortega, desprestigiado tras la represión desatada contra las manifestaciones que desde abril exigen el fin de su mandato y que han dejado 325 muertos.
“Hemos venido insistiendo reiteradas veces de que no hay condiciones para llevar a cabo las elecciones regionales”, dijo Rivera. “Pero de los 23 territorios del Caribe solo uno ha dicho que no. Todos los demás afirman que hay que participar, porque consideran que Yatama es la única opción de lucha aquí en la costa”. Si la agrupación no va a las elecciones perdería su derecho de participación en próximos comicios, tal y como establecen las leyes nicaragüenses. “Perderíamos las bases sociales y aquí hay muertos, lisiados, huérfanos, viudas, todos hemos entregado nuestra vida por esta lucha”.
Yatama se convirtió en los años ochenta en una agrupación política que dejó las armas para luchar de forma cívica por los derechos de los pueblos indígenas. Se conformó tras los acuerdos de paz de 1988, que marcaron el fin de la guerra civil que desangró el país y en la que los indígenas habían participado en apoyo a la Contra, la organización armada financiada por el Gobierno de Ronald Reagan, que pretendía derrocar al Gobierno revolucionario del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN).
Muchos de sus líderes en los ochenta se oponían al Frente Sandinista por su represión contra los indígenas, que causó episodios sangrientos como la llamada Navidad Roja, una acción de reubicación forzada de poblaciones indígenas por órdenes tomadas en Managua, que según el liderazgo de Yatama dejó más de 200.000 misquitos aprisionados en lo que llamaron “campos de concentración”, además de decenas de heridos y muertos.
Desde las elecciones de 1990, que perdieron los sandinistas frente a Violeta Chamorro, Yatama ha participado en los comicios representando a los indígenas y liderando la lucha por la autonomía de las regiones del Caribe. “Su mayor legado es su constancia y perseverancia en su lucha histórica por derechos negados; su contribución a demandar ante el Estado a que se cumplan los derechos de autonomía. Su legado es uno de dignidad y continuidad”, explica Miguel González, profesor asistente en el Departamento de Estudios Internacionales de la Universidad de York en Toronto y originario de las regiones del Caribe nicaragüense.
Tras años de diferencia con los sandinistas, la agrupación apoyó al Frente Sandinista en las elecciones generales de noviembre de 2006, que devolvieron al poder a Ortega. La alianza tenía como condición el apoyo del próximo Gobierno a las reivindicaciones indígenas, entre ellas reformar el estatuto de autonomía de la región, evitar la invasión de las tierras cuya propiedad es de las etnias indígenas y mejorar las condiciones de vida de estos pueblos.
En 2014, sin embargo, Yatama rompió con el Frente al considerar que no había cumplido con las promesas. “Todo indica que [Ortega] se ha olvidado de esos compromisos, más bien ha ido excluyendo con su política sectaria a los mismos aliados y hasta llegó a hacer fraude contra Yatama, dijo Rivera. “El Gobierno lo que impone aquí es el colonialismo interno, la dominación de la población, el despojo de los territorios, el saqueo de las riquezas y nos va destruyendo culturalmente como comunidad”.
Elecciones como protesta
Tras esa ruptura, el Frente Sandinista expulsó a Rivera como diputado de la Asamblea Nacional. La agrupación se enfrentaba de nuevo, en palabras del catedrático Miguel González, al “centralismo” del FSLN, que se combinó con “una vocación autoritaria”. A Rivera se le acusó de liderar el comercio ilegal de tierras en el Caribe y de comercializar en secreto centenares de hectáreas. El político se enfrentó al escándalo siempre con el apoyo de los misquitos. En 2017 fue nuevamente elegido diputado y esta vez intenta alzar su voz en un Parlamento controlado por Ortega y que es una caja de resonancia de sus desmanes.
A pesar de ese control, Yatama ha decidido participar “bajo protesta” en las regionales de marzo. A mediados de noviembre, tras el final del mitin de celebración de los 30 años de vida partidaria de la organización, centenares de simpatizantes de Yatama, liderados por Rivera, salieron a las calles enfangadas de Bilwi —vigiladas por los antidisturbios— para retar a la dominación política sandinista y reclamar un cambio tras una larga historia de olvido. “¡Viva Yatama!”, fue su grito de guerra
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