El caso del coronel austriaco que espió para Rusia durante dos décadas
El descubrimiento de un presunto agente de Moscú daña las hasta ahora buenas relaciones entre Austria y Rusia
Parece un buen espía. De la vieja escuela. La que elaboraba informes completos cifrados para transmitirlos a la central. Ahora, tras 20 años como topo, ha sido descubierto. El primer ministro austriaco, Sebastian Kurz, ha informado este viernes de la detención de un coronel de su ejército que, según ha asegurado, llevaba desde la década de los noventa del siglo pasado espiando para Rusia. El militar, de 70 años y ahora retirado, se había dedicado a recopilar y enviar a Moscú información sobre la situación militar y política de Austria. “Esto significa que estamos ante un caso de espionaje”, afirmó tajante Kurz, que hace un mes viajó a Moscú para “reducir tensión” entre Rusia y los países occidentales.
El ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, se ha mostrado indignado con la información hecha pública por el líder austriaco y le ha acusado de practicar “diplomacia de micrófonos”. “Esto para mí es una sorpresa desagradable. Ha sido costumbre desde tiempos inmemoriales que cualquier país que siente inquietudes o sospechas sobre las acciones de otro se dirija a él para pedir explicaciones”, afirmó Lavrov en Moscú. “Últimamente, nuestras contrapartes occidentales han establecido la regla de no usar los métodos tradicionales sino la diplomacia de los micrófonos. Nos acusan en público y luego exigen explicaciones públicas sobre un tema que desconocemos”, ha recalcado.
Este nuevo caso de espionaje de Moscú llega además solo unas semanas después de que Occidente denunciase una nueva trama de ciberespionaje a escala global por parte de los servicios secretos militares del Kremlin (GRU) en entidades como la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas. El capítulo austriaco daña además las relaciones hasta ahora buenas entre Viena y Moscú, tal como han reconocido tanto Lavrov como Kurz. Austria es, junto a Italia y Hungría, uno de los socios comunitarios que mantiene una cooperación más estrecha con Rusia. El país centroeuropeo, gobernado por conservadores y ultraderecha, ha sido uno de los pocos Estados occidentales que se negó a expulsar a diplomáticos rusos como represalia por el envenenamiento en Reino Unido del espía Sergei Srkipal y su hija Yulia, el pasado marzo.
Y haciendo gala de esas excelentes relaciones, el pasado agosto, el presidente ruso, Vladímir Putin, acudió como invitado a la boda de la ministra austriaca de Exteriores, Karin Kneisl. Las fotos de la fiesta posterior a la ceremonia y el baile de Putin y Kneisl provocaron grandes escozores entre los círculos diplomáticos europeos. La ministra austriaca, que tenía previsto un viaje oficial a Moscú a principios de diciembre, ha cancelado la visita debido al escándalo del coronel-espia. "Esta actividad de espionaje contra un país neutral es absolutamente inaceptable", ha declarado indignado el ministro de Defensa austriaco, Mario Kunasek.
Actividad "muy profesional"
Austria recibió hace unas semanas la advertencia sobre el presunto espía de una agencia de inteligencia “amiga”, tal y como ha explicado Kunasek. No ha desvelado cuáles fueron los servicios secretos que dieron el chivatazo, pero distintas informaciones publicadas por la prensa austriaca señalan a la inteligencia alemana. El titular de Defensa ha explicado que el coronel sospechoso se retiró hace cinco años y que fue reclutado por la inteligencia rusa en torno a 1990, o incluso un par de años más atrás, justo antes de la disolución de la Unión Soviética.
Los investigadores austriacos describen su actividad como “muy profesional”. Tenía un cargo bastante invisible en un centro de control del Ejército austriaco y cada dos semanas se reunía con su supervisor ruso, un tal Yuri, según ha publicado la prensa austriaca citando fuentes de la investigación. De él recibía las órdenes de los objetivos a investigar y las líneas de actuación. El coronel-espía recopiló durante dos décadas información sobre las fuerzas armadas, la fuerza aérea, los sistemas de artillería; también sobre reuniones y las ubicaciones de lugares estratégicos. Además, hizo perfiles detallados sobre oficiales del Ejército austriaco y acerca de la situación de la inmigración en Austria. Los escribía cifrados y después los transmitía vía satélite. A lo largo de los años, recibió una ’recompensa’ de unos 300.000 euros por su servicio a Rusia.
Cuando la inteligencia rusa recibió información sobre su posible destape, le ordenó eliminar todo el material comprometedor. Según Austria no lo logró y las autoridades siguen analizando su ordenador portátil.
Los servicios de inteligencia austriacos tienen datos de que el coronel-espía quiso dejar de informar para Rusia en 2006, pero sus supervisores no se lo permitieron. Ahora, su caso ha pasado a disposición judicial y el coronel-espía podría enfrentarse a una pena de hasta dos años de prisión.
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