El gas da aliento a Al Sisi
El descubrimiento de nuevos yacimientos abre perspectivas para reanimar la economía egipcia
Tras un incremento progresivo de su producción de gas natural en el último año, a finales de septiembre, el Gobierno egipcio anunció que el país había alcanzado la autosuficiencia en este sector. Así, ponía fin a más de cuatro años en los que se ha visto obligado a importar ingentes cantidades de gas licuado, una onerosa carga para sus maltrechas arcas. Sin embargo, para el régimen de Abdelfatá al Sisi, este hito representa solo una etapa en su ambición de convertirse en una potencia energética regional. El Cairo confía en una serie de yacimientos descubiertos recientemente, en la esperanza de nuevos hallazgos en las prospecciones en curso y en los acuerdos firmados con Israel y Chipre para ejercer de intermediario en la exportación a Europa. Ahora bien, el proyecto genera algunas dudas.
La joya de la corona se llama Zohr. Descubierto por la firma italiana ENI en 2015, está considerado el mayor yacimiento de gas de todo el mar Mediterráneo. Se estima que podría albergar unas reservas de 850.000 millones de metros cúbicos, una cantidad parecida al conjunto de las reservas del resto de pozos en Egipto. Precisamente, el comienzo de su explotación ha permitido a Egipto pasar de los escasos 114 millones de metros cúbicos al día que producía a finales de 2016 a más de 168 millones, justo el consumo de este combustible registrado en el país el último año.
Algunos observadores temen que se repita el mismo escenario de inicios del siglo XXI. Entonces, el régimen de Hosni Mubarak anunció con bombo y platillos el hallazgo de diversos pozos que convertían al país en un exportador neto. No obstante, en los años siguientes, se disparó el consumo interno, y poco después de la revolución de 2011, el país se vio obligado a cesar la venta exterior del preciado combustible, que se dirigía sobre todo a Israel, Jordania y a países de la UE.
“En el pasado, el mercado doméstico ha sido capaz de absorber los incrementos de producción, por lo que no está claro que pueda convertirse en país exportador”, apunta Michele Dunne, experta del centro de análisis Carnegie Endowment. De hecho, nadie sabe a ciencia cierta cuál es el potencial de crecimiento de la demanda interna, ya que si hubiera una mayor oferta de gas natural, muchas empresas podrían cambiar su fuente de energía.
Un 65% del consumo doméstico de gas se dedica a la producción de electricidad, pero buena parte de las plantas todavía utiliza fuelóleo, un combustible muy contaminante y de baja calidad que podría ser sustituido por el gas natural. “En 2017, la demanda de electricidad aumentó un 14%. Este creciente apetito no se moderará pronto teniendo en cuenta el crecimiento demográfico y la tendencia económica”, sostiene Edward Gardner, analista de FocusEconomics.
Para multiplicar su capacidad exportadora Egipto confía en los acuerdos alcanzados el pasado febrero con Israel, y en octubre con Chipre. Ambos países se han beneficiado también de los descubrimientos de yacimientos en el Mediterráneo oriental de los últimos años. Por cuestiones logísticas, a ambos les conviene bombear el gas hasta la costa egipcia, donde se hallan dos grandes plantas de licuefacción de este combustible, una de ellas de la multinacional española Unión Fenosa. El gas no puede almacenarse, y si no es a través de gasoductos, solo puede exportarse previa licuefacción. Todo está previsto para que Israel comience a exportar gas a Egipto ya en enero, mientras que Chipre lo hará a partir de 2020, tras la construcción de un nuevo gaseoducto.
Beneficios para los servicios de inteligencia
El mariscal Al Sisi describió como “un gol” el trato comercial alcanzado con Israel, dando a entender que traería prosperidad al país árabe. Sin embargo, un reportaje de investigación del reportero Hossam Bahgat para la publicación egipcia Madamasr lo ponía seriamente en duda. “Los beneficios no irán a parar al presupuesto del Estado, sino a una oscura compañía propiedad de los servicios de inteligencia que comprará y venderá el gas”, comenta Bahgat en una conversación telefónica. Además, en total, el precio que Egipto pagará por el gas israelí será más caro que el que pagan los consumidores europeos, por lo que difícilmente se podrá exportar. “Quizás el único beneficio es que, con el acuerdo, el Estado se ha librado de pagar multas millonarias por haber incumplido sus contratos en el pasado”, añade.
El precedente de la primera década de este siglo no es halagüeño para el sufrido ciudadano egipcio. Entonces, fueron varios intermediarios cercanos al exdictador Mubarak, como el magnate Hussein Salem, quienes amasaron una auténtica fortuna gracias a sus prácticas corruptas. Ahora, el gran beneficiado será uno de los cuerpos de seguridad, un hecho coherente con la gran expansión de las actividades económicas del Ejército desde el golpe de Estado de 2013, y que lo han convertido en un emporio. “Si Egipto se convierte en un hub ... proporcionará nuevos trabajos, pero la cantidad será relativamente pequeña”, cree Dunne.
Además de un impacto económico, como siempre, la ecuación energética pesa en los equilibrios geostratégicos de la región. La UE está muy interesada en un desarrollo del mercado gasístico en el Mediterráneo oriental para aliviar su dependencia del suministro de gas natural ruso, habida cuenta de las crecientes tensiones en Ucrania. Por su parte, Israel ve en él una excelente oportunidad de reforzar sus lazos económicos con el Estado árabe más poblado, justo cuando su apertura hacia los países del Golfo utilizando el expansionismo iraní como espantajo empieza a dar sus frutos. Aunque Egipto estableció relaciones diplomáticas con Israel en 1979 con los acuerdos de Camp David, su relación ha sido definida como una “paz fría”.
Para El Cairo, el maná energético es una herramienta para realzar su condición de potencia regional, minada por la inestabilidad interna posrrevolucionaria y, además, reforzar sus vínculos con Europa. Pero según Dunne, no está claro que las tensiones cruzadas entre los países de la región —Turquía, Chipre, Líbano, Egipto e Israel— permitan la creación un mercado regional de gas que sea estable. “Ahora, no parece probable que transforme el rol de Egipto en la región, que es importante, pero dejó de ser crucial en la última década”, vaticina la analista. Tras la ampliación del canal de Suez, y la construcción de una nueva capital en el desierto, Al Sisi sueña ahora a lo grande gracias al gas natural.
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