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Austria detiene a un coronel por espiar durante 20 años para Rusia

Un caso de espionaje amenaza la buena relación de Viena y Moscú

María R. Sahuquillo
El embajador austriaco en Moscú sale del Ministerio de Exteriores ruso, este viernes.
El embajador austriaco en Moscú sale del Ministerio de Exteriores ruso, este viernes.VASILY MAXIMOV (AFP)

Un nuevo thriller de espías alimenta el malestar de la UE hacia Rusia. Ahora, a cuenta de un coronel austriaco de 70 años, acusado de pasar información a los servicios secretos rusos durante más de dos décadas. El escándalo, que no deja de crecer, amenaza las hasta ahora fluidas relaciones entre Viena y Moscú. El militar, ahora retirado y que hasta hace cinco años ocupaba un cargo importante pero relativamente invisible en el Ejército de Austria, fue detenido el viernes y este sábado ha quedado bajo custodia policial en Salzburgo. Las autoridades afirman que hay riesgo de que se fugue. El Kremlin ha negado categóricamente cualquier implicación en el caso.

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El coronel-espía fue reclutado por los servicios secretos rusos en la década de 1990. O incluso un poco antes, cuando todavía la Unión Soviética era una realidad, según afirmó el viernes el primer ministro austriaco, Sebastián Kurz. Y acusó directamente a Rusia de estar detrás del topo. “El espionaje es inaceptable y el espionaje ruso en Europa es inaceptable”, recalcó. Austria —miembro de la UE pero no de a OTAN— es, junto a Italia y Hungría, uno de los socios comunitarios que mantiene una cooperación más estrecha con Rusia. El país centroeuropeo, gobernado por conservadores y ultraderecha, ha sido uno de los pocos Estados occidentales que se negó a expulsar a diplomáticos rusos como represalia por el envenenamiento en Reino Unido del espía Serguéi Srkipal y su hija Yulia, el pasado marzo.

Haciendo gala de esas excelentes relaciones, el pasado agosto, el presidente ruso, Vladímir Putin, acudió como invitado a la boda de la ministra austriaca de Exteriores, la ultraderechista Karin Kneisl. Las fotos que mostraban a Putin y Kneisl bailando en la fiesta posterior a la ceremonia provocaron grandes escozores entre los círculos diplomáticos europeos. La ministra austriaca, que tenía previsto un viaje oficial a Moscú a principios de diciembre, ha cancelado la visita debido al escándalo del coronel-espia y ayer llamó a su homólogo ruso, Serguéi Lavrov, para pedirle explicaciones y colaboración en el caso.

Lavrov, que ayer acusó a Viena de practicar una “diplomacia de micrófonos” al señalar al Rusia en público en vez de solicitar información “de la manera tradicional”, ha afirmado este sábado que las acusaciones contra Moscú no solo son "infundadas" sino también “inaceptables”. El ministro, que el viernes convocó al embajador austriaco en la capital rusa, Johannes Eigner, para pedirle explicaciones, ha declarado sin embargo que espera que el incidente no afecten a las relaciones entre ambos países.

Hace un par de semanas, una agencia de inteligencia “amiga” dio el chivatazo a Austria de que un miembro de su ejército era en realidad un espía al servicio de Rusia, tal y como ha explicado el responsable de Defensa austriaco, Mario Kunasek, que no ha revelado cuál. Diversas informaciones citadas por la prensa austriaca señalan a la inteligencia alemana.

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Durante más de dos décadas, el coronel-espía recopiló información muy relevante. Los investigadores describen la actividad del militar, que pasó por distintos cargos, como “muy profesional”. Cada dos semanas se reunía con su supervisor ruso, un tal Yuri, según ha publicado la prensa austriaca, citando fuentes de Interior. Y mantuvo el contacto y el ritmo incluso después de su jubilación, hace cinco años. De Yuri recibía las órdenes de los objetivos a investigar y las líneas de actuación.

Así, el militar recopiló información sobre las fuerzas armadas, la fuerza aérea, los sistemas de artillería; también recogía datos de reuniones y las ubicaciones de sitios estratégicos. Además, hizo perfiles detallados sobre oficiales del Ejército austriaco —postura política, gustos, sus relaciones personales y cualquier desliz o afición controvertida que pudieran tener— y dosieres sobre la situación de la inmigración en Austria. Escribía sus informes cifrados y después los transmitía vía satélite. A lo largo de los años, recibió una recompensa de unos 300.000 euros, por su servicio a Rusia, según explican fuentes conocedoras a la prensa austriaca.

Cuando la inteligencia rusa recibió información sobre su posible destape, le ordenó eliminar todo el material comprometedor. Austria está segura no lo logró y las autoridades siguen analizando su ordenador portátil. Los servicios de inteligencia austriacos tienen datos de que el coronel-espía quiso dejar de informar para Rusia en 2006, pero sus supervisores no le dejaron. Ahora puede enfrentarse a una pena de entre dos —si es juzgado como civil— y diez años de cárcel.

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Sobre la firma

María R. Sahuquillo
Es jefa de la delegación de Bruselas. Antes, en Moscú, desde donde se ocupó de Rusia, Ucrania, Bielorrusia y el resto del espacio post-soviético. Sigue pendiente de la guerra en Ucrania, que ha cubierto desde el inicio. Ha desarrollado casi toda su carrera en EL PAÍS. Además de temas internacionales está especializada en igualdad y sanidad.

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